martes, 13 de febrero de 2024

La carpa, la p…* de la carpa

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 Rubén Sánchez Domínguez

Traslado de los pasos a la carpa, en la cuaresma de 2023 |Foto: RSD

 

13-02-2024

 En tabernáculos habitaréis siete días;
(…) para que sepan vuestros descendientes que
en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel
cuando los saqué de la tierra de Egipto (…).

Levítico, 23,42-43

 

No, no se trata de una nueva versión de esta popular cancioncilla que tanto gusta en algunos ámbitos semanasanteros de Salamora norte. Tampoco un homenaje a esa común especie piscícola ‒cyprinus carpio‒, tan habitual en nuestro «Duero duradero» ‒que cantara Claudio Rodríguez‒, y tan frecuente en la dieta cuaresmal de antaño. El título, pegadizo, no lo voy a negar, viene a cuento por el «tinglao» de marras que ejerció de guardapasos alternativo la pasada Semana Santa y que tanta polvareda levantó –y levantará‒. Esa carpa que hizo que nuestras particulares Fiestas de Primavera fueran el pasado año tan aparentemente distintas. Y digo aparentemente porque, en realidad, nada varió demasiado: cambiamos garaje de ladrillo por carpa de plástico, una mera cuestión formal con poca variación en el fondo, bueno sí, que esta no era visitable.

No digo que fuera una apuesta fácil, no ignoro las horas de trabajo invertidas por aquellos que tuvieron que gestionar el asunto, no niego la buena voluntad de los que tomaron decisiones al respecto, pero por desgracia, en esta vida, el esfuerzo a veces no es directamente proporcional a los resultados y aquel fue, a todas luces, manifiestamente mejorable. Mejora que, espero y deseo, suceda este año y los próximos de esta, larga –y prolongada‒, travesía del desierto que nos espera hasta la apertura del nuevo garaj…, perdón, museo (en qué estaré pensando).

Y ya que miento la historia del pueblo de Israel, trágicamente actual estos meses, podría ponerme místico y buscar una analogía sacrificial con la fiesta judía de los Tabernáculos, o de las Tiendas ‒Skenopegia‒, una de las principales del calendario hebreo. En ella se levantaban chozas de ramas y follaje en los tejados de las casas ‒incluso en calles y plazas públicas‒, en conmemoración de las tiendas de los antepasados en el desierto, y en acción de gracias por la Tierra Prometida. Durante los días de fiesta, primero siete y posteriormente diez, toda la familia habitaba en ellas. Así pues, habitar la carpa, si quiera con los pasos de nuestras cofradías, vendría a ser como la ofrenda en pos de la Tierra Prometida, es decir, en Nuevo Museo.

Pese a la fantasía veterotestamentaria, espero que este año, que serán dos carpas a falta de una, se opte por una instalación con menos aspecto de ‒tinglao‒ de hermandad pirata de polígono (el disfraz de catedral, aun pretencioso, no consiguió colárnosla), con una altura suficiente para permitir la ubicación digna de los diferentes «misterios» de nuestra pasión (comenzar la Semana Santa de culo no me parece el mejor de los augurios) y, sin duda, visitable a cambio de una módica contribución. Esto no cubriría gastos, es evidente, pero ayudaría a solventar el coste y exigiría cierto decoro, además de servir de instrumento de divulgación para el turismo. A buen seguro tendría cierto efecto llamada entre el «cofraderío», que con sus visitas –muchas de ellas seguro que acompañando a familiares y amigos de fuera‒, quizás entendieran que el problema era asunto de todos. Asimismo, un pequeño espacio expositivo con la historia del viejo museo y el proyecto del nuevo, también ayudaría a una mejor comprensión del fenómeno «carpil» por parte de los visitantes de fuera.

De cualquier forma, me hace gracia que los mismos que defendieron durante décadas que las procesiones salgan de un garaje, o que asumen con normalidad que algunas imágenes titulares de cofradías pasen el año allí, se pusieran puristas con la Santa Carpa. Lo que es claro es que si hace años no nos hubiera dado por agigantar las mesas procesionales para dar cabida a más cargadores (lo importante, qué más da lo que vaya arriba), llegado un momento como este quizás no habríamos tenido tantos problemas de almacenamiento y organización de las diferentes procesiones. Que estas salgan de una iglesia comienza a ser en Salamora norte, una quimera poco menos que imposible. La salida al barullo, desde una plaza o parque, va ganando enteros a pasos agigantados.

¡Ay!, las carpas, las carpas, nos faltaban las carpas, como si fueran pocos los problemas que tenemos… Si al menos fueran carpas pardas…

Feliz y provechosa cuaresma a todos.

 


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