Nazareno de San Julián. Viernes Santo. Salamanca,2022
16-05-2022 Tres años después volvimos a
desfilar. Alabado sea el Señor. Fue muy bonito, sinceramente, sentir esa
sensación, tan añorada como casi olvidada, de volver a cruzar el umbral del
templo y encontrar a la multitud expectante por ver de nuevo la procesión. Tras
dos años de tendencia a la parálisis en la vida cofrade, los desfiles en las
calles nos han devuelto muchas cosas.
La primera, constatar que entre
el público había muchas ganas. Increíble el gentío que abarrotaba las calles.
Eso sí que es salud ciudadana, porque con la muchedumbre se mueve la economía y
la ciudad despierta del letargo, que buena falta le hace. La segunda es la
percepción de que, pese a todas las adversidades sufridas, las cofradías han
salvado el complicado año del regreso con bastante dignidad. Es cierto que
unas cuantas, las que ya sabemos, aparecen muy tocadas. Lo estaban antes y
ahora lo exteriorizan un poco más. Pero, en el balance global, las cofradías de
Salamanca han respondido bastante bien al reto que se presentaba. Y la tercera,
ay Señor, que de nuevo hemos vuelto al galimatías circulatorio de los desfiles
coincidentes. Y algo habrá que hacer.
José Adrián Cornejo, en su
momento, afrontó el reto de poner orden en la Semana Santa y le echó valor. El
mismo que le faltó a su jefe cuando le dejó con el tafanario al aire y el «te
apoyo en todo lo que hagas» quedó en un «si te he visto no me acuerdo».
La reivindicación histórica de la Vera Cruz de organizar sus desfiles,
secundada por las otras tres de la General del Viernes Santo, era una patata
caliente que nadie había querido atrapar, porque quemaba mucho. Algún
predecesor se adueñó del desfile hasta el punto de hacerse un hábito de la
propia Junta. Pero Cornejo, con el aval calatraveño, le hinca el diente,
elabora un programa e inicia las conversaciones para que Vera Cruz, Nazareno,
Rescatado y Huerto tengan la capacidad de organizar su propio desfile. Esto
también afectaba al Descendimiento y Encuentro, con su procesión
correspondiente. Pero la disolución-devolución se debía haber hecho en el marco
de una reorganización que pasaba por reubicaciones y mejoras que iban más allá
del Viernes Santo. Pero López no era Tavira y todo quedó en la primera fase,
con su consecuente carajal procesionero.
La tarde del Viernes Santo es el
peor momento, mas no el único. Y da la impresión de que hemos asumido que tiene
que ser así. Pues no señor. No podemos hacer ese ridículo. La Semana Santa de
Salamanca, aunque sepamos el porqué, recibió la escarapela del interés
turístico internacional. Y estos atascos, paradas obligadas de una hora,
perjuicios a quien cumple y todo lo que sigue, no se pueden tolerar. Es
bochornoso para la autoproclamada por los «mandas» mejor Semana Santa del mundo.
Los cargos han cambiado. Ley de
vida. Cornejo, que lo intentó y no le dejaron culminar la reforma necesaria, ya
no está. Tampoco el de la Casa de los Niños del Coro, que aunque siga paseando
por aquí, no decide. Ahora son Hernández y Retana los que deben actuar y dar
una solución al desastre organizativo que, al menos algunos días, caracteriza a
nuestras procesiones. Hace falta mano de hierro enfundada en guante de
terciopelo. Y no sé si la tienen. Lo primero es que el de arriba muestre
interés. Quienes le frecuentan dicen que lo tiene, aunque todavía no lo haya exteriorizado
porque con dos diócesis y una carretera la vida no da para mucho más. Y lo
segundo es, desde la Junta, se asuma que esto no puede seguir así, que la
nuestra no es tan maravillosa como dicen, y que hay que ponerse a trabajar,
comenzando por hacer pedagogía. El ordeno y mando, en el mundo cofrade,
nunca ha servido, salvo que te apellides Tavira.
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