Detalle de la imagen del paso de
"La Caña", de Alejandro Carnicero |. Foto: RHP |
02-02-2024
La que se ha liado, señores. Si queríamos caldo, tenemos dos tazas preparadas en las tierras del Señor. Tal que una tarde de sábado, en un enero raro y diferente a los que nos tiene acostumbrados, salta la bomba. Y todo por la presentación de un cartel que, como sucede en casi todas las ciudades que celebran la Semana Santa por estas fechas, tiene la intención de anunciar lo que se celebrará en próximas fechas.
No voy a entrar a valorar si el cartel en cuestión ‒supongo que a estas alturas de la semana ya toda la audiencia habrá al menos oído hablar de ello‒ es bueno o malo, mejor o peor artísticamente. No es mi cometido ni creo que esté capacitado para ello, pues por estos lares hay doctores entendidos en arte con opiniones completamente fundamentadas al respecto.
El foco del debate no es en sí el cartel. La desnudez no es el problema, puesto que Cristo suele representarse medio desnudo en multitud de imágenes, tanto escultóricas como pictóricas, a lo largo de la Historia. La visión del cuerpo desnudo de Jesús es una constante en sus representaciones artísticas. El Crucificado, el Ecce Homo o el Cristo azotado en el Pretorio son, casi siempre, imágenes de un hombre joven, torturado y dolorido, pero también musculado y con un cuerpo torneado. Y muchos ejemplos tenemos en nuestra ciudad y nuestras cofradías, tanto en imágenes procesionales como aquellas que solo se advierten cuando se visitan templos donde se da culto.
El problema tampoco es la belleza adolescente en una imagen de Cristo Resucitado, aunque Cristo no era un adolescente en su Pasión, era un hombre de 33 años. Igualmente, en la historia del arte se ha representado a Jesús con variados rostros juveniles, de acuerdo con la estética de la época.
El problema tampoco es la representación de la figura de la resurrección. La Semana Santa es pasión, muerte y resurrección. Porque no hay una sin las otras dos. El dolor de la pasión y muerte son una experiencia espiritual, y también purgante, de nuestra vida que nos prepara para su resurrección luminosa y alegre. La resurrección es la base fundamental del cristianismo; es Jesús que vence a la muerte. ¿Por qué nos empeñamos en regodearnos en el sufrimiento?
El asunto de trasfondo, quizá, es la motivación de quien lo pinta. El autor parece tener una finalidad diferente para lo que se crea un cartel de este tipo, intentando mostrar una posición muy actual acorde, quizá, con una agenda determinada. El problema, quizá, es el uso de la imagen en un contexto social (sic) en la sociedad en la que se tratan de imponer políticas de cancelación y frivolización de la moral para una parte de la sociedad sobre la otra.
Entonces, me pregunto: ¿Conviene o es conveniente en estos momentos para las diferentes organizaciones católicas montar tal polvareda? La entidad que encarga un cartel de este tipo sabe a lo que se expone con propuestas arriesgadas que pueden no salir como se espera. Quizá, y solo quizá, me atrevo que a decir que una la Semana Santa es fundamentalmente hoy día un fenómeno turístico que mueve mucho dinero. El cartel no es sólo para los católicos, es para atraer turismo a durante esa semana. Y este marketing puede que tenga éxito. Entonces, ¿dónde queda ya la religiosidad en esas motivaciones de la hora de pensar en la promoción?
Hay que tener en cuenta que lo conveniente no siempre es lo más acertado para el propósito que se consigue. Pero lo cierto es que, a pesar de todo, lo destacado es el circo que, unos y otros, han alimentado alrededor de esta situación con el debate zafio generado por los cofrades y capillitas de una y otra opinión.
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