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| Bautismo de Agustín M. E. en el río Jordán por fray Teodoro López, | Foto: jmfcunquero |
06-05-2024
Me pregunto cómo reaccionaría un Hermano Mayor de este tiempo si quedase con él un desconocido para hacerle una crítica con tintes negativos de la procesión que lleva a cabo la cofradía que dirige.
Y me lo pregunto al rememorar aquel atardecer del mes de mayo que se pierde en la niebla de los años cuando me encontré cara a cara con uno de los fundadores y máximo responsable de la que, en aquel momento, era la más joven de las hermandades salmantinas.
Sin conocernos físicamente, ni habernos cruzado una sola palabra con anterioridad, quedé con aquel dirigente de la novedosa Hermandad del Silencio, en una cafetería cercana al Caño Mamarón.
Agustín Martín Encinas me sorprendió gratamente al reconocer en él a un hombre de bien que como cofrade estaba enamorado de un proyecto que se fraguaba en aquellos inicios a base de mucho esfuerzo y más que sobrada ilusión.
Reconozco ahora que fue muy osado por mi parte programar aquel encuentro, en el que le trasmití todos los elementos críticos que había percibido en aquella procesión que un mes antes había salido por segunda vez a la calle de la iglesia Jesús Obrero de Pizarrales. Agustín, con un respetuoso silencio, propio de quien sabe admitir o entender que la crítica sirve para construir más que para vilipendiar, escuchó mi opinión sincera y sentida, respondiéndome con esa sabiduría que luego he podido comprobar que es propia de su forma de entender la vida.
Con pelos y señales me habló de la seriedad con que se estaba diseñando el camino que habría de recorrer aquella joven cofradía pizarraleña en los años posteriores, haciéndome saber que la mayor parte de mis apuntes ya estaban en la agenda de su ilusionada junta directiva.
En un cortísimo espacio de tiempo, esa procesión, que sale el Sábado Santo para callejear desde el alma de un barrio, había hecho todas las modificaciones que Agustín y su gente tenían en perspectiva antes de nuestro encuentro.
Desde aquella reunión, el tiempo fue madurando una puntual y distante amistad basada en el mutuo respeto, hasta que compartimos espacio en el avión que nos llevaba hacia Tierra Santa como peregrinos en el año 2016. El viaje fue de una brevedad absoluta ante aquella conversación enriquecedora que mantuvimos y en la cual recibí varias e importantes lecciones sobre temáticas cofrades, que, unidas a otras magistrales influencias de semasanteros de prestigio contrastado, me sirvieron para acometer las dificultades que en aquel momento se planteaban en la recién fundada Hermandad Franciscana.
Agustín Martín Encinas recibió el reconocimiento de la Tertulia Cofrade Pasión al ser distinguido con su galardón en el año 2014. Hoy sería uno de mis más firmes candidatos, si pudiésemos romper la tradición de no repetir en nuestras propuestas personajes galardonados con anterioridad. Sería mi candidato sin duda alguna, para reconocer en él, el arduo y buen trabajo, en años mucho más complejos que los actuales, cuando ostentó el más alto cargo como dirigente de la Semana Santa de Salamanca.
Aquellos días por las benditas tierras del Señor, creo, nos conocimos como hermanos en la pasión de esta Semana Santa, fortaleciendo unos lazos indestructibles que nos acomodan sin fisuras en los plácidos recintos de la amistad.
Lo de menos es encontrarse asiduamente con el amigo, cuando se comparte desde el recuerdo la vivencia que deja descubrir de forma permanente al hombre, al cofrade, que ejemplariza desde el virtuoso arraigo en su parroquia y desde un cariño indestructible a la Hermandad que en silencio la hizo del Silencio, logrando que en esa cita del Sábado Santo brote una verdad que autentifica lo que es la religiosidad popular, cuando compruebas cómo los hijos de Pizarrales esperan que brote, junto a la Señora del corazón pizarraleño, ese Cristo mío de la Vela, que como ningún otro (en lo que representa) me dio hace 11 años una de las lecciones más soberbias y contundentes que recibí a lo largo de la vida.
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