24-04-2024
La primera vez que
Paco contactó conmigo fue hace aproximadamente doce años. Probablemente Paco
habló con mi primo Juan para preguntarle si conocía a alguien que pudiera
participar en los comentarios televisivos durante las procesiones de Semana
Santa. Juan le dio mi contacto, asegurando que estaría encantado de hacerlo.
Así fue y recibí la
llamada de Paco para incorporarme a comentar alguna de las procesiones. Para
ello había que prepararse bien cada una de las esculturas que formaban parte de
la procesión que tocara. De hecho, había dejado un poco de lado muchas de las
cuestiones artísticas del pasado para enfocarme más en temas relacionados con
el arte contemporáneo.
Charlando con Paco,
durante la retransmisión, me daba cuenta de que los conocimientos que pudiera
tener eran ínfimos comparados con los detalles que él conocía acerca de los
monumentos, personajes y anécdotas de Salamanca. Por lo tanto, para comentar
alguna de las procesiones, era necesario estar preparado no solo en el ámbito
artístico, sino también en otros temas que pudieran surgir durante la
conversación. No se trataba solo de explicar una simple iconografía.
Miguel Ángel
Hernández Navarro se pregunta en su libro El
arte a contratiempo, publicado en la editorial Akal, si hay un tiempo para
los afectos. Y resulta una pregunta muy pertinente. En un mundo acelerado,
cargado de individualismo, donde cada uno se preocupa por sí mismo y por los
más cercanos, volvemos a preguntarnos, ¿hay tiempo para los afectos? Es cierto
que cada persona muestra su afecto de forma diferente, pero lo que importa es
no ser tibio en este aspecto, no dejar resquicio a posibles arrepentimientos
porque, como dice este autor, «siempre se arrepiente uno de todo lo que no ha
dicho, el afecto no mostrado, las palabras que han quedado sin pronunciar».
El tema de los
afectos y su expresión puede haberse vuelto más relevante después de la
pandemia. El dolor provocado por las noticias que veíamos y escuchábamos. La
sensación de impotencia causada por el encierro y la distancia. El contacto
virtual. La imposibilidad de tocarnos, de abrazarnos, de expresar situaciones
de cariño nos ha cohibido todavía más en este tipo de expresión.
Pero reflexionando
sobre ello, lo que nos queda tras la pandemia es el afecto. El afecto es tan
fácil de expresar: un abrazo, una mirada, un gesto. No cuesta nada y transmite
tanto... La verdad es que el tiempo no es perdido cuando es un tiempo de
afectos. Porque los afectos son un don, algo que entregamos a los demás, pero
sin esperar nada a cambio, como una pequeña parte que muestra un sentimiento. Y
es que cada vez nos cuesta más expresar los sentimientos. Parece que
construimos una coraza que nos hace invulnerables, pero en el fondo somos
débiles y cualquier cosa, incluso inesperada, nos puede afectar.
Cuento todo esto
porque cuando me hablaron de que Paco estaba enfermo lo sentí profundamente. Le
aprecio mucho, pero no porque me llamara para participar en los comentarios,
sino porque es una persona preocupada por los demás, humilde y cariñoso. Así
que solo puedo estar alegre por su recuperación y reincorporación.
La primera vez que coincidimos este año en los estudios de televisión le di un abrazo muy grande, cargado de afecto, y solo espero poder seguir haciéndolo durante mucho tiempo. También contar con su opinión y su consejo porque viene de alguien cargado de conocimiento y eso es algo que no se puede desdeñar, menos en este tiempo donde la ignorancia parece haberse convertido en virtud.
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