Autor: Andrés Alén |
Escribo anticipándome. Faltan dos semanas para el Jueves Santo pero este artículo parece tan prematuro como esas flores que con cuatro gotas nos trajeron la primavera. Este escrito verá la luz virtual de las pantallas en la víspera, recogido ya el Cristo Redentor de la Agonía, tan unido a la poesía y a la cruz. Me toca adivinar desde el limbo profético (que se parece a la inopia), con muy buenos deseos, eso sí, augurar una marcha penitencial esplendorosa del Cristo del Amor y de la Paz en su cincuentenario de blanca juventud. Cinco décadas cruzando el Tormes, el abrazo del Cristo bendiciendo sus aguas y a la ciudad que surgió de sus orillas, sirviendo como entonces de cauterio su sangre a nuestra herida. La más íntima y personal de cada uno, o esta otra actual sobrevenida de pandemia, aislamiento, despedidas y no poderte ver, Jesús, sobre las aguas.
Un jueves consagró el pan como alimento y el vino de la vid, para después hacerse él mismo eucaristía al abrazar la cruz. Eso es lo que conmemoramos, pan nuestro cotidiano en este desfilar de la paz y la alegría austera y silenciosa por saberte vivo. Eso es.
En la última Pasión en Salamanca, decía Alex, el torero tremendista diestro o ambidiestro en rematar la verónica con crujir de cadera, que las cofradías con sus marchas no sirven para nada. Ya digo: tremendista. Pero tiene razón porque no están hechas para servir, aunque se empeñen en convertirlas en vallas publicitarias, propaganda, o banderolas turísticas llena hoteles. Como todas las cosas importantes circundan la meta del material beneficio. La poesía o el arte, todo lo que encierra intensidad y belleza solo encuentran su sentido cuando son vividas, para eso nacen. Alex dice.
Pienso en mi trabajo de artistilla, (pintarrajeo dice mi nieto) y es claro que la inutilidad acecha, pero solo cuando manosea la imitación, la superficialidad o la desgana. Pero si busco el hilo que me lleva el encuentro con lo mejor de mí mismo, ese algo más profundo que parece tocar la túnica del milagro, este aparece lleno de vida otra vez.
Si esta es la inutilidad a ella me abono como forma de respiración.
Este año no estaré por aquí, que hay otras vidas que también me reclaman. Hermosas criaturas de mi sangre en la ciudad que entroniza al Cautivo y lo acerca al mar. Así que este Jueves Santo de amor y paz que en mi casa fue vida durante tanto tiempo, ilusión en mis hijos y fe compartida, estará navegando en aguas del recuerdo, presintiendo el abrazo y deseando que todo vaya tan bien como entonces, que el Cristo colme esta bella ciudad…. Y que no llueva.
0 comments: