Ntro. Padre Jesús de la Redención | Foto: Manuel López Martín |
13-03-2024
HOMBRE TOTAL tras el silencio has sido,
y apenas la muerte en tu lecho espera
helada besar a tu cabecera
el rostro apagado yerto y vencido,
despiertas cual si estuvieras dormido…
¿Quién me iba a decir, hace no mucho tiempo, que un día podría albergar esta necesidad de comunicarme públicamente contigo?
Sé que no haría falta esta misiva, ahora que puedes saber lo que escriben mis sentimientos sobre la cartelera de la verdad, pero me obliga esta manía de dibujar con la pluma letras que dejen constancia, en forma de recuerdo, de estas conjeturas que me abren una profunda necesidad de que sigan vivos nuestros esporádicos encuentros.
A lo largo del pasado año, como sabes, la enfermedad que unas veces jugaba de forma implacable en tu cancha y otras porque lo hacía de forma indulgente en la mía, imposibilitó ese café que teníamos pendiente desde el pasado Domingo de Ramos, un café que buscaba seguir afianzando lazos de amistad y de encuentro entre nosotros. Nos habíamos descubierto y doy por seguro, por todo lo que he ido hallando sobre ti —que es mucho y bueno—, que habríamos seguido trenzando proximidades y cercanías.
Necesito abrir en la menguada memoria aquel primer encuentro, con el que pudimos descubrir que no debíamos perder el tiempo en bagatelas ni torturarnos con dimes y diretes, que seguro, ahora lo sabemos, habían nacido de ese pozo de las miserias humanas, que solo sirven para alimentar desaires y desencuentros. Te expresé mis temores, defendiendo los derechos de la Franciscana, a que pudiéramos coincidir en horarios y en musicales estruendos que pudieran romper nuestra compostura… pero enseguida fueron nuestros proyectos los que acapararon, con cierto acento de sinceridad, aquella conversación tan fructífera que nos hizo programar otra próxima y necesaria cita.
Me referiste, con todo lujo de detalles, cómo aspirabas a cumplir el sueño de ver en estas calles una estación de penitencia en la que se reconociese a la Sevilla que al filo de la madrugada penetra en el alma de los aledaños del Guadalquivir como una saeta de misterio y silencio. Me relataste con todo lujo de detalles vuestro proceso fundacional y las dificultades que encontrasteis en el camino y vuestro sueño de ver pronto todas las figuras de la Santa Cena llevadas a costal por las calles salmantinas.
En aquella primera conversación entre nosotros, sin intermediarios que mediatizasen nuestra larga y desenfadada charla, descubrí a un enamorado de la Pasión Salmantina, que me preguntaba con sumo interés por los problemas de Tierra Santa, mientras con cierta pasión me hacías saber que la Archicofradía del Rosario llegaba para marcar la diferencia, lejos de prejuicios y otras consideraciones establecidas de antemano por extraños y malintencionados intereses.
Sabes, porque ahora estoy seguro que lo sabes, que donde me es posible afirmo que, gracias a ti, la Archicofradía del Rosario se convirtió para la Hermandad Franciscana, sin duda alguna, en referencia de ese trato y respeto cofrade que deben distinguir a las asociaciones públicas de fieles en cuanto a lo que son y representan.
Quiero hoy agradecerte aquella visita que nos hacía en tu nombre la Junta de Gobierno de la Archicofradía del Rosario, en San Martín el día de vuestra primera salida a la calle, para poner un ramo de flores ante el Cristo de la Humildad. Nosotros os dábamos el mensaje que la máxima autoridad franciscana de Tierra Santa, Custodio de los Santos Lugares, había grabado en Jerusalén para desearos lo mejor en vuestra inaugural marcha penitencial y un libro sobre la liturgia en los monasterios de la geografía de Jesús. Aquel gesto inolvidable para nosotros, dejó patente tu sensibilidad fraterna como cofrade y la de los hermanos que, a tu lado, seguirán la estela de tu ejemplar itinerario por los ámbitos de esta Semana Santa de las cofradías, que ahora con toda justicia te homenajea.
Aquella noche, en el acto íntimo que realiza la Hermandad Franciscana antes de salir a la calle, pedíamos al Cristo de la Humildad por vosotros, deseándoos que se cumpliesen las expectativas fundacionales por las que habíais luchado con tanta ilusión.
El año pasado te decía que, pese a los malos entendidos, las desconfianzas y las dudas lógicas de los inicios, habíamos logrado un Sábado de Pasión lleno de matices y contrastes que aúnan y multiplican el sabor popular y religioso de la Semana Santa cofradiera y salmantina. Y te añadía que el reportaje televisivo de nuestras marchas penitenciales, daba fielmente cuenta de la seriedad con la que vuestra Archicofradía dejaba patente en la calle lo que seguramente la ignorancia elude o evita relacionar con los profundos arraigos que son signos de autenticidad religiosa en la semana grande y santa de Sevilla.
Sé que el próximo Sábado de Pasión irás vistiendo el capirote de la eternidad junto a Ntro. Padre Jesús de la Redención y a su Bendita Madre. Sé que una vez que hayan penetrado en el templo esas figuras pasionales que presiden tu Archicofradía, me buscarás para compartir conmigo los últimos pasos que nos adentrarán en San Martín. Sé que ese café que dejamos pendiente jamás perderá su aroma, pues un día —sabe solo Dios cuándo— nos lo tomaremos, mientras retomamos de nuevo la palabra.
Descansa en paz, hermano Óscar, y sigue como lo estás haciendo, cerca de todos nosotros.
Cuando se escribe tan bonito,el orgullo hacia mi hermano aumenta,muchas gracias
ResponderEliminarMuchas gracias
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