P. José Anido Rodríguez, O. de M.
Palmas en San Pablo | Foto. José Javier Pérez 23-10-2020 |
Este 2020 y el 2021 que se nos viene encima es tiempo cofrade. Un tiempo nuevo, difícil, sin un horizonte de salida a corto plazo, pero tiempo cofrade, al fin y al cabo. No somos hermanos solo cuando el sol de la tarde o las estrellas de una noche de primavera brillan en el cielo y las iglesias están a escasos minutos de abrir sus puertas para dar salida a la teología hecha belleza de nuestros pasos. No, no somos hermanos de un sereno día al año. Pertenecer a una hermandad, vivir la fe en compañía de unos hermanos, bajo la luz de la mirada de las imágenes de nuestros titulares, es una vocación. El Señor nos llama a buscar así la santidad a la que estamos destinados desde nuestro bautismo. Es este un camino que debemos recorrer a las duras y a las maduras, no solo el día en que la cofradía puede salir a la calle.
Y, por esto, no solo debemos hacernos la pregunta ¿cómo afrontaremos la posible suspensión de las estaciones de penitencia en 2021? Pregunta que, querámoslo o no, está en el corazón de todos los cofrades. Una cuestión más importante que esa es ¿cómo estamos desarrollando la caridad en nuestras corporaciones? En estos meses negocios han cerrado, hay desempleo, la soledad se multiplica y aumentan nuestros hermanos necesitados: las colas en Caritas o en los comedores sociales crecen, muchos ancianos han vivido y viven aislados, atemorizados... Ante esta terrible realidad, fruto de las consecuencias de la pandemia, nosotros, desde las hermandades, ¿qué hacemos, qué podemos hacer? ¿Cuántas reuniones de Juntas de Gobierno o de las Coordinadoras a lo largo y ancho de España se han dedicado a este tema? No quiero ser injusto. No aparecerá en los informativos, y, sin embargo, la labor solidaria de las cofradías ha sido ingente. No hemos estado de brazos cruzados. Pero... En ocasiones, no parecemos tener claras las prioridades que nos quitan el sueño.
Los tres pilares de una hermandad, asentados sobre el cimiento firme de la Eucaristía, son la liturgia (interna o externa), la formación y la caridad. Las cofradías surgen como redes de solidaridad, espiritual y material, entre sus miembros. Este es tiempo de sacar músculo: de estrechar esos lazos fraternos, de ofrecer ayuda material a los hermanos que más lo necesitan, de visitar, con las medidas de seguridad necesarias, a los que han pasado este tiempo en soledad. Somos hermanos y eso es lo que hacen los hermanos, se preocupan los unos por los otros, no en la teoría, sino en la práctica. El corazón de nuestras cofradías está herido, parece que estamos disgregados y nos cuesta recuperar las fuerzas. ¿Qué estamos haciendo? ¿Estamos todavía rendidos y noqueados? San Pablo afirmaba en su segunda carta a los Corintios: «estamos derribados, pero no rematados». Es hora de volver al trabajo, de ponernos en pie. Lo que me gustaría es que esa vuelta a la vida comenzase por la caridad. El Espíritu Santo nos anima, no nos abandona. El corazón de la Iglesia arde con el fuego del amor de Dios, y nuestro corazón debe arder de nuevo, hay que avivar las ascuas. Las dificultades no han terminado, seguimos caminando por el valle oscuro. Antes de preocuparnos, como queremos, de nuestros pasos y procesiones, dirijamos la mirada hacia todos aquellos de nuestros hermanos que parece que van quedando atrás. Es lo que hacen los hermanos.
Y este es tiempo de hermandad.
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