04-06-2021
«Cantemos al amor de los amores», cantaba de la mano de mi padre, ferviente y constante adorador nocturno, al recorrer la Rúa Mayor en pantalones cortos, acompañando al Señor en la procesión por excelencia, la que él preside desde la presencia verdadera en la Eucaristía. Es su día. Cristo sale a la calle en Salamanca para ofrecerse, darse, bendecir la ciudad y ser adorado. Lo hace en un recorrido nunca demasiado largo, siempre en intimidad con los fieles acompañantes que no lo dejan solo ni triste ante tanta ausencia de ministros y religiosos que tienen otras ocupaciones, huérfano de seminaristas, que escasean por estas y otras latitudes, sin demasiados espectadores, en medio de un desfile descuidado hasta el extremo, cuasi abandonado por mucho tiempo, como si no tuviera importancia.
Sin duda, en lo que recuerdo, el papel de las cofradías ha
sido fundamental para el sostenimiento de esta procesión, por el número y la
participación activa, con especial mención a la Hermandad de Amor y Paz. Los
cofrades han llegado a ser el grupo mayoritario entre los laicos participantes.
Pero nunca fue una prioridad, o eso me pareció.
En el Año de la Fe,
hace ya diez años, fui invitado a formar parte, en representación de las
cofradías, de la comisión diocesana de dicha celebración. Uno de los puntos que
presenté como propuesta fue hacer una reflexión sobre la festividad del Corpus
Christi en su conjunto, especialmente en lo referido a dinamizar y modernizar la
procesión con el apoyo de las cofradías. Con no pocas dificultades,
reticencias, trabas y menosprecios desde todos los frentes posibles, poco a poco,
en estos años, se ha conseguido, con la inestimable ayuda de muchos otros a los
que resulta imposible nombrar, dignificar la festividad y hacer de su procesión
algo vivo, porque vivo está Jesucristo en la custodia que procesionamos.
Altares sí, altares no. Oraciones sí, oraciones no; coro sí,
coro no; poemas si, poemas no; carteles organizativos sí o no. Este año música
sí, al siguiente no. Semana eucarística con todo tipo de actividades, incluido el
pregón, qué novedad. Aquí sí tengo que agradecer al Cabildo su apoyo y
entusiasmo. Y le animo a retomarlo en años sucesivos, no debemos perderlo. Y
así, año tras año, dos pasitos para adelante y uno para atrás, pero con
entusiasmo, convenciendo de la bondad de nuestras acciones para la diócesis.
Y llega la pandemia que lo para todo. Y cuando estaba yo pensando
en escribir sobre la oportunidad de ir realizando alguna procesión en la calle,
de las que no producen aglomeraciones para no molestar a las instituciones
civiles, y pensaba quizá el Corpus, que se pueden mantener las distancias entre
participantes (en su mayoría ya vacunados, me atrevería a asegurar) y no tiene
una asistencia masiva de espectadores. Como contrapunto resulta que sí podremos
asistir a un espectáculo-reivindicación organizado por Cáritas en la tarde del
sábado por el centro de la ciudad, «Paseo Arte con Corazón», pero no podremos
tener la presencia del Señor en la calle sin molestar a la restauración (como
indica nuestro obispo en la carta que prohíbe las procesiones) al rodear simplemente el complejo catedralicio. En
esta ocasión, todos quietos en el banco de la Catedral, que es más seguro.
Respetando la autoridad de mi pastor, no puedo compartir su
idea ni su postura y pienso que, con un mínimo de imaginación, un poco de
creatividad, algo de trabajo y con toda la seguridad del mundo, se podría haber
celebrado la procesión del Corpus para que este primer acto de culto público
fuera significativo con la «adoración del Señor» en el Santísimo Sacramento de
la Eucaristía. Qué mejor manera.
Ya no me atrevo a decir cuál será la primera manifestación de
culto público, pero esta era una ocasión magnífica para «volver a una cierta
normalidad» que, sin duda, hemos perdido.
¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Viva y de todos sea amado!
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