lunes, 25 de septiembre de 2023

De la devoción al Justo Juez

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F. Javier Blázquez

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25-09-2023

Las casas antiguas suelen deparar sorpresas, como ha sucedido con una que construyó y habitó un indiano en Valdecarros, Salamanca, y recientemente han adquirido Eduardo Vicente y Rocío Sánchez. En ella, entre un montón de muebles bien trabajados y otros enseres propios de las casas de labradores, apareció un cuadro con la representación de un tema muy poco habitual por estos lares. Pese a lo inexorable del paso del tiempo y el abandono, su conservación es no obstante aceptable y con una limpieza y restauración de los soportes podría lucir mucho más. Los nuevos propietarios, con buen criterio, lo han preservado del triste final que el destino depara a estas antiguallas con tanta frecuencia, el contenedor.

La pintura, en concreto, es una grisalla sobre cartón en la que se representa a Cristo crucificado con uno de los arma Christi más completos que puedan encontrase. Es un dibujo muy correcto, que revela sin duda la pericia técnica del autor. El número de los instrumentos de la Pasión (arma Christi) varía en función de las fuentes que se tomen como referencia y no siempre son los mismos, aunque en las enumeraciones más completas no pasa de treinta y cinco, que ya está bien. Hemos dicho enumeraciones, que no representaciones, pues en ellas el promedio suele sobrepasar por poco la decena, variando siempre los elementos.

En este caso distinguimos hasta veintiséis atributos, que agrupados temáticamente son la antorcha, la espada de san Pedro y los bastones, para el prendimiento; las treinta monedas, el gallo, la linterna y la soga para la prisión; la columna, las varas, el flagelo con uñas, la caña del escarnio y la corona de espinas para la flagelación y presentación al pueblo; la palangana y jofaina del lavatorio de Pilatos en el juicio; el lienzo de la Verónica en el camino del Calvario; los dados, la cruz, clavos, martillo e INRI para el expolio y crucifixión; la lanza, la escalera, las tenazas para la muerte y desenclavo; la Luna del eclipse y las alegorías de la serpiente, la manzana y la calavera. Estos símbolos, en la base de la cruz, recuerdan que por el pecado, representado con la manzana, triunfó el mal y llegó la muerte. Precisamente en el monte Calvario estaba enterrado, según la tradición, el primer hombre, Adán. La sangre del crucificado cayó sobre la calavera y con ella quedaron abiertas las puertas de la vida eterna.

Sin duda, este tipo de representaciones nos lleva a una reflexión muy típica del Barroco, centrada en la dualidad de la vida y la muerte con el trasfondo de la salvación que llega por medio del sacrificio del Cordero que es el Cristo. Este cuadro es una copia de una obra anterior, difundida profusamente mediante grabados y que, sobre todo en la América hispana, se ha expandido con relativo éxito al asociarlo a la devoción apócrifa del Justo Juez. La procedencia americana del antiguo propietario concuerda con la presencia de esta obra en la casa de Valdecarros. La devoción ha perdurado en el tiempo y durante los últimos años incluso se han llegado a fabricar figurillas de resina sintética con el motivo central de esta escena.

El Justo Juez es invocado en numerosas ocasiones, casi siempre al sentirse uno maltratado o perseguido. El momento iconográfico para ilustrar las oraciones sobre las que se asienta la devoción debería ser, por tanto, el del proceso a Cristo y, de hecho, en algunas estampas aparece el tema del Ecce Homo, aunque la imagen que mayoritariamente se ha impuesto es esta que hemos encontrado en la pintura de Valdecarros. La impetración de la justicia ante la iniquidad encuentra su consuelo ante el momento supremo de la redención, el del Calvario, con las armas del suplicio y el dolor que, finalmente, se convierten en el símbolo del triunfo definitivo.   


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