Especial Semana Santa 2020 | Sábado Santo
Ángel Benito
El Cristo de la Liberación porta una rosa negra en su mano derecha durante su desfile penitencial | Foto: Pablo de la Peña |
11 de abril de 2020
La noche está profunda. De fondo se escuchan vivas de admiración, ¡guapa!; alguna saeta roza el viento, pétalos caídos sobre Nuestra Señora de la Soledad. De frente, el entierro, escenificado desde Fonseca donde el Cristo de la Liberación llena de luto la ciudad. Escenario universitario y monumental que ha vuelto a ser el hospital de campaña para auxiliar a pacientes de COVID-19. Desciende la obra de arte de Vicente Cid con una rosa negra extendida sobre la palma muerta. Lo hace con un escaso séquito, pero numeroso si se tiene en cuenta la compañía que viven estos días los que pierden la vida. El sacerdote diocesano, Leo Ramos, uno de los curas del siglo XXI que más entienden la realidad cristiana de hoy en día, trasladaba el dolor que experimentaba en unas despedidas que se suceden de forma infinita en una soledad abrasadora. Entierros con cientos de flores que no tienen quien las porte, la soledad en su máxima presencia que ha acabado hasta con un ritual tan humano como es el de la muerte.
Dos imágenes se suceden en cuarentena. El luto que pasea la Virgen de la Soledad forrado de un clima de alegría que anticipa la esperanza y el lúgubre último paso de la estancia de Cristo entre los mortales. Carreras por llegar a ver ambas escenas y poder contarlas en el papel un Domingo de Resurrección. Se echan de menos esos nervios. Como esa imagen de contraste entre los balcones llenos de alegría e himnos populares y los enfermos críticos que pelean por agarrarse a la vida. Dicotomías de una cuarentena. De la vida y la Semana Santa. Ya llega a la Plaza Mayor la Madre, este año más pronto que nunca, mientras el Hijo ha concluido la empinada cuesta de Cervantes. Ya han sonado las voces del coro y los banzos tocan hueso.
Tres velas alumbran la Puerta de Ramos de la Catedral Nueva. En ese tributo silencioso y solitario que se hace por aquellos que han fallecido en esta cruel pandemia, por los enfermos y por aquellos que trabajan estos días para que el mundo no se pare. Héroes que ayudan a que haya más rosas blancas que negras. La tarde ya llega y en Pizarrales el Cristo de la Vela y la Virgen del Silencio ofrecen aún más fuerte esa dicotomía que el historiador y pregonero de la Semana Santa Francisco Javier Blázquez definía así: "El Cristo Muerto del día del silencio está anunciando el triunfo de la vida. Al margen de la Teología, la explicación del pueblo resulta inapelable". Porque mañana la ciudad seguirá sin despertar del silencio y las procesiones de Semana Santa seguirán siendo vulnerables a un riesgo que no estaba previsto ni en las cabañuelas más estudiadas. Habrá que esperar para ver la Pascua florida. Pero llegará.
Y entonces... podremos llenar de flores blancas la vida sin olvidar que hubo una Semana Santa en la que solo pudimos poner rosas negras a tus pies.
0 comments: