lunes, 15 de abril de 2024

Mamá, quiero ser Cireneo

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 Pedro Martín

EL Cireneo en el paso de Jesús Despojado | Foto de Álvaro Izquierdo


15-04-2024

«Volvió Abraham a decir: —No se enoje ahora mi Señor;

solo hablaré esta vez, ¿quizá se encuentren allí diez justos?

—No la destruiré ‒respondió Jehová‒,

por amor a los diez» (Gen 18,32).

 

En este tiempo de Pascua (feliz Pascua, hermanos, Jesús ha resucitado), que habitualmente es tiempo de balances, análisis, críticas e incluso alguna que otra alabanza a los cofrades, parece que de nuevo tenemos hacernos valer, levantar la voz, decir a los cuatro vientos que no nos hemos ido, que Jesucristo ha resucitado también para nosotros y que vivimos gozosos la Pascua con nuestros hermanos.

Pues sí, los cofrades también «resucitamos con Cristo», por mucho que algunos presbíteros se empeñen en enterrarnos el Domingo de Resurrección y tenernos en el sepulcro hasta el Miércoles de Ceniza. Los pasos se fueron, efectivamente, pero nosotros no.

Y no pocos comentarios he oído estos días, incluso de homilías que iban en este sentido. Qué pena, qué poco conocimiento del mundo cofrade, al que ni siquiera le dan una oportunidad. No se puede ser tan crítico ante algo que se desconoce, y aunque reconozco las dificultades de este movimiento eclesial, que las tiene y muchas, ¿qué hacemos al respecto? ¿Qué pastoral cofrade se plantea? ¿Qué acompañamiento se realiza a las cofradías en su día a día? La destrucción de Sodoma-cofrade puede ser una solución, pero… ¿y si se encuentran allí diez justos?

La pastoral diocesana, incluida la cofrade, hace aguas, eso es obvio. No hay más que ver la vida de la inmensa mayoría de las parroquias, aunque en la vigilia pascual de la mía (que no tiene cofradías), estábamos no más de veinte personas, de las cuales tres, éramos cofrades. No es para tirar cohetes, pero estamos presentes, ni más ni menos, como otros colectivos o movimientos. Esa es la realidad de nuestra iglesia doméstica.

Pero hecha esta reflexión, me gustaría compartir, como un soplo de aire fresco entre tanto catastrofismo, algo que me contaron en una conversación en el trabajo, la semana de Pascua, y que nos debe hacer reflexionar a todos, cofrades y no cofrades, sobre la pastoral que estamos haciendo o dejando de hacer.

Me preguntó una compañera por la procesión del Domingo de Ramos en la que salgo, para llevar a su niña de cuatro años a verla. Le conté cómo y dónde era mejor con una niña pequeña. Para ponernos en contexto, los padres están bautizados (alejados de toda práctica religiosa), pero la niña no (caso cada vez más habitual) y, por supuesto, no va a clase de religión en el colegio. Su contacto con la Iglesia y Jesús es inexistente.

Pues bien, al ver la procesión y el paso de Jesús Despojado, la madre recibe una pregunta: «¿quién es Jesús?». Ella me contó que le explicó en aquel momento de una forma sencilla, y a su manera, quién era Jesús, qué era lo que le había pasado y por qué lo mataron. Siempre desde el respeto, pero desde una óptica del personaje histórico. La niña preguntó por el Cireneo y su madre le explicó que ayudó a Jesús. A ella le sonaba por una canción que canta su prima, que va a tomar la comunión. Qué coincidencia, o no. Y le dijo: «Mamá, yo quiero ser Cireneo, para ayudarle».

Y así es como esta niña tiene su primer contacto con Jesús, con una catequesis en la calle, como se hacía al principio de nuestras procesiones para la gente sencilla, que no entendía discursos teológicos ni homilías profundas.

No sé si, fruto de este «encuentro con Jesús», esta niña iniciará un camino de su mano, ni cuándo, pero la Semana Santa le ha dado esa oportunidad que de otra manera no hubiera sucedido. Ya os digo yo que a la parroquia, a pedir el bautismo y la primera comunión, no hubiera ido a «apuntarse».

Quizá estamos errando el tiro, apuntando donde no toca y descuidando las cofradías y a aquellos que se acercan a Jesús a través de ellas. La pastoral hoy va por otros caminos, sin duda, y los cofrades tenemos una gran responsabilidad, si nos dejan, claro. Algún justo habrá en el mundo cofrade, digo yo, no seamos más duros en los juicios que el mismo Jehová.

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