lunes, 4 de julio de 2022

Es mi Huelva una plegaria, es marisma y es Rocío

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 Manuel J. Grilo

Romería del Rocío. El camino | Foto: Rocío Pérez Escudero
04-07-2022

Hace unas cuantas primaveras ya que el que escribe está lejos de su tierra, que es Huelva. Ya saben ustedes, provincia que al sur de la península une España y Portugal. Pero es algo más, créanme. Ahora bien, cómo decirles, no podemos hacer otra cosa que destocarnos, hacer un alto, respirar y tomar prestadas algunas letras de los cantes de la tierra para decir qué es Huelva. Abruptamente, atropelladamente, a cualquier onubense le saldría del alma como definición que Huelva es una plegaria, es marisma y es Rocío.

Es Rocío. El pasado tres de junio doña Cinta Rocha, Hermana Mayor de la Hermandad del Rocío de Huelva, antes de iniciar el rezo cantado de La Salve recordaba que ya eran dos años los pasados sin vivir la romería del Rocío. En aquel enclave tan especial se pararon en su camino los rocieros de la Hermandad e hicieron lo que mejor saben: rezar. Así se reza, gritaba uno de los presentes ante el llanto delante del Simpecado de la Hermandad.

Hablo de la Hermandad de Huelva, del mismo modo se podría hablar de cualquier otra, porque todas son la misma fe. Hace siglos ya que Nuestra Señora del Rocío en su ermita recibe a sus hijos, a lo largo de todo el año, claro, pero es en la víspera de Pentecostés cuando las diferentes hermandades por caminos de arena se acercan a la aldea, se presentan ante la Hermandad Matriz de Almonte. Y comienza la Romería. Mezcla de tradiciones, muchas personas concitadas, muchas esperanzas, y es que entre un millón de almas que por allí pasan esos días de romería seguro hay muy diversas sensibilidades. Queda decir que, en esa multitud aúna la reja, el salto y la procesión. No es ni tiene que ser una vivencia religiosa como la de esta ribera tormesina. Es agitada, es impetuosa, es de romper voz, porque en el «Que viva la Madre de Dios» el rociero se rompe la garganta, y su corazón de desparrama. «Que todo el mundo sea rociero», decía el santo cuando la visitó allá por los años noventa.

No es epítome de manifestación religiosa, pero sí es indiscutible su valor. Decía al principio que lo más apropiado sería tomar prestadas las letras de los cantes de la tierra, hagamos lo mismo en este punto. No olvidemos que san Juan Pablo II en su visita decía que mucho polvo del camino se había pegado, y hay que limpiar. Es aquí cuando nos da un toque de realidad la letra del cante popular que dice: «para ser buen rociero primero hay que ser cristiano». Hasta aquí, y como hijo de la tierra digo: ¡Viva la Blanca Paloma! ¡Viva la Madre de Dios!


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