miércoles, 7 de febrero de 2024

Acondroplasia

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 Álex J. García Montero

Procesión de la Soledad | Foto: Pablo de la Peña
 

07-02-2024

 

En una de esas tardes anodinas de enero, recostado en la soledad del sofá de mi salón, gripe o COVID mediante, con altas temperaturas febriles masacrando mi estado de ánimo y mi salud a partes iguales, constato, en una de esas tandas interminables de publicidad en televisión, que los llamados Harlem Globetrotters, como el famoso y más vendido camión de la sueca Volvo, van a realizar su espectacular gira por España a lo largo del mes de mayo.

Quien me conoce, sabe que no soy especialmente seguidor de deportes, nada, absolutamente nada del fútbol (en eso me distancio bastante de mi mentor Blázquez), pero tengo alguna querencia por la pelota vasca (navarra, riojana, leonesa y castellana, también), y por el baloncesto, pues fui socio juvenil (hace décadas) del Baloncesto Elosúa León (DEP). Eso no quita que no me alegre de los éxitos deportivos de equipos de ciudades pequeñas o que viviera en primera persona la celebración del ascenso de la Unión Deportiva Salamanca (DEP) en la Plaza Mayor a golpe de la dulzaina de un compañero y el redoblante que percutía un servidor. Mi mundo de querencias, después de la especulación intelectual y lo religioso, con la intermediación del mundo oculto de las cofradías, gira en torno a los toros. Y ya está. Ni siquiera sé responder (ni mi importa lo más mínimo) ante mis alumnos por las incidencias acaecidas en los campos de mugre futbolística el fin de semana, aunque solo sirviera de nexo para conectar en una clase de lunes a las ocho de la mañana. Y, ni te cuento con el fútbol femenino, nino nino… donde una tal Hermoso (nada que ver con el rejoneador navarro) quiere sobrevivir a su (propia, meditada, procurada, exultada, reconocida, empoderada y querida) exposición mediática.

Hete aquí que, viendo dicho anuncio de la mencionada gira, observo que uno de los (múltiples) reclamos es un enano (disminuido, discapacitado, persona con discapacidad según la última «gran» reforma constitucional), que mete canastas en una cesta a considerable altura a pesar de su considerable merma física, lo cual, dicho sea con franqueza, resulta asombroso.

Me vino a la mente, por eso de estar muy encabronado con la fiebre, inundando de sudor las mantas de mi sofá, la prohibición de torear a los enanos. Y, cómo no, también, como si de una trinidad liberticida se tratara, el caso del recientemente fallecido Arévalo.

Como sabrán, Arévalo comenzó su triste vida ejerciendo de torero serio en el espectáculo taurino del Bombero Torero, rodeado de gentes menudas de gran talla humana. Posiblemente, el don innato de Arévalo y su baja estatura favorecieron ese entorno que derivó en uno de los cómicos que nos ha marcado a las últimas generaciones libres, autoexcluidas y debidamente vacunadas de lo políticamente correcto. No me gustaban sus chistes, pero su vida en sí misma era un doctorado de libertad, gracia y desgracia a partes iguales.

Gracias a una preocupación solícita de los animalistas, los hombres y mujeres con acondroplasia tuvieron la obligación de sentirse liberados del mundo del espectáculo, donde eran queridos, reconocidos y admirados a partes iguales, para ser recluidos en el estigma de la dependencia absoluta del estado. Y así, han ido desapareciendo poco a poco de los ruedos españoles, donde antaño hacían las delicias de los infantes taurinos en una afición menuda algo ingenua, pero sobre todo libre.

Y, sí, me surgió la duda: ¿cómo es que los Harlem Globetrotters pueden exhibir como ejemplo de superación a un enano y el Bombero Torero (y otros tantos) no? Pues porque, al final, la prohibición tiene mucho más que ver con los cuernos de la política que con la jibarización genética.

