viernes, 10 de noviembre de 2023

¿Semana Santa? Por todas partes

| | 0 comentarios

 J. M. Ferreira Cunquero


Piedad. Riaza | Foto: M.C. Leonís

10-11-2023

 

Vaya por donde vaya compruebo una y otra vez cómo la Semana Santa procesional, la de siempre, la que peina siglos y añadas en el corazón de las buenas gentes, mantiene vivas sus resonancias imperecederas en los templos de cualquier lugar del país.

Si hace apenas dos meses volvía a disfrutar contemplando las imágenes de Chipiona, ahora vengo de descubrir las segovianas, con la promesa personal de volver algún día a encontrarme con la excelsa Piedad que brilla con luz propia en la iglesia de Riaza.

Una escultura que inmediatamente la encajas entre las que permanecerán para siempre ocupando un lugar preferente en el recuerdo. No hace falta leer que pudo ser atribuida erróneamente a Gregorio Fernández o a Juan de Juni. La propia imagen supera ese comprensible interés por desentrañar quién fue su autor, al atraparte el abrazo sereno de su belleza.

La miras y ves, callas y escuchas. Una imagen que te habla (como diría mi admirado capellán Tomás Gil) porque logra penetrar el corazón de los sentidos, más allá de fetichismos o pobres y lamentables estímulos paganos de andar por casa.

Pero es, en la misma iglesia segoviana, donde otra escena me hace abrir una página del pasado, para desbrozar recuerdos cofrades que me obligan a valorar y sentir cómo el tiempo pone las cosas en su sitio, mientras se olvidan protagonismos personales y batallas que solo sirvieron para encarnizar disputas y afrentas, que deberían ruborizarnos si es verdad que somos seguidores de Cristo.

Evito contar la historia desde la raíz porque ya no vendría a cuento restregar ampollas o punzar heridas y mucho menos dar o quitar razones, cuando ya nadie tendría el menor interés en conocer aquel altercado que vivimos entonces como un auténtico drama.

El caso es que, el Yacente que reposa a los pies de la Virgen de la Soledad de Riaza ha vuelto a descubrirme que aquel desencuentro, entre la Cofradía del Yacente y la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz, sirvió para que las dos importantísimas instituciones semanasanteras del Jueves Santo salmantino lograsen (desconozco si por intervención divina) dar con dos de las mejores y más interesantes claves de la religiosidad popular de aquel tiempo, de este y del que vendrá.

Mientras que la Cofradía de la Catedral descubría que el poderío imaginero de la talla del Cristo de la Agonía Redentora, frente a cualquier otra imagen, era y es insustituible, la Hermandad del Señor de los Arrabales encontraba el mejor hogar que podía tener su Cristo Yacente.

La imagen del Cristo de la Liberación, por los años de los siglos que vengan, será compaña de difuntos y consuelo de familiares que, ante ella, buscarán unirse, por medio de la oración, a los suyos. El Yacente del Cementerio (así me gusta llamarlo) nos recuerda que fue hombre como los hombres y que en el beso de la muerte, principia a escribirse el latido de la vida que sostiene como fundamento principal la fuerza de nuestra fe.

Al abandonar la iglesia riazana valoro lo importante que ha sido, en la constitución histórica de nuestra tierra, esa religiosidad popular que entronca con el marchamo cristiano que, ignorado y maltratado estos días por quienes tenían que protegerlo, fue fundamento de las estructuras culturales y sociales que forjaron sin ninguna duda lo que somos y tenemos.

 

0 comentarios:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión