lunes, 5 de febrero de 2024

Carteles para el papismo

| | 0 comentarios

 Félix Torres

Cartel Semana Santa de Sevilla, 2024
 

05-02-2024

En la vorágine de los tiempos actuales, en los que la noticia más escandalosa pierde el interés popular en cuestión de días reemplazada por otra de similar enjundia pero igual de efímera, sé que llego tarde a la polémica suscitada por el cartel anunciador de la Semana Santa sevillana para este año 2024. Por eso, apartándome de aspectos como la conveniencia del mismo, su calidad artística o su rigor cristológico, voy a emplear esta muestra pictórica que, trasladada al papel, será llevada a muros y escaparates, para intentar bajar un poco más al fondo de una Semana Santa cofrade que se rasca irritada en cuanto algo o alguien levanta la alfombra sobre la que se asienta, haciendo flotar nubes de polvo secular que provocan una irritación tal que hace sangrar las sensibles «pieles» cofrades cual alergia primaveral.

Digo que no quiero entrar en la porfía de la conveniencia del cartel, aun con el aval de toda esa serie de imágenes «provocadoras» que desde hace bastantes más años que este de la inmovilista Sevilla, atesora la Tertulia cofrade Pasión en sus carteles anunciadores de esta semana cofrade para la culta ciudad de Salamanca. Autores y obras de calidad contrastada que han despertado, al menos, la sensibilidad de quienes los han visto y apreciado o despreciado. Pero sí quisiera atravesar el umbral de esa puerta que ha abierto el artista Salustiano, seguramente consciente de la repercusión rompedora de moldes que tendría su obra.

Y ahí quiero llegar. A esos moldes en los que los cofrades nos sentimos a gusto y que nos cuesta un mundo romper y, mucho más, que nos los rompan. Porque la tradición, como mucho, debe evolucionar pero sin notarse, no sea que parezca que estamos en el siglo XXI y no en ese ambiente dieciochesco en el que barrocos y neoclásicos se dan el relevo y en el que nos sentimos como pez en el agua. Porque, además, somos los que más y mejor sabemos de esa historia y su periodo, y eso nadie nos lo va a quitar, ni Salustiano ni el Sursum Corda.

¡Qué nos van a decir a nosotros! Que conocemos hasta las partes y el «significado» espiritual de cada una de ellas en un incensario o una naveta. Que tenemos claro que monedas, clavos, gallos, dados o flagelos son mucho más de lo que cualquiera de fuera del círculo sabrá nunca. Que nos sabemos al dedillo cuáles son los colores litúrgicos y cómo hay que emplearlos en la Semana sacra o en el tiempo ordinario aunque jamás hayamos recurrido a manuales de liturgia, incluso tridentinos trasnochados, y lo hayamos aprendido junto a unas cervezas con chicharrones en el bar Santa Ana de la mismísima Triana o en cualquiera de sus sucursales repartidas por la geografía patria.

Nosotros, que tenemos claro qué es una dalmática y cómo deben vestirla los acólitos ceroferarios, turiferarios y demás acompañantes de imágenes, sin interesarnos conocer el verdadero sentido de esa indumentaria ni las funciones acolitales (no digamos diaconales, que eso ya se nos pierde) que van mucho más allá de incensar o alumbrar a la imagen acompañada.

Porque, lo queramos o no, los cofrades somos más papistas que el propio pontífice y eso no nos lo va a quitar nadie, que es parte de nuestra idiosincrasia. Sabemos más y sabemos mejor que cualquier Salustiano que venga a decirnos cómo debe ser un cartel anunciador de nuestra fiesta por excelencia, porque nuestros cánones son los que son. Inamovibles e intolerantes. Sin pudor, confundimos el culo con las témporas (otro ciclo de la liturgia cristiana que casi todos mencionamos desde la ignorancia) cuando afirmamos que es un cartel que no mueve a la devoción o, llegando al paroxismo, que es blasfemo o sacrílego, como se ha «oído» en redes sociales y medios de comunicación. Pero es que solo se trata de un cartel que debe anunciar la Semana Santa y eso, lo queramos o no, lo cumple más que sobradamente, sin necesidad de buscarle los tres pies al gato o hacer de él un anexo a la Imitación de Cristo del agustino Tomás de Kempis.

Pues sepamos que ese papismo que asumimos con orgullo, a pesar del sentido despectivo con el que nació, creyendo que es muestra de conocimiento, debería trocarse por unas mejores comunión, participación y misión eclesial, desde la humildad y con el sentido sinodal inclusivo hacia los que se mueve la Iglesia del siglo XXI, sin olvidar orígenes y tradiciones, pero sin anclarse soberbiamente a ellos. Eso sería, para mí, la necesaria evolución de la Semana Santa cofrade. Sacudir polvos seculares y barrer rincones oscuros, aunque a algunos el revuelo les provoque serios ataques de tos cavernosa, y mantener lo que es una tradición que vive su tiempo, más allá, incluso, de carteles y sus polémicas.

0 comentarios:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión