lunes, 20 de mayo de 2024

Las solemnidades del Señor después de Pentecostés

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Pentecostés (retablo mayor de la Clerecía, Salamanca)
 

 20-05-2024

 

Ayer terminaban los cincuenta días de la Pascua del Señor con la solemnidad del Domingo de Pentecostés. Hoy regresamos de nuevo al Tiempo Ordinario, que no es un tiempo sin importancia, al contrario, en la sucesión de los días, en los trabajos cotidianos y en la relación con la realidad del mundo es donde debemos vivir nuestra fe, nacida del misterio pascual. Por eso, la Iglesia a lo largo de la historia ha sentido la necesidad de volver a mirar al Señor, que va por delante de nosotros en el camino, incorporando unas solemnidades dedicadas a él inmediatamente después de Pentecostés, por lo tanto, dependientes de la movilidad de la celebración de la Pascua. Estas solemnidades del Señor, que vienen inmediatamente a continuación, son: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús. Es más, para que veamos su relación con el Triduo Pascual, no es coincidencia que cada una de estas solemnidades originalmente era celebrada en el día de la semana correspondiente: Domingo de la Trinidad, Jueves del Corpus y Viernes del Corazón de Jesús.

Comenzamos con el domingo posterior a Pentecostés en el que celebramos la Santísima Trinidad. Esta solemnidad hace referencia al Domingo de Resurrección, porque es del día en el que Dios se reveló totalmente, es decir, ha dejado ver quién es. Cuando Jesús resucitó, aquel día primero de la semana, el domingo, pudimos ver quién era nuestro Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es Trinidad, una familia de personas: es un Padre que nos ama, nos ha entregado al Hijo, para ser sus hijos y vivir como hermanos, y nos alienta con el abrazo de su Espíritu para salir al mundo a anunciar el Evangelio.

El jueves posterior a la Trinidad, o en su defecto el domingo siguiente, celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia por el papa Urbano IV en 1264. Se trata de un día para reconocer la presencia eucarística de Cristo en el pan y el vino consagrados. Con tres palabras el Concilio Vaticano II nos mostró lo importante que es la Eucaristía, ya que es el centro, la fuente y el culmen de la vida cristiana. Por medio de la procesión del Santísimo salimos a la calle para darnos cuenta que la Eucaristía se prolonga hasta el mundo, donde está la otra presencia del Señor en los más pobres y necesitados.

Y el viernes posterior al segundo domingo después de Pentecostés celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Se trata de la celebración más reciente, pues se inicia en el siglo XVII con San Juan Eudes y Santa Margarita de Alacoque. Fue declarada por Pío IX en 1858 como fiesta y por Pío XI en 1928 como solemnidad para toda la Iglesia. Nos ponemos de nuevo bajo la cruz del Viernes Santo para recibir el amor de Jesús hasta el final, hasta dejar que su costado y su corazón sean traspasados.

En resumen, estas tres solemnidades del Señor nos animan a todos, seamos cofrades o no, a no decaer ni relajarnos después de la Semana Santa y la Pascua, a mantener nuestro ánimo y alegría de ser cristianos en el Tiempo Ordinario, manteniendo nuestra relación diaria, humilde y profunda con Dios Trinidad en la oración, participando con alegría de la sencilla eucaristía dominical con los hermanos de nuestras parroquias y, sin ser notados, gratuitamente y perdiendo la vida, hacer todos los días, poco a poco, el camino o la procesión de servicio y amor de Jesús hacia la cruz junto a los más pobres.

 



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