Aquí se han cebado con los débiles, con aquellos a los que se ha considerado sujetos incapaces de ejercer su autonomía personal y que deben ser tutelados por papá o mamá (o ingentemente memé) estado.

Al que vive del baloncesto, aquí va a ser negro (empleo este término porque desde luego, viniendo de Harlem, no es subsahariano) y enano (lo tiene todo para triunfar), se le tolera, porque al fin y al cabo su espectáculo es único y llega muy bien al público (y llena bolsillos). Que conste que me encantaría ir a verles con mi hijo (es una de las ilusiones que tengo en mi vida). Además, baloncesto en sí mismo no es, como el Bombero Torero tampoco es plausible como corrida de toros formal. Y ahí está la gracia que, desde la acrobacia, la insensatez, el riesgo y la risa se nos permite acercarnos a lo formal de la asíntota de la vida: la muerte en el caso del toro y el fracaso y el olvido a partes iguales en el caso del deporte.

Al que es enano y taurino se le considera de menor edad mental y que tiene que dejar su onerosa profesión para obligarle a vivir de la beneficencia (desde luego no va a vivir de personal de altos vuelos). Y todo porque son, somos débiles para una autoridad que ejerce su potestas con el autoritarismo de una superioridad moral. Y nosotros tenemos acojonasia existencial.

Con las cofradías y la Semana Santa pasa algo parecido. Se nombran seres autoritarios, los más, que gobiernen adecuadamente este mundo nuestro, en los cuales, seguimos gobernados, una significativa parte, con la minoría de edad kantiana. Pensemos en los hechos acaecidos en la Franciscana sin ir más lejos. O en la Dominicana, donde ahí, sí, juegan a las cabriolas del baloncesto. Y mientras en Palacio, a verlas venir; preocupados por ver cómo se quema Roma la chica, sin reparar en los débiles (¿recuerdan lo de Poli o lo de Leo? ¿Qué pasó entre Tejares y Chamberí? ¿Qué sucede con los muros desnudos de la Catedral? ¿Qué hay de atender la ruralidad desde el clero rural? ¿Qué hay de la Ponti como Universidad Católica? ¿Qué fue de las Cáritas parroquiales una vez podemizadas o sumadas?). Mientras, en Roma se aprueba una Pifia suplicans y aquí se desterró a Leo, el James Martin salmantino, a tierras ignotas porque, sin compartir sus mismos principios por mi parte, reconozco que ni Leo ni yo jugábamos al baloncesto al estilo de los Leo Harlem. Como tampoco Javier Blázquez ha jugado (al final le obligaron a tirar unas canastas en el curso de entrenadores). Ni Charo, que sigue toreando sombras y nieblas en el albero albinegro de San Esteban.

Y, mientras, Crémades cobrando. Y muchos prestes maridando. Y nosotros pagando y callando, que para eso continuamos toreando en los salones de la decrepitud. Pero con mucho orgullo. ¡Orgullo charro!

Lo dicho, fuertes con los débiles y débiles con los fuertes.  Respecto a Fiducia suplicans dos cosas: una, llama la atención del eurocentrismo frente a continentes que serán el futuro del cristianismo como África. Se les considera Bomberos Toreros, por lo tanto, enanos mentales y en consecuencia seguirán colonizados por esa Europa blanca atea y marcadamente progre-liberal. Y, dos, que un cura, responsable de la defenestración episcopal de una señera hermandad en la más libertaria capital meridional de España, contrario a cualquier decisión democrática tomada en su seno hortelano, surja ahora como principal valedor del ágora ateniense, haciendo honor al origen etimológico del titular de su parroquia recogiendo firmas contra el despropósito vaticano tiene su miga. Oxímoron que no atisbamos a resolver en nuestra acondroplasia mental.

Lo dicho, ¡Toma acondroplasia! O acojonasia, que es lo que estamos todos llamados a heredar de esta Iglesia nuestra de tanta y tanta misericordia para con los débiles.

Feliz penitencial y pasional Cuaresma.

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