martes, 27 de febrero de 2024

Las santas mujeres

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Ramiro Merino

Detalle de El Pasmo de Sicilia, de Rafael (1515), con Jesús camino del Calvario consolando a las mujeres de Jerusalén

 

27-02-2024

 

Hay en la trágica escena de la Pasión un aspecto especialmente desgarrador. Me refiero al dolor extremo que sin duda experimentaron las mujeres que compartieron, cada una de un modo peculiar, su vida con Jesús. Los evangelistas las sitúan a su lado en el momento sublime de su agonía, arropando con su llanto el último aliento de Cristo. El arte también lo ha interpretado en numerosas manifestaciones. Pero quiero centrarme, en esta ocasión, en un poema de Pablo García Baena, uno de los poetas emblemáticos del grupo cordobés de Cántico, que comienza a forjarse como tal a partir de 1942, y que hacia 1947, en que todos sus miembros se presentan al «Adonáis» ya posee carta de naturaleza.

El poema en cuestión se titula «Las santas mujeres» y forma parte de su tercer libro, Antiguo muchacho, que fue muy bien recibido en su momento por sus contemporáneos la revista Espadaña, que no compartía sus planteamientos, no escatimó elogios: «Hay en el libro poemas [...] que acreditan la altísima calidad de Pablo García Baena‒». El poema, construido en versículos, conforma una mirada del Nazareno desde el dolor de estas tres mujeres que lo contemplan impotentes. De hecho, es el llanto el eje que lo estructura, el elemento que impulsa el ritmo dramático: «Hemos llorado tanto [...] Sí. Hemos llorado tanto... Las tres hemos llorado tanto / que ahora casi no sabemos otra cosa que llorar. / Toda lo noche [...] llorando [...] llorando por las calles [...] Y entre el suelo llorábamos [...] hace miles de noches que lloramos.».

La intensidad dramática que genera este llanto se convierte en la esencia del poema, mediante una estructura ternaria plasmada en construcciones consecutivas que intensifican el dramatismo, cerrando el ciclo de lo inevitable: «Hemos llorado tanto que apenas si podemos recordar [...] Sí... Las tres hemos llorado tanto / que ahora casi no sabemos otra cosa que llorar [...] Hemos llorado tanto que apenas si podemos recordar.».

Como alguien apuntó, refiriéndose a estos poetas cordobeses, hay en ellos una consagración de los sentidos en la irrupción espiritual, en un Sur que mira hacia Oriente. Y «Las santas mujeres» es un magnífico ejemplo. La preocupación formal se plasma en una sintaxis que se demora en cláusulas de largo recorrido, marcadas por incisos y reiteraciones: «Míranos: tres mujeres andando ya sin fuerzas. / Nuestra voz nadie oye. Y hay sangre por tus muros, / hay sangre entre tus piedras como musgo rojizo, Toda tú, esponja ávida empapada en sangre. [...] Seguras de que el ángel de cabellos vengadores / vendría con la espada y la balanza / para pesar las túnicas bordadas de campanas, Las frías armaduras, los escudos, los yelmos y su airón de blasfemia.».

La plasticidad de las imágenes es abrumadora, intimista y audaz: María, la albahaca de los pórticos te ha bañado en su agua amarga y verde [...] Varas finas de olivos han cubierto las hachas de los lectores. Imágenes que se sustentan, preferentemente, en el símil en distintas variantes: Como ciegos que tienden su mano (...) llorando nos caímos [...] agrupadas, como funestas aves / Que aguardan el enjoyado dedo de los sátrapas [...] como áspid que abandona su escama [...] como musgo rojizo; también en la hipérbole: hace miles de noches que lloramos, [...] Sí, vamos ebrias de llanto; y en el hipérbaton generador de ritmo: Nuestra voz nadie oye.

Otro elemento que sin duda conforma el dramatismo y la intensidad expresiva es el aspecto semántico, la creación de campos semánticos que marcan el ritmo del poema: el llanto: hemos llorado / llorando / llorábamos / ebrias de llanto / algo que solo sabemos expresar con el llanto; lo tenebroso y amargo: la penumbra / las zanjas / negros mantos / funestas aves; la suntuosidad y la injustica del poder: enjoyado dedo de los sátrapas / altanería / túnicas bordadas de campanas / frías armaduras / su airón de blasfemia.

La acumulación de recursos expresivos se agolpa en un caudal incesante que desemboca en la imagen final, desgarradora y tremendamente humana de estas tres mujeres exhaustas, vaciadas en un llanto que quiere ser la expresión de lo inefable: Somos mujeres débiles, pero una fuerza oculta nos obliga decir / Algo que sólo sabemos expresar con el llanto.


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