La cruz de guía de la Hermandad Dominicana, instantes antes del inicio de la procesión en San Esteban | Foto: Alfonso Barco |
13 de febrero de 2019
Llevamos nada del nuevo año y resulta que ya medió febrero, pero como la Pascua llega tardía andamos todos muy tranquilones para esto de la parafernalia cofrade. De momento, y a la espera de que lleguen los tiempos de la histeria, quienes estamos en la retaguardia del mundillo mantenemos la tensión entre mentideros, tertulias y esas otras actividades de las que se ofertan para los interesados.
Es una cuestión particular, pero me llama la atención que en el mes trascurrido desde la vuelta a la normalidad tras el paréntesis navideño, en estos coloquios-tertulias-encuentros de carácter semiformal han salido a colación tres temas de manera reiterada. Tres tópicos muy desgastados ya por el uso, pero que están en el ambiente porque afloran en contextos y entre personas que nada tienen que ver entre sí.
Primero: "Hasta el próximo año, hermano". Lo dijeron con un lamento, porque sucede y no puede ser así. ¿Por qué, entonces, se repite un año tras otro? La respuesta es evidente. Hay muchos procesioneros y pocos cofrades. Entonces, ¿es malo ser procesionero? No, para nada. Y el deseo de volver a estar al año siguiente es siempre loable, que la fidelidad es una virtud que no pasa hoy en día por su mejor momento. Es bueno seguir un año más y hay que saber valorarlo, pero no podemos resignarnos a mantener en nuestras cofradías hermanos por un día. La despedida debe ser hasta dentro de muy poco, el tiempo que transcurra hasta el primero culto o actividad.
Segundo: "Los hermanos de carga son los que dirigen". ¿Y acaso no es verdad? Aprendamos de ellos quienes no cargamos. Se ven más, están comunicados, son un grupo constituido y organizado en torno a la cofradía. Por eso se han convertido auténticos lobbies y quien consigue su favor controla la institución. Si las filas no se despidieran mayoritariamente hasta el próximo año posiblemente esto no sería así, al menos tan así. El problema, por tanto, no está en la carga, sino en las filas, con demasiada apatía entre la mayoría de sus integrantes.
Tercero: "La Iglesia quiere controlarnos". Este tópico hace siglos que se viene repitiendo, pero en las últimas semanas, desde la presentación del proyecto de las normas diocesanas, el dichoso documento ha pasado a ser el instrumento dispuesto por la diócesis para el control. Lo hemos dicho ya muchas veces, pero como sigue sin calar no importa repetir. No, no es cierto lo del control, puesto que la autonomía está garantizada. Pero autonomía, siempre autonomía, nunca segregación. Porque en tanto que se forma parte de la Iglesia, es a ella a quien compete velar por el cumplimiento de los objetivos. A fin de cuentas, si la Iglesia no vela, ¿quién lo hará? Tal vez se hablase menos del control si hubiera menos despedidas hasta el próximo año entre los hermanos. O tal vez no, porque quien no quiere entender, nunca entenderá "ni aunque resucite un muerto". Abraham dixit.
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