El
aliento y la creación de equipos de laicos, consagrados y sacerdotes son un
fuerte impulso para la evangelización en los diversos organismos diocesanos,
delegaciones, arciprestazgos, unidades de pastoral, parroquias… En ellos han de
compartir y vivir su vocación específica orando juntos y compartiendo la fe;
viviendo el ejercicio de la comunión y de la corresponsabilidad; y buscando
caminos de misión compartida en los distintos ámbitos eclesiales, siendo así un
verdadero estímulo para la evangelización.
La
Asamblea Diocesana de Salamanca, en sus orientaciones aprobadas en el otoño de
2016, abordaba la renovación estructural a partir de unas «propuestas con la
mirada puesta en las personas». Eran dos: aliento y creación de equipos, antes
citada literalmente, y que los laicos adquieran mayor responsabilidad en la
diócesis. Desde la particular perspectiva cofrade esto podríamos comprenderlo
bien, incluso mejor de lo que lo hacemos: nuestras asociaciones son
eminentemente laicales y tienen algo, o mucho, de equipo, palabra que nos
llega, por vía francesa, del nórdico skip, barco, así que pese a sus
resonancias más deportivas o técnicas, no desentona del todo en la singladura
de la barca de Pedro, con sus redes siempre en reparación y las tormentas al
acecho.
Si
concebimos como un equipo al conjunto de miembros de nuestras hermandades,
generalmente pequeñas, siendo escaso el número de los cofrades más
comprometidos, o al menos enterados, en el día a día, más preciso podría ser el
término para describir a sus juntas directivas o de gobierno. Cargos mayores,
se entienden los cuatro principales de presidencia y vicepresidencia,
secretaría y tesorería, junto a otras vocalías en consonancia con los fines y
tareas de la hermandad: cultos, formación, caridad, juventud, patrimonio, etc.
No resulta fácil conformar estos equipos en tiempos donde el compromiso con una
asociación de la Iglesia es vocación infrecuente. Dado ese primer paso, la
constancia en el empeño es otro reto, de forma que el equipo conserve su
equilibrio, si lo tuvo al nacer, o lo vaya logrando, si los inicios fueron más
bien atropellados. No es raro que un directivo se descuelgue, que otro se
desmarque, que al de más allá le surja un imprevisto, que se precipite un
conflicto entre dos de ellos… La capacidad de adaptación y la habilidad para
armonizar que tenga el que encabeza el grupo, junto al esfuerzo del resto,
ayudarán a que el equipo supere o incluso salga reforzado ante circunstancias
inesperadas pero más que esperables. Y también, la conciencia de estar en «servicios
de gobierno y comunión», como se definían en el cartel del Curso de
Formación para Cofrades celebrado el pasado 25 de noviembre, que anuncia
siguiente edición para el 18 de mayo de 2024.
Durante
dicho curso, el vicario general de la diócesis, Tomás Durán, presentó el texto Las cofradías, una gracia eclesial. Decálogo para vivirlas. En su brevedad, compendia todo lo esencial; en su
calidez, aprecia lo bueno de las cofradías sin dejar de alertar sobre algunos
riesgos; en sus bonitas palabras, invita a demandar desde las más altas
instancias diocesanas hechos concretos. Entre otras afirmaciones, se refiere a
las cofradías como «escuelas de humanidad y amistad: las actividades de sus
sedes; los espacios de encuentro y diálogo en ellas, tan necesarios hoy; sus
comidas de hermandad; la convivencia sin rivalidades y enfrentamientos,
evitando rencillas y sumando opiniones y sensibilidades; la preocupación por
los hermanos que pasan por dificultades familiares, laborales, de duelo…» y
viene a considerarlas «realidades sanas de vida compartida y concordia».
Obviamente, todo esto, en el punto noveno, al servicio de la finalidad que da
sentido a las cofradías, como expresión concreta de la vocación bautismal. En
este mismo contexto de comunión y servicio se comprende el equipo apostólico de
la Coordinadora Diocesana de Cofradías que contemplan, junto al consiliario
general, las Normas Diocesanas de Cofradías.
Respaldarlo en sus trabajos, alentarlo, por usar las mismas palabras de la
Asamblea, sería cumplir con el mandato que entonces la comunidad diocesana
planteó y el obispo decretó a modo de directorio pastoral para la Iglesia de
Salamanca.
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