miércoles, 27 de abril de 2022

Cristo de la Liberación y oración de despedida de los difuntos

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 Raúl Román

Cementerio de Salamanca | Foto: Raúl Román

27-04-2022


En diversas ocasiones se ha comentado la particularidad de que miembros de la Hermandad de Cristo del Amor y de la Paz sean los encargados de dirigir el rezo de la oración que se lleva a cabo en los dos cementerios de Salamanca antes de dar sepultura a los restos mortales de los fallecidos.

Para conocer el origen de esta presencia nos tenemos que remontar al año 1988, cuando en el seno de la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz se acababa de fundar la sección del Cristo de la Liberación y, tras algunas vicisitudes, la imagen sobre la que trabajaba su autor, Vicente Cid Pérez, se depositó en la Capilla del cementerio San Carlos (el cementerio Virgen de la Salud en Tejares no se inauguraría hasta el año 2005) a la espera de poder dar a la imagen un emplazamiento definitivo.

En aquellos años el capellán del cementerio San Carlos era el recordado D. Isidro Domínguez (q.e.p.d.) y en la capilla el culto era continuado durante todo el año, hasta el extremo de celebrarse decenas de misas (no exagero) en los días de la novena y conmemoración de los Fieles Difuntos.

La Hermandad por su parte, con el afán de fomentar la veneración de la imagen del Cristo de la Liberación, convocaba tal y como hace ahora un besapiés en torno al día de Difuntos. Dada la afluencia masiva de fieles al camposanto, se hacía necesaria una mínima organización para lograr la fluidez de los fieles en el entorno de la capilla, que se veía limitada en algunos momentos por el hecho de que los diferentes sepelios que llegaban al cementerio se acercaban hasta puerta de la misma capilla para que el capellán tuviera la última oración. Ante esta eventualidad, y para que se pudiera llevar a cabo el besapies a la vez que celebrar sucesivas eucaristías sin aglomeraciones en la capilla y su entorno, la hermandad se ofreció a ayudar con el rezo de la última oración, previa a los sepelios, lo que fue aceptado de buen grado por el capellán y de lo que se hicieron cargo en aquellos primeros momentos tres hermanos, José Manuel Casado, José Ignacio Arce y el que esto escribe, rezo al que se unirían más adelante algunos hermanos más que durante años colaboraron en esta tarea.

Pasados unos meses, en los años 1990 y 1991, hubo otro hecho que hizo que se ampliara la presencia de la hermandad para esta última oración. Fue que en los apenas cinco o seis días de vacaciones del capellán, la hermandad asumió también el rezo a los difuntos, lo que vino motivado por la dificultad que tenían algunos párrocos de poder acompañar los entierros hasta el cementerio para la última oración, debido a las diversas obligaciones pastorales de los mismos párrocos. Después esta ayuda se extendería a algún día puntual y a algunos fines de semana. De este modo se logró también dejar la imagen definitivamente emplazada en la capilla del cementerio.

Años después, en 1998, siendo vicario general de la diócesis D. Joaquín Tapia, se asumió ya como una tarea confiada por parte de la diócesis a esta hermandad, una presencia que resulta aún, si no extraña, al menos singular, y que es en definitiva un bien para la misma hermandad, para la diócesis y para los mismos allegados de los difuntos. También se mantiene así el sentido religioso de un momento tan delicado como es el de la despedida de los seres queridos.

Han sido varios los hermanos que se han ido incorporando y sucediendo para esta piadosa tarea, privándose con una desbordante generosidad y esfuerzo de días y momentos de descanso, haciéndose presentes para ese momento de oración todos los fines de semana, los festivos y en los momentos en los que son requeridos. Y así ya, hasta ahora, durante más de treinta y cuatro años.

La riqueza de la vocación laical se expresa de modos muy diversos y este lo es. Ojalá que las cofradías asuman misiones propias que puedan enriquecerlas, como sucede con esta misión tan secular ya en la historia de las cofradías, pues uno de sus fines siempre fue, y es, rezar por los difuntos.

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