Ya hace algunas semanas que había pensado comenzar la temporada de opinión en la Tertulia con un artículo parecido a este, así, haciendo amigos, pero desgraciadamente la actualidad nos arrolla y esta vez con su peor horror. Al cruzar los datos, ninguna sorpresa, era jugar sobre seguro. Es la triste realidad que les paso a exponer.
Corría el año ya lejano de 2015, época de
ebullición de la entonces llamada «nueva política». El grupo Podemos ha
obtenido diez escaños en las cortes de Castilla y León. Son gente de paso en la
política, quieren cambiar las cosas, con un ideario que entre unas cosas y
otras no acaba de estar del todo claro, pero en el que sobresale la idea de
acabar con «la casta». Al frente de esos diez procuradores está Pablo
Fernández, lo ratifica en su primera toma de posesión como procurador: «sí
prometo para poner las instituciones al servicio de la gente».
Pasa que la gente es una palabra tan
amplia como vacía y en seguida se ve que por entre sus amplios entresijos se
pueden colar, o caer, muchas cosas por el camino.
Ya llamé la atención sobre ello aquí mismo
‒¡me parecía que fue ayer y fue ya en el año 2017!‒ sorprendido cuando Ganemos
Salamanca (que no era exactamente Podemos, pero sí contaba con su apoyo y, de hecho,
varios miembros entre los concejales electos de la formación) se negó a apoyar
la concesión de la Medalla de Oro de Salamanca a la Junta de Semana Santa. Pero,
¿qué pasa aquí? ¿Que las personas de las cofradías salmantinas no serán gente?
«...se sigue buscando la manera de ignorar
que en los bancos de las iglesias, en las filas de los besapiés, en las
romerías, al otro lado de los respiraderos –hombro con hombro‒, en la paciente
espera de la acera lo que hay ante todo y sobre todo es gente. Gente que por
llevar una cruz colgada al cuello o tatuada en el corazón no ha dejado de valer
tanto como cualquiera», escribí.
Ocurre que han pasado los años y la etapa
reformadora de Pablo Fernández también se alarga un poco y ahora, además de ese
escaño en las Cortes en el cómodo Grupo Mixto, suma su condición de coportavoz
estatal o plurinacional o federal o lo que sea de Podemos y aunque es verdad
que apenas ya viene por aquí, se puede seguir el rastro de sus pensamientos a
través de las redes sociales.
El 14 de septiembre se «viraliza» un vídeo
del traslado de la patrona de la localidad sevillana de Cantillana, la Divina
Pastora, para ser sacada en procesión. En su recorrido por la iglesia, al paso
de la imagen se escuchan «¡reina!», «¡guapa!» y exclamaciones de este tipo en
medio de la emoción de los presentes.
Ocurre que al coportavoz estatal o
plurinacional o federal y servidor de la gente de Castilla y León esa expresión
de religiosidad popular le estomaga y decide publicar uno de esos mensajes
plenos de superioridad moral (uno se pregunta dónde mana esa fuente inagotable)
y escribe: «España, 2023».
Yo he visto el vídeo unas cuantas veces y
aseguro con la mano en el corazón que no veo nada malo. Devoción como a cada
uno y una le sale del alma. Allí no se insulta a nadie, no se hace nada malo.
Un pueblo cumple con su tradición y se emociona. No hay más.
Ocurre que vivimos en épocas trágicas y
turbulentas y como no hay suficiente dolor en el mundo estos días se desata
otra carnicería en Oriente. Un asunto muy, muy complejo el de la cuestión entre
Israel y Palestina en el que los brochazos gordos solo pueden tomarse desde la
prevención.
Pero el caso es que la incursión de Hamás
en el sur de Israel deja imágenes angustiosas, demoledoras, como las que dejará
sin duda la respuesta de la máquina de guerra de Israel en los próximos meses.
No se trata de eso, no. Se trata de imágenes en las que, en nombre de Dios, de
su Dios, se cometen todo tipo de atrocidades. Uno de los más sobrecogedores es
en el que un grupo de milicianos secuestran a una chica muy joven, con síntomas
de haber sido repetidamente violada y la introducen en un jeep mientras gritan
una y otra vez «Alahu Akbar». Dios es grande.
Escribe el señor Fernández, con el aplauso
de muchos, por cierto: «décadas de ocupación y genocidio de Israel en Palestina
con la complicidad y silencio de buena parte de la comunidad internacional que
hoy alza la voz. Viva Palestina libre».
Metralleta y pistola en mano ahí se puede
gritar lo que se quiera, secuestrando a civiles o lo que sea y Alá es grande y
viva Palestina Libre. No comparen con decirle guapa a una imagen. A veces me
cuesta mucho entender este mundo, aunque en este caso hay una cosa clara. Yo,
igual que la mayoría, igual que en 2015 sigo siendo gente. Hay quien ya es pura
y dura casta.
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