viernes, 17 de noviembre de 2023

Faltan los cofrades

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Paco Gómez

Hermandad del Silencio | Foto: Pablo de la Peña

17-11-2023

La maquinaria de la Semana Santa 2024 se va poniendo poco a poco en marcha. Ya tenemos desveladas dos de las cuestiones que más expectación suscitan. Una buena foto del compañero de La Gaceta, Manuel Laya, será el cartel (ya lo es, de hecho) y Ana Hernández tendrá en sus manos un más que prometedor pregón. Hemos tenido salidas extraordinarias (¡qué extraordinario y emocionante fue ver partir a Jesús Flagelado de día!), rosarios en medio de una inoportuna, aunque bendita, lluvia, exposiciones… y eso que no hemos pasado aún las Navidades.

Pero para lo que definitivamente son propicias estas fechas en las que el año en curso declina es para hacer balances y recuentos. La Diócesis hacía lo propio este mismo mes, con referencia a lo ocurrido en el año 2022, en un ejercicio de transparencia y esfuerzo comunicativo que es de agradecer a nuestro obispo.

En una presentación pública acompañado de la ecónoma y del delegado de Patrimonio, José Luis Retana daba a conocer a los medios de comunicación la síntesis numérica de lo que hoy es la Iglesia en Salamanca: 411 parroquias, 189 sacerdotes, un seminarista, 582 catequistas, 17 monasterios, 874 religiosos, 229 monjas y monjes de clausura, cinco diáconos permanentes, 143 misioneros, una familia en misión y 619 voluntarios en la actividad caritativa en 28 centros contra la pobreza y tres centros para menores y jóvenes.

¿Echan ustedes algo en falta? Igual se hacen la misma pregunta que yo: ¿y los cofrades no cuentan? Resulta que las tan traídas y llevadas Normas Diocesanas, aprobadas por decreto del anterior prelado, Carlos López, señalan rotundamente que su objetivo es «contribuir a la inserción eclesial» de las cofradías, objetivo que se concreta y se hace norma a través de una larga retahíla de artículos (70, con sus respectivos subapartados) a los que tampoco da la sensación de que se haga, en general, gran caso.

Así que en esas estamos. La Diócesis repite una y otra vez el reconocimiento al «inmenso potencial» de las cofradías ‒la evidencia es que sus actos y cultos no dejan de ser un rayo de esperanza en un páramo de misas y liturgias cada vez menos concurridas‒, pero cuesta dar ese paso para considerarlas total y plenamente iglesia.

Aunque el actual prelado lo tiene bastante más difícil que su antecesor a la hora de participar en actos y citas cofrades, sería injusto no reconocer que tras años de abandono de las congregaciones en estos momentos hay una mayor voluntad de presencia y acompañamiento, dentro de lo humanamente posible (ahí está, por ejemplo, su recibimiento a los representantes de las juntas de Semana Santa de Castilla y León reunidos en Salamanca hace unos días).

Pero hay que seguir dando pasos. No se puede remarcar el sometimiento de las hermandades a la autoridad episcopal y luego dejarlas de lado con gestos como este. Iglesia para lo bueno y para lo malo, para el aplauso por lo que se haga bien y para la regañina por lo que no tan bien. Pero Iglesia. Y eso significa entrar en los balances y contabilidades. En el caso de este último presentado este mes, igual que nos ha permitido resolver una duda que nos corroía desde hace años, que la Catedral saca arriba o abajo unos 3 millones de euros al año por las entradas, también nos situaría ante el volumen real de cofrades al día en el pago de cuotas. Cierto es que eso también conlleva un ejercicio de transparencia de las cofradías que no siempre se está dispuesto a hacer. Al final lo mismo nos llevábamos un susto.

 

 

 

 

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