«Se discutió bastante la proposición, no faltando pareceres y
opiniones en contrario, y por último se convino en que una comisión compuesta
de los hermanos Bayón, Ambrosio, Fernando Gómez y José García estudiaran bien
el asunto».
El asunto no era entonces si María había sido librada o no del pecado
original, que eso la Iglesia ya lo sostenía como dogma desde 1854, los cofrades
de la Vera Cruz lo venían defendiendo con su mismo título de la Purísima Concepción
desde 1525 y Salamanca ponía a la Inmaculada un rostro bellísimo desde que en
1622 el gran Gregorio Fernández entregara una magnífica talla para la capilla
del Campo de San Francisco, donde latía y late cada año la Semana Santa de la
ciudad.
No, el asunto que refleja el libro de actas se refiere a la junta
general extraordinaria del 18 de marzo de 1945, que fue domingo V de esa Cuaresma.
Se puso sobre la mesa la conveniencia de dotar a la Cofradía de la Vera Cruz de
un hábito para sus procesiones. Los hermanos Bayón y Ambrosio, impulsores de la
propuesta, «manifestaron
que les parecía muy oportuno y hasta necesario para el crecimiento y esplendor
de la Cofradía, sobre todo en cuanto al traje exterior de los hermanos
diputados, que bien pudiera ser túnica, capa y capuchón, según pareciera más
oportuno». Los hermanos de paso ya vestían diferentes
túnicas (léase la revista Lignum
Crucis del año 2014) pero entre
los hermanos diputados, acostumbrados a salir de calle, esta idea no terminaba
de convencer. De hecho, cuando la Vera Cruz por fin tuvo túnica, capa y
capuchón al cabo de unos meses, los diputados con mayor antigüedad que el
acuerdo no estuvieron obligados a revestirse. Por último, el 25 de marzo de
1952, se afianzó la uniformidad entre diputados y hermanos de paso cuando
aquellos dieron el visto bueno a la petición de estos de «hacerse túnicas blancas, con
cíngulos azules y capuchas, no capirotes, para que la Hermandad de Paso vaya
más en armonía con la vestimenta de la Cofradía» (debe recordarse que
la unificación de ambas ramas se produjo en 1985).
Dichos quedan los colores: azul y blanco. Lo estudiaron bien y no
podían haber llegado a otra conclusión que los colores identificativos de la
Inmaculada. Habrá a quien le chirríe vernos a los cofrades de la Vera Cruz en
la noche del Lunes Santo o en la tarde del Viernes Santo marchar de azul y
blanco en una procesión de silencio o en un Santo Entierro, quizá les sorprenda
menos en la mañana de Pascua, pero no se me ocurre mejor manera de expresar
que, si somos cofrades de la Cruz, también lo somos de la Purísima Concepción,
y que no podemos escoger mejor hábito los hijos que el que nos borda nuestra
Madre, como acaso estaba haciendo en su humilde casa nazarena, allí donde el
ángel la encontró.
El saludo de Gabriel, el asombro de María, el anuncio de la encarnación
del Mesías esperado en su seno virginal, el «hágase» de la que se confiesa
esclava al servicio de los planes de Dios… y el ángel la dejó. En unos
instantes se condensa la Historia y se transforma para siempre. Al celebrar la concepción
de María la liturgia nos presenta hoy, a través del Evangelio, la encarnación
de Jesús. Como exponía el cardenal Amigo Vallejo el pasado día 3 de diciembre,
en el pregón con que se inauguraba este IV centenario de la Inmaculada de la
Vera Cruz, la primera sangre derramada por Cristo en la cruz nos remite a la concepción
de María, porque él asumió las espinas para que ella tuviera flores, porque ella
fue Purísima en atención a los méritos redentores del Hijo que llevó en sus
entrañas. ¿A que ya no desentona tanto un cortejo azul en torno a Cristo muerto
y resucitado?
El purpurado pregonero, al inicio de sus palabras, defendió la imagen
sagrada como mediación para la oración, tras tomarse la licencia de atribuir
también a esta hermosa Inmaculada el «¿Dónde me viste que tan bien me retrataste?» del Cristo atado a la columna de Gregorio
Fernández. Precisamente, en sintonía con este planteamiento, consideran durante
estas semanas las hermandades salmantinas, pero también las parroquias y resto
de comunidades, la invitación de la Coordinadora Diocesana de Cofradías a
celebrar el cercano Domingo de la Palabra de Dios (23 de enero de 2022) con el
apoyo de las imágenes sagradas: «La imagen sagrada, el icono litúrgico, representa principalmente a Cristo.
No puede representar a Dios invisible e incomprensible; la Encarnación del Hijo
de Dios inauguró una nueva "economía" de las imágenes. La iconografía
cristiana transcribe a través de la imagen el mensaje evangélico que la sagrada
Escritura transmite mediante la palabra. Imagen y Palabra se esclarecen
mutuamente» (CEC 1159-1160).
A este mutuo esclarecimiento ha contribuido tener durante estos días
tan cerca a la Inmaculada de la Vera Cruz, y deberá hacerlo el programa
conmemorativo previsto para 2022. El acto inaugural del pregón, bien medido y
cuidado, perfectamente acompañado por el Coro de la Santa Vera Cruz, por
desgracia tuvo sillas vacías. Pasa con casi todas las actividades que organizan
nuestras cofradías fuera de la temporada alta, e incluso cuando salen a la
calle. Ocurre también con los aniversarios, por muy memorables que puedan
parecer, y que a menudo quedan como fogonazos aislados después de mucho trabajo
asumido por los directivos y los cofrades más comprometidos. Ojalá este IV
centenario en la Vera Cruz, como otros actos extraordinarios que programan las
diferentes hermandades, se injerte de verdad en la vida cotidiana de los
cofrades, dé nuevo vigor a lo ordinario y sea siembra para un futuro que en la
historia de cada cofradía o de cada imagen encuentra razones para la esperanza.
Todo pasa, así lo creo, por buscar a María allí donde el ángel la
encontró. El sitio de la Inmaculada es la hornacina central del retablo mayor de
la Vera Cruz, pero disfrutarla abajo nos ha ayudado a conocerla mejor como
reflejo de la Madre a la que rezamos, vestida de sol y de azul como Reina del
Cielo que es, coronada por doce estrellas que unen la antigua alianza y la
nueva, unidas las manos en una plegaria infinita por todos sus hijos. El ángel
Gabriel la encontró en la humildad, en la disponibilidad, en la sencillez, en
la alegría, en la plena confianza en Dios… y allí nos conduce la búsqueda en
este Adviento y cada día. Por eso hoy, para los que somos azules y para todos,
es fiesta grande, grandísima, en la Vera Cruz: un Gloria de excepción cantará
junto al coro la asamblea, una casulla azul elaborada y legada por las queridas
Esclavas podrá vestir nuestro capellán don Pedro por especial privilegio de
España en el día de su patrona, una Salve sentida y emocionante podremos
dirigir a nuestra Madre y sus misericordes
óculos alcanzarán a cruzarse con
los nuestros suplicantes mientras el incienso envuelve su hermosa figura,
rodeada de las flores que le hemos ofrecido en gratitud por tanto como nos
auxilia y nos consuela.
¡Ave María Purísima! ¡Sin pecado concebida!
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