miércoles, 8 de mayo de 2024

Gaspar, Chusma, Marisol y otros cofrades del montón

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Abraham Coco

08-05-2024


El artículo, no se engañen, nada tiene que ver con la película de Almodóvar. La cosa no va de Pepi, Luci y Bom. Ni Carmen Maura, ni Alaska, ni Eva Siva. Pero sí de otros cofrades del montón. Del montonazo de buenos cofrades que llenan nuestras hermandades. Elegí los nombres de Gaspar, Chusma y Marisol, porque los conozco y andaban pululando por la Catedral cuando pensé en este artículo, pero podría realizar muchas otras combinaciones y todas servirían.

Allá quedó la Semana Santa de Salamanca de 2024, empapada en las calles, pero siempre vivida entre bambalinas, que eso no lo chafa la climatología. Llueva o no, la procesión hay que prepararla antes y desmontarla después. Y ahí nunca falta un entusiasta grupo de hermanos, en cada cofradía los suyos, siempre dispuestos a arrimar el hombro para que las cosas salgan, y salgan bien.

Lo he escrito en otras ocasiones. La procesión es una fantástica construcción efímera. Puede estar diseñada desde hace décadas, tener los pasos más tradicionales, los enseres más cuidados y la música mejor ensayada. Pero cada año, la procesión es diferente. Por eso los momentos previos a la salida son tan especiales. Cada hermandad, distinta, aunque el ambiente sea siempre el mismo.

Este año lo pude sentir en San Martín, invitado por la Hermandad del Cristo de Mayoral para compartir con sus miembros el prólogo y el epílogo de su desfile. También, cada Miércoles Santo, en la mía. Ese ir y venir desordenado de personas por las naves de la Catedral. Ese barullo de hachones, capirotes y sonidos que, al llegar la medianoche, parece que sabe ordenarse solo. Después, se abre la puerta y la procesión, en apariencia la misma, comienza a discurrir.

Ahí van Gaspar, Chusma, Marisol y todos los demás. Cofrades anónimos que hacen posible esta tradición cuyo vigor no aciertan a explicar ni los católicos ni los ateos a punto de cumplirse el primer cuarto de este siglo XXI. Cuando termine la procesión, también serán sus manos las que desmonten todo lo que ha lucido horas antes. Y nuevamente cada cual sabe ocupar su sitio, como lleva haciendo tantos años. Al bajar al Cristo («¡cuidado con el lazo!»), al desmontar los banzos («¿dónde está la llave del 17?») y así con cada tarea cuando se han apagado los focos. Después, un nuevo año de espera, y ahí seguirán muchos de ellos.

Es bonita la Pasión y piedra, pero mejor aún la de carne y hueso.


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