miércoles, 24 de abril de 2024

Paco Gómez

| | 0 comentarios

Rafael López Borrego

Paco Gómez | Fotografía: Pablo de la Peña

24-04-2024


La primera vez que Paco contactó conmigo fue hace aproximadamente doce años. Probablemente Paco habló con mi primo Juan para preguntarle si conocía a alguien que pudiera participar en los comentarios televisivos durante las procesiones de Semana Santa. Juan le dio mi contacto, asegurando que estaría encantado de hacerlo.

Así fue y recibí la llamada de Paco para incorporarme a comentar alguna de las procesiones. Para ello había que prepararse bien cada una de las esculturas que formaban parte de la procesión que tocara. De hecho, había dejado un poco de lado muchas de las cuestiones artísticas del pasado para enfocarme más en temas relacionados con el arte contemporáneo.

Charlando con Paco, durante la retransmisión, me daba cuenta de que los conocimientos que pudiera tener eran ínfimos comparados con los detalles que él conocía acerca de los monumentos, personajes y anécdotas de Salamanca. Por lo tanto, para comentar alguna de las procesiones, era necesario estar preparado no solo en el ámbito artístico, sino también en otros temas que pudieran surgir durante la conversación. No se trataba solo de explicar una simple iconografía.

Miguel Ángel Hernández Navarro se pregunta en su libro El arte a contratiempo, publicado en la editorial Akal, si hay un tiempo para los afectos. Y resulta una pregunta muy pertinente. En un mundo acelerado, cargado de individualismo, donde cada uno se preocupa por sí mismo y por los más cercanos, volvemos a preguntarnos, ¿hay tiempo para los afectos? Es cierto que cada persona muestra su afecto de forma diferente, pero lo que importa es no ser tibio en este aspecto, no dejar resquicio a posibles arrepentimientos porque, como dice este autor, «siempre se arrepiente uno de todo lo que no ha dicho, el afecto no mostrado, las palabras que han quedado sin pronunciar».

El tema de los afectos y su expresión puede haberse vuelto más relevante después de la pandemia. El dolor provocado por las noticias que veíamos y escuchábamos. La sensación de impotencia causada por el encierro y la distancia. El contacto virtual. La imposibilidad de tocarnos, de abrazarnos, de expresar situaciones de cariño nos ha cohibido todavía más en este tipo de expresión.

Pero reflexionando sobre ello, lo que nos queda tras la pandemia es el afecto. El afecto es tan fácil de expresar: un abrazo, una mirada, un gesto. No cuesta nada y transmite tanto... La verdad es que el tiempo no es perdido cuando es un tiempo de afectos. Porque los afectos son un don, algo que entregamos a los demás, pero sin esperar nada a cambio, como una pequeña parte que muestra un sentimiento. Y es que cada vez nos cuesta más expresar los sentimientos. Parece que construimos una coraza que nos hace invulnerables, pero en el fondo somos débiles y cualquier cosa, incluso inesperada, nos puede afectar.

Cuento todo esto porque cuando me hablaron de que Paco estaba enfermo lo sentí profundamente. Le aprecio mucho, pero no porque me llamara para participar en los comentarios, sino porque es una persona preocupada por los demás, humilde y cariñoso. Así que solo puedo estar alegre por su recuperación y reincorporación.

La primera vez que coincidimos este año en los estudios de televisión le di un abrazo muy grande, cargado de afecto, y solo espero poder seguir haciéndolo durante mucho tiempo. También contar con su opinión y su consejo porque viene de alguien cargado de conocimiento y eso es algo que no se puede desdeñar, menos en este tiempo donde la ignorancia parece haberse convertido en virtud.

0 comentarios:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión