miércoles, 29 de mayo de 2024

Elecciones

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29-05-2024

¿Sabéis aquello de que cuando compras unas zapatillas que creías exclusivas acabas viendo que casi todo el mundo lleva puestas esas mismas zapatillas? ¿O cuando compras un coche, que casi todos los que ves circulando o aparcados son del mismo modelo e, incluso, color? Pues algo así me ocurre últimamente con las elecciones, aunque solo lo aprecie como espectador externo en la mayoría de los casos.

De un poco tiempo acá, hemos visto cómo los gallegos, vascos y catalanes renovaban sus parlamentos o cómo la Universidad de Salamanca ha cambiado el inquilino del sillón rectoral (aquí sí que me he sentido protagonista, a veces incluso avergonzado), igual que las universidades de León u Oviedo. Vemos cómo para dentro de un par de días, como quien dice, nos están esperando las urnas para elegir a nuestros eurodiputados. O, por terminar, deciros cómo hace nada –aunque a pocos les llegue a importar– tuvimos la renovación presidencial en la comunidad de vecinos en la que vivo. Seguro que me dejo más de una en el tintero neuronal, que uno es de memoria quebradiza, pero no dejo de ver más que elecciones como si acabase de «comprarme» unas.

Elecciones políticas, sociales, profesionales, vecinales… y, por supuesto, cofrades. Porque, mira tú qué coincidencia, casi la cuarta parte de nuestras cofradías, hermandades y congregaciones van a comenzar o están inmersas ya en procesos de renovación de cargos directivos, con sus correspondientes hermanos mayores a la cabeza. Y esas, las elecciones cofrades, por descontado, son las que interesan en estas páginas virtuales, que para las otras ya está «El País».

Vera-Cruz, Soledad, Universitaria, Despojado, Rosario y quizá alguna más que no recuerde –que ya digo, soy de neurona descuidada–, andan metidas en presentación de candidaturas y procesos de renovación. Creo, también, que todas tienen sus candidatos más o menos claros y que, quién más quién menos de ellos, confían en sus fuerzas, en el respaldo de los votos y en su capacidad para gobernar esas instituciones. Pero, como no todo el monte es orégano –o cantueso, mucho más abundante en nuestras taurinas dehesas– también hay algunas cosillas que seguro a alguno de ellos le pueda estar quitando algo de sueño, que ya se sabe que en este «palacio» (episcopal) las cosas no es que vayan despacio, sino que tienen distintas velocidades según no se sabe bien qué criterios «físicos». Y lo digo porque lo he vivido, no en carne propia pero sí en casa, sin haber llegado a conocer los porqués de algunas lentitudes diocesanas, cuando veías cómo algunos otros te iban adelantando por la derecha, por la izquierda o incluso por encima, sin llegar a poner siquiera los intermitentes (claro que, en este caso, no sé si eso es considerado diocesanamente antirreglamentario –lo de los intermitentes, digo– y, ¡claro!, se acepta sin más o como mucho mirando para otro lado). Que esto último sí que lo sufrí en propias carnes, aunque entonces yo solo fuera un actor secundario –o un gregario, si quien lee estas líneas es más del deporte ciclista–.

Bueno, que se me pierde el hilo. Decía que vamos a ver cómo algunas cofradías tienen elecciones y que confío en que todo sea para bien desde el principio de cada proceso. Que deseo que los candidatos y sus equipos, una vez electos, sean savia nueva y fresca –muy necesaria en alguno de los casos por esperada– para que nuestra Semana Santa vaya viendo horizontes más claros, novedosos y sensatos. Que espero que quienes tienen que velar por la limpieza de los procesos cumplan con su misión, sea la que sea, pues es lo que uno espera de los encargados tanto de supervisar como del control de los raseros. Que ruego por que la fraternidad sea la cruz de guía de principio a fin para todos y que las contiendas, si acaso las hubiere, no vayan más allá de los legítimos intereses cofrades de quienes las insten. En definitiva, que brille la luz y que nada dé lugar a crítica, especulación o decepción, aunque para algunos, que siempre serán como la vieja del visillo, sea costumbre.

¡Ah! ¡Por cierto! En esta obsesión mía por ver elecciones por todas partes, no quiero dejar atrás, aunque sea ahora, a los postres, la inminente renovación del Consejo Rector de nuestra Junta de Semana Santa. Otro proceso, quizá el de mayor enjundia según se mire, para el que tengo tantas o más y mejores esperanzas como las que he expresado en los párrafos anteriores. Porque cuando la cabeza funciona, el cuerpo responde pronto y certero.

Mis mejores deseos –seguro que compartidos por muchos­– para todos.

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