Me sorprendió su designación. Es verdad que su nombre estaba en la agenda, pero no pensaba que fuera este el momento. Son tres periodistas entre los cuatro últimos y las quinielas se rellenaban pensando en otras cosas.
Como no podía ser de otra manera,
me alegré mucho al saber que Ana Hernández pregonará el anuncio de la Semana
Santa salmantina en 2024. Por lo que he hablado con otras personas, la sorpresa
fue generalizada. Hace diez o doce años se hubiera contemplado con toda
naturalidad, puesto que Ana había sido durante casi dos décadas la imagen
televisiva de nuestras procesiones de penitencia. Pero por cuestiones profesionales,
al dejar la televisión local, se alejó de la primera línea. Por ahí han ido,
precisamente, las escasas pegas que surgieron cuando la noticia saltó a los
medios.
Creo, sin embargo, que Ana Hernández reúne todas las cualidades que se le piden al pregonero. En varias ocasiones me
he referido a ellas. Y salvando las personales que se dan por hecho, su
conocimiento del fenómeno cofrade es incontestable. Con ella, la televisión
comenzó a retransmitir las procesiones y a su magacín fue incorporando, con esas
maneras cercanas y desenfadadas que le caracterizaban, la actualidad del mundo
cofrade. Conocía como pocos los entresijos, avatares y hasta chismes
relacionados con las cofradías, porque en los previos e intermedios de las
grabaciones en el estudio, o los directos desde la furgoneta de la unidad
móvil, había mucho tiempo para las confidencias. Con ella era fácil confesarse.
Su trato amable, cálido, cómplice incluso, lo suscitaba de forma natural.
Además, el tiempo y el esfuerzo que dedicaba a la Semana Santa, igual que a los
otros sectores sobre los que debía informar, era digno de resaltar. Preparaba a
fondo los guiones, se documentaba, preguntaba, aseguraba siempre que todo
quedara bien. De esta forma, con el paso de los años acabó siendo una experta en
desfiles, imágenes, tipos y costumbres del mundo cofrade. Y con criterio,
porque lo había interiorizado y hecho suyo.
Nadie puede discutir el cariño
que mostró hacia las cofradías y sus gentes. Después llegó el cambio
profesional y la Universidad le resta presencia pública y el distanciamiento
profesional de la Semana Santa, pero no el personal. Los afectos habían quedado
ya demasiado arraigados. Ella ha seguido asistiendo a los desfiles, ahora desde
la acera, mantiene el contacto con muchas de las personas que conoció, está al
tanto de todas las novedades, aunque ya no informe sobre ello porque su
cometido es otro... Sigue estando, aunque no la veamos en la tele.
Los pregones hay que oírlos, y
leerlos después, para juzgarlos. Es cierto. Pero cuando se está en este mundo y
se sabe de las personas, se pueden anticipar muchas cosas. Más en este caso, en
el que el conocimiento del hecho y la capacidad para la comunicación son
notorios. Si el cariño existe y desde dentro se ha vivido con intensidad, durante
tanto tiempo, aquello que se cuece en el ámbito de las cofradías y sus desfiles,
las dudas se disipan. El pregón será bueno y nos tocará el corazón. Quienes
compartimos con ella tantas horas en las retransmisiones televisivas y sabemos
todo lo que Ana lleva dentro, estamos muy tranquilos y tenemos la certeza de
que va a ser así, como casi siempre en los últimos años. Un pregón para
recordar.
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