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15-01-2024
Esos calendarios que van restando días para el Domingo de Ramos ya han sacado en las decenas del sorteo el número 6 y en un mes habremos ya dejado atrás el miércoles de ceniza. Qué pronto pasa todo y qué temprana viene este año la Semana Santa.
Estamos ya en una vorágine de reuniones, algún acto tempranero, pero sobre todo ya hemos comenzado con las primeras reuniones de hermanos de carga e incluso ayer ya me encontré con un ensayo. Me pregunto hasta qué punto las motivaciones son religiosas, que las habrá, cada uno sabe lo que lleva en su corazón. Pero intuyo que también puede existir un cierto componente de moda o incluso ser entendido como un nuevo deporte, casi como un propósito de año nuevo más. Este año saco este o aquel otro paso, como experiencia… Una más de tantas que se viven y se enseñan, pues si no, no se han vivido. Hoy la vida son experiencias que pasan y hay que probarlo todo.
Después de más de treinta y cinco años debajo de los pasos, e incluso al frente de uno, experiencia no me falta, y algo conozco de este mundo de los de abajo.
Y ese puede ser el problema, que hagamos un mundo abajo, aparte, segregado, desconectado de todo y de todos, que solo se dedique a andar. Existe el riesgo cierto de crear una impermeabilidad en la tablazón que no permita que cale el mensaje del que llevamos en la parte de arriba, que es lo importante y a lo que salimos a la calle.
Y esta impermeabilidad depende de nosotros, de nuestra disposición, de nuestra preparación (no solo en los ensayos) que culmina en la procesión. Y esto, queridos cofrades, se llama Cuaresma. Eso son los verdaderos ensayos para preparar ese calado fino pero continuo que se debe producir a través de esos canales que hemos abierto en cultos, en celebraciones de sacramentos, en besapiés, en oraciones, en viacrucis (no necesariamente por la calle) y que nos empapen en la procesión, para salir de ella como acto penitencial que es, renovados en Jesús y María y en el compromiso de ser mejores seguidores de ellos.
Ninguno somos santos ni inocentes. A lo primero aspiramos, de lo segundo nos separa el pecado, pero somos libres para decidir, en estos tiempos de tremenda secularización, participar en una hermandad, salir en una procesión y, de forma singular y privilegiada, meternos debajo de un paso. Debe ser una oportunidad y una exigencia de encuentro con el Señor y con su Madre, que vivifique nuestras vidas y le dé sentido cristiano, también el resto del año.
Que desde el primer ensayo hasta que las imágenes vuelvan a sus templos, sepamos con total claridad dónde estamos y a qué vamos. Que tengamos esa disposición a ser calados por lo que llevamos arriba, si quiera un poquito. Que aquel que se acerque sin fe, la encuentre. Y que aquellos que somos más duros de corazón lo notemos reblandecido y feliz el domingo de Pascua.
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