viernes, 12 de abril de 2024

El Nazareno y Salamanca

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 Paco Gómez

     Jesús en la Calle de la Amargura | Foto: Pablo de la Peña

 

      12-04-2024

«El 9 de abril, a las dos de la tarde, sale en procesión el paso de Jesús
Nazareno y las Hijas de Jerusalén, a hombros de 26 hombres con túnicas»
(Libro de Acuerdos de la Congregación de Jesús Nazareno, año 1716)

Comentaba como buenamente podía los planos que iban pasando por la pantalla, aún pagando algún ligero efecto de la convalecencia, acompañado en esa ocasión en el plató de Miriam Labrador, y en un momento dado me salió del corazón: «la de oraciones, peticiones, sueños que habrán depositado generaciones de salmantinos en esta imagen». Caminaba el Nazareno por la Plaza Mayor, marcando el paso el cordón, airoso, y a pesar de los muchos problemas de aquel Viernes, me pareció que todo aquello tenía sentido.

Pasados unos días prudenciales de la última Semana Santa, suficientes para empezar a ordenar ya los pensamientos y las emociones, este era uno de los primeros puntos que quería abordar. Y es que nunca está de más recordar que, consideraciones estéticas aparte, si hay un modo de vivir las procesiones en salmantino, salmantino, está en el Nazareno.

La Congregación acumula los ritos y tradiciones de sus más de tres siglos solo la túnica ya es un tesoro etnográfico que nos damos el lujo de ver cobrar vida cada Viernes Santo y a la vez ha sabido abrir la puerta sabiamente, de forma particular en los últimos años, para airear y ventilar sus cimientos sin poner en riesgo su esencia.

Entre lo que ha quedado felizmente atrás, esa sombra de cierto cariz clasista o elitista que la acompañó en el pasado. Hoy es una cofradía más, con gente de todo tipo de apellidos, lo que la está engrandeciendo y nutriendo su procesión del Viernes Santo. Cuando una cofradía va para arriba, se produce en la calle una sensación que quizá es difícil de explicar, porque no tiene solo que ver con la cuestión meramente numérica, pero fácil de entender a pie de acera.

Y si hablamos del Nazareno es una suerte. Después de años en que vimos a la congregación flaquear alarmantemente estamos en otra etapa distinta, de expansión modesta me imagino, como todo en nuestra Semana Santa‒, respuesta a una gestión, visto desde fuera, en la que se están haciendo las cosas con criterio y sentido.

Y, como decía, en el Nazareno está Salamanca en lo que a Semana Santa se refiere. Está la solemnidad del morado, que avanza en fila, ordenado y silencioso. Y, en contraste, está una particular atmósfera que rodea al paso, Nuestro Padre Jesús en la calle de la Amargura, que no puede calificarse ni de sobria ni de austera.

No lo es en la decoración del paso, no lo es en el brillo de las armas. No lo es en la túnica bordada con primor que porta la imagen de José de Larra Domínguez y, sobre todo, no lo son ni la música ni el modo particular de caminar que desde que tengo memoria ha caracterizado a este paso. Aunque la incorporación de nuevas personas al turno de carga ha ido limando quizá algunas efusiones en ese andar que podrían llegar a verse «excesivas» con los ojos de hoy, no dejan de ser una puerta a nuestro pasado ‒entendido como tradición, no como atraso‒ que nos pone en conexión con esa fe casi inmemorial que acompaña, arropa y da sentido a muchas de nuestras imágenes.

Por eso era tan emocionante otra vez ver al Nazareno un viernes en la calle, pese a la mala jugada de la lluvia. Porque en esa mirada se lleva siglos reflejando Salamanca, que es mucho más compleja, diversa y hasta contradictoria de lo que a veces nos empeñamos.

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