Giorgio Agamben
escribió un texto bastante corto ‒tan solo tiene doce páginas‒ que se titula ¿Qué es lo contemporáneo? Allí nos viene
a explicar que lo contemporáneo, o bien que ser contemporáneo, significa lo
intempestivo, es decir ir contracorriente y no a favor de la misma. Es labor de
cada uno desvelar los aspectos de oscuridad que se esconden tras una
deslumbrante luz plagada de nuevos descubrimientos o inventos que hace poco
tiempo nos parecerían increíbles.
Ello me ha recordado
los primeros años que desfiló en Salamanca la cofradía del Cristo del Amor y de
la Paz, auténtico revulsivo de una Semana Santa venida a menos, cuando esta
cofradía fue capaz de enganchar de nuevo a una juventud que parecía alejada de
este tipo de manifestaciones.
Utilizo la palabra
manifestación porque quizás es la que mejor se adapta a esos primeros años de
la cofradía, cuando los hermanos portaban carteles sacados de textos del Nuevo
Testamento que trataban de remover el alma y la conciencia de aquellos que en
la calle observaban el desfile procesional.
No eran para nada
frases ofensivas, no se referían en concreto a ningún tipo de situación moral o
política, pero eran pequeños textos que hacían reflexionar a la gente que los
veía.
Los primeros años
fueron bastante duros. La situación política era completamente distinta de la
que tenemos ahora, pero algunos de los miembros de la hermandad fueron citados
en el cuartelillo, para declarar, porque los hermanos de la cofradía portaban
frases sacadas del evangelio. A cualquiera que se lo cuentes le parecería
increíble. Es más, creo que pocos jóvenes serán capaces de entenderlo.
La fundación de la
Internacional Situacionista se produjo en el año 1957, muchos de sus miembros y
su principal cabecilla, Guy Debord, venían del letrismo, un movimiento cuya
seña de identidad era escandalizar al público con vistas a conseguir un
objetivo, posiblemente político. Los situacionistas decían una frase que
siempre me ha llamado la atención: «El
arte debe estar al servicio de la revolución». La mejor manera de representar
esta idea se produjo durante la revolución del mayo francés en el año 1968,
cuando miles de estudiantes, a los que se unieron varios huelguistas de
diferentes fábricas, fueron capaces de paralizar el país para pedir unas
mejores condiciones de vida y de trabajo. Muchos de ellos portaban pequeños
carteles donde se podían leer frases que aludían a vida cotidiana y rezaban: «Prohibido
prohibir», «Sed realistas, exigid lo imposible», «Somos demasiado jóvenes para
esperar», «La imaginación al poder» o «Pensar juntos, no. Empujar juntos, sí».
Ahora me pregunto,
reflexionando sobre el momento en que vivimos, si no tenemos nada que
reivindicar, si algunas procesiones de Semana Santa no tienen nada que decir
sobre las situaciones de desigualdad que vivimos, si las frases del evangelio
no son una guía para mover las conciencias, si acudimos a la procesión para ver
los mismos pasos año tras año o queremos algo más. Finalmente, si deseamos ser
intempestivos, como dice Giorgio Agamben, o conformistas. Estaría bien darle
una vuelta a todo esto porque hay muchas necesidades y muchas situaciones
injustas que requieren una llamada de atención. Ahora nadie nos va a llevar a
declarar al cuartelillo por hacer algo así.
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