miércoles, 30 de mayo de 2018

¿Qué hacemos con… los mejores?

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Félix Torres

"Los 'talentos' de cada uno, siguiendo la conocida parábola, deben ser usados para el bien común" | Foto: Alfonso Barco

28 de mayo de 2018

Hace ya un par de meses Tomás González se preguntaba en su colaboración en estas páginas virtuales qué hacer con los jóvenes. Poco después, era Abraham Coco quien, a modo de réplica, volteaba la cuestión para hacer hincapié en los cofrades mayores al plantear su interrogante enfocándolo en los de más edad.

Pues ahora, sin intención ninguna de respetar cuotas ni preferencias, doy una vuelta más a esta tuerca y me pregunto… ¿qué hacemos con esos cofrades que podrían aportar más a nuestra Semana Santa y no lo hacen?

No digo nada nuevo si planteo que todos conocemos a bastantes hermanos cuya valía, demostrada y demostrable, no es aprovechada para beneficio de nuestras cofradías, generalmente por decisión de esos propios hermanos. Gentes que por condiciones personales o circunstanciales serían elementos de inmenso valor para la buena marcha de nuestra Semana Santa y que, sin embargo, siempre quedan en un segundo, si no tercer plano, amparados en el anonimato voluntario de un capuz invisible del que no se desprenden en casi ningún momento.

Cierto es que en la mayoría de casos, por no decir en todos, la falta de implicación de estos cofrades es voluntaria y consciente, aunque son los motivos que llevan a ausencia de compromiso los que deberían preocuparnos. ¿Es la comodidad o son otros los argumentos que pueden esgrimir en su favor?

Si fuese por decisión voluntaria, aun sabiéndose necesarios, nada que objetar aunque debiéramos hacerles saber, o recordarles en su caso, que ser cofrade exige más que el simple pago de una cuota y que los "talentos" de cada uno, siguiendo la conocida parábola, deben ser usados para el bien común. Pero si su falta de compromiso, más allá de agarrar su cirio o ponerse bajo el paso en su salida penitencial, fuese por otro tipo de criterios que hicieran inclinar la balanza hacia ese lado indeseado de la falta de compromiso, tendríamos que analizar los porqués de ello e intentar corregir cuanto de inconveniente suponga obstáculo para que esos que todos sabemos podrían engrandecer nuestras cofradías vean cuánto son de necesarios y cómo de agradecidos les estaríamos quienes queremos que nuestra Semana Santa vaya mucho más allá y sea mucho mejor. ¿Cómo? Pues haciendo un examen de conciencia cofrade, personal y colectivo, para analizar y reconocer que nuestras posturas, muchas veces soberbias y egoístas y en otras ocasiones simplemente ignorantes, pueden ser la causa de rechazo por parte de esos hermanos anónimos y poner cuantos medios tengamos a nuestro alcance para corregir y corregirnos hasta conseguir su participación responsable en el camino hacia un futuro mejor. Si lográsemos que los mejores, sin condicionantes de sexo, edad o cualquier otro sesgo y, por supuesto, sin menosprecio a quienes día a día están al pie del cañón y sujetan las riendas de nuestras hermandades con cariño y dedicación, asumieran que son necesarios para cofrades y cofradías, cuánto mejor sería para todos. Cuánto mejor sería para nuestra Semana Santa.

Porque no es cuestión de dejar paso a los jóvenes por jóvenes, ni a las mujeres por mujeres, ni dejar que los mayores se perpetúen por el simple hecho de su edad; la cuestión es que deberíamos poner nuestro destino en manos de los mejores, sean jóvenes o viejos, mujeres u hombres, aunque haya que insistir para hacerlos salir de su cómodo anonimato.


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