lunes, 12 de junio de 2023

Algunas razones para dar un paso al frente

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F. Javier Blázquez

Rostro del Santísimo Cristo de la Humildad, pintado por Andrés Alén

12-06-2023

No acostumbro a escribir sobre mí. Quienes siguen mis columnas bien lo saben. Aunque parta en ellas de la experiencia personal es inevitable que así sea, el tema suele ser ajeno a mis circunstancias. Pero creo que en esta ocasión sí debo dar una explicación a quienes por la prensa supieron que el pasado 20 de mayo, encabezando un grupo de nueve hermanos muy competentes y experimentados, la asamblea general de la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad nos daba su confianza para dirigir, durante los próximos cinco años, los destinos de la institución. Falta, como es preceptivo, que el obispo reverendísimo nos considere idóneos para tal servicio y ratifique, vía decreto, el nombramiento. Hasta ese día, así debe ser, nadie ejerce en su cargo respectivo.

Quienes me conocen saben también que en mi pensamiento nunca estuvo presidir ni formar parte de directivas cofrades. Ya pasé, hace décadas, por la efímera experiencia de una vocalía en la Cofradía del Yacente o, desde la periferia, por la presidencia de la Tertulia Cofrade Pasión, las otras dos instituciones que forman parte de mi vida semanasantera. Mi sitio en la Semana Santa, entendía, estaba en otro ámbito. El de la cultura, las publicaciones, la opinión fundamentada… Pero esta trayectoria queda ahora jalonada con una decisión que, de manera discreta y silenciosa, ha sido largamente meditada. Y ya está. No hay marcha atrás. Salvo que el prelado excelentísimo considere que no somos idóneos y descarte la confirmación de la propuesta que le ha hecho la asamblea de la Hermandad Franciscana.

Las razones para haber dado este paso, como ya transmití a los hermanos presentes en la asamblea del 20 de mayo, se circunscriben a dos palabras: responsabilidad y lealtad. El actual hermano mayor, también fundador, José Manuel Ferreira, había renunciado al segundo mandato al que por normativa todavía podía optar. Con él, en un gesto sin precedentes en nuestra historia reciente de las cofradías salmantinas, todos los miembros de su junta directiva, en un alarde de desapego a los cargos, decidieron cesar junto a él en sus funciones y no postularse para ninguna otra responsabilidad.

No quedaba más remedio, por tanto, que alguno de quienes compartimos junto a Manolo Ferreira la apasionante aventura de fundar una cofradía de Semana Santa, diera ese paso al frente, necesario para afianzar el proceso de consolidación, manteniendo el singular carisma y el ideario que la caracterizan. Y por mucho que estuviera presente la tentación de pedir que el cáliz fuera apartado, al final no quedaba más remedio que apurarlo, hasta las heces si el caso lo exigiera. Es el sentido de la responsabilidad. Igual que la lealtad hacia el fundador, más hermano que amigo, compañero en mil batallas por la Semana Santa y en no sé cuántos otros espacios ajenos a ella. Por él incumplí mi propósito de pertenecer exclusivamente a una cofradía… Había repetido hasta la saciedad que era de una y estaba al servicio de todas. Y hubo momentos en los que por pura lógica debí haber pasado a integrar, si no las filas, al menos las listas de bastantes: Amor y Paz, Jesús Rescatado, Vera Cruz, Cristo de la Agonía, Oración del Huerto… Son ya muchos años en este mundo tan querido.

Sin embargo, cuando Manolo Ferreira emprendió la fundación, convencido apasionadamente de la urgencia de colaborar con Tierra Santa, a través de la Custodia Franciscana, aprovechando la proyección pública que aporta una cofradía penitencial… No podía quedar al margen, no podía dejar en la estacada a quien tanto quería. Y ahí estuve, rompiendo con uno de los pocos principios que había logrado mantener incólumes en el azaroso transcurrir del tiempo. La lealtad, a una persona, a una idea, a un proyecto, pesaron más que las otras consideraciones. La vida es, a fin de cuentas, un continuo reconsiderar.

La decisión nos lleva ahora a cuidar a una institución humilde pero muy bien asentada ya, pese a su corta existencia. A custodiar con esmero, con dedicación, conscientes de que, pese a ser la hermandad más pequeña de Salamanca, posee un tesoro muy valioso. Resulta increíble la resonancia que su mensaje ha tenido fuera de nuestra ciudad. Es un legado que debe preservarse e incrementarse en la medida de lo posible. Por estas y otras muchas razones, damos gracias sinceras a quienes han regido la hermandad durante los últimos años, que han conseguido mucho más de lo que en un principio se pensó. Manolo, José Fernando, Paulino, Isabel, las dos Anas, Iglesias y Fernández, Pepe, José Luis y Roberto han hecho un trabajo extraordinario y han dado una lección de generosidad al mundo cofrade. Y, ya de una manera más personal, estoy obligado a agradecer de todo corazón a quienes, sin ninguna pretensión que vaya más allá del servicio a la hermandad, han ofrecido su tiempo, talento y esfuerzo para acompañarme en esta responsabilidad que, suponemos, en breve comenzaremos a ejercer. A Carlos, Charo, Esteban, Quico, Montse, María José, Maite y Vidal, muchas gracias por vuestra disponibilidad.

Post data. Escrita ya la columna, también en este espacio digital pude leer, el pasado viernes, a mi querido Félix Torres. Consideraba el mismo asunto desde otra perspectiva. La suya, como no puede ser de otra manera. Me llegaron al alma sus palabras. Siempre las recordaré. Siempre las agradeceré. 

 

  

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