Foto: Cartel de Sevilla |
28-02-2024
Llegar a opinar tan tarde en un país donde una polémica, una mentira, un crimen o un delito no dan para más de una semana puede llegar a apestar. Pero con una buena ducha, suelto alguna apostilla, supongo que ya apuntada por los miles de comentarios que ha suscitado este cartel sevillano, tan bien pintado, de un guapo Cristo resucitado no tan fácil de rezar.
Me gusta que resucite joven, en tan buen estado de forma, como para comenzar una vida nueva. Por aquí, en Castilla, a veces se recupera como resucitado al niño del Belén por ese mismo motivo. Otra cosa es que en esta misma autonomía se estilen Yacentes ajados y feos como el Cristo palentino de las Claras que, en poema de don Miguel de Unamuno, no resucita nunca. Me gusta también que no conserve llagas de la Pasión, pues no es adecuado mostrar, aunque sea a Tomás, las heridas que te causaron la muerte. Medítese si sufriera aplastamiento o decapitación, su estado lamentable sería fácil de confundir con el de un zombi. También acepto el paño de pureza, esto que los más cultos denominan perizonium, como si se tratara de alguna inflamación cutánea y que solo significa alrededor de la cintura, o sea cinturón. Este paño es el del Cristo de la Expiración, Cachorro, y de él se dijo que es como la victoria de Samotracia de la imaginería procesional, por su vuelo y tal y tal… Lo magníficamente bien que le sienta a la talla trianera de Gijón y lo no tan bien a Horacio, hijo de Salustiano García, autor del cartel, que para andar por Sevilla supongo usará un boxer más discreto. De todas formas este año este chico lo peta.
Lo que no me gusta tanto, casi nada, es la polémica que ha acarreado el pasquín, que nos deja a la sociedad cofrade en una especie de reserva espiritual de occidente pasada de frenada. Se piden dimisiones, retirada, rasgan sus vestiduras, escándalo, irreverencia, y hasta una sociedad de cristianos monárquicos, más bien terraplanista, lo ha tildado de blasfemo, al igual que al rostro de un perroflauta, dicen, que este año anuncia la Pasión en Salamanca con la magnífica obra de Ángel Luis Iglesias. No sé a qué Cristo tan poco cristiano sirven ni qué esperanza ponen en pasarse la vida lanzando escupitajos.
Auguro que cuando suceda el segundo advenimiento, la Parusía, si llega con trompetería, vale, pero si se le viera por la calle, como antaño, y no fuera de madera e igualito a Jesús del Gran Poder, pocos cofrades sevillanos le harían caso y, ya sí, acabaría la Historia, al menos de la Semana Santa.
Mejor que sean las potencias del Cristo del Amor que coronan la cabeza de Horacio las que unan a cofrades, y el arte, y la belleza y la buena voluntad y buen oficio que puso Salustiano en la realización de su cartel.
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