lunes, 18 de diciembre de 2023

Maranatá

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 Paulino Fernández

Navidad

18-12-2023

 

El frío decembrino que comienza a llamar a la puerta de los monumentos de arenisca es una señal inequívoca de que llega, una vez más, el crudo invierno.

Y el inicio del invierno, ya en el año litúrgico, conlleva la llegada del tiempo del Adviento; del tiempo de preparación para la venida del Mesías. El tiempo de la conversión interna para recibir al Señor. El tiempo que nos recuerda la tensión entre la venida gloriosa ‒al final de los tiempos‒ y la venida humilde en la carne ‒en la plenitud de los tiempos‒ de nuestro Salvador y nos prepara para ambas. El tiempo, en definitiva, en el que exclamamos, con mayor vigor si cabe, esa expresión aramea que, reflejada en el título de este artículo, significa «ven, Señor».

El Adviento, como preparación para su venida, se articula en torno a cuatro personajes capitales: Isaías, san Juan Bautista, san José y la Virgen María. Y la actitud y labor de cada uno de ellos nos resulta una pista fundamental para que este tiempo litúrgico sea provechoso y nos permita convertirnos completamente para acoger su llegada.

Así, en primer lugar, de Isaías hemos de aprender la audacia y la valentía para anunciar siempre y en todo lugar al Mesías. Desde su venida en la carne hasta su padecimiento y triunfo glorioso. Pero, sobre todo, de Isaías hemos de imitar el tomar una actitud proactiva, no conformándonos con esperar con los brazos cruzados: «En el desierto preparadle / un camino al Señor; / allanad en la estepa / una calzada para nuestro Dios».

Por su parte, de san Juan Bautista hemos de descubrir cómo abajarnos y disminuirnos para que se reconozca al Señor. Que aprendamos a vaciarnos de nosotros mismos para que brille el Señor. Como dice el texto joánico, en palabras del Bautista, «Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar».

Respecto a san José, se nos invita a imitar su condición de justo; como lo mostraba el texto mateano. La consideración de san José como «justo» no es una evocación del concepto humano; si no que nos dirige a la aceptación de la Palabra de Dios y a seguir el proyecto que Dios ha diseñado para cada uno. En este tiempo, estamos llamados a la meditación y aceptación; a la contemplación de los misterios divinos y a un recogimiento interno que nos sitúe en sintonía con el acogimiento del Señor cuando viene a nosotros.

Finalmente, de María, nuestra Madre, se nos llama a conocer e imitar su aceptación del plan divino y su entrega a Dios sin reservas ni paliativos; depositando totalmente nuestra confianza en él. A aprender a decir «sí» a los planes que Dios nos reserva, a no tener miedo a decir «he aquí la esclava (o el esclavo) del Señor». En definitiva, a prepararnos, con y desde la oración, para aceptar la voluntad de Dios.

En resumen, la Iglesia nos pide que nos preparemos para la venida del Señor. Y esa preparación no pasa por luces ni por villancicos. No, el Adviento se vive vaciándonos de nosotros mismos, anunciando al Señor, sometiéndonos a su voluntad y asombrándonos con sus misterios.

En estos días de Adviento, que recientemente ha comenzado, hemos de mirarnos en estos personajes que la liturgia nos recuerda, y aprender a imitarlos para que nuestro corazón se prepare, año a año, para la venida del Señor.

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