lunes, 10 de junio de 2024

Formación. Donde sea, pero formación

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 Félix Torres

Imágenes,  cursos de formación organizados por la Coordinadora Diocesana de Cofradías / Diócesis de Salamanca

10-06-2024

Hace unos días, mi compañero contertulio Conrado Vicente nos hablaba desde esta página virtual de actividades cofrades que van más allá de la procesión y del «¡hasta otro año, hermano!» que tantas veces hemos escuchado al finalizar nuestras marchas de penitencia en los Días Santos. Actividades que no siempre tienen que estar dedicadas a una formación religiosa o espiritual, no obstante muy necesaria entre cofrades, sino que pueden ser simplemente de hermanamiento, lúdicas y casi festivas, aunque también estas siempre debieran tener un fin último cofrade por venir de donde vienen.

Jornadas de hermandad en torno a una caldereta o una paella, como veo anunciadas, o de simple convivencia en torno a unas mesas mientras se disfruta de café o refresco, o en calzón corto tras un balón mientras se prueba la destreza deportiva de quienes se saben cofrades. Pero siempre, como ya digo, debieran llevar por delante un fundamento formativo que fuera más allá del simple hecho de merendar o de jugar un partido entre amigos. Un espíritu que se debe mostrar en todos los actos que se propongan bajo el nombre de la institución que nos reúne y que sirvan para manifestar ese algo más que se nos supone a los cofrades. Una eucaristía antes de comenzar las actividades (como también veo anunciado) o unas palabras formativas, que no tienen por qué ser arduas, mientras se deja enfriar el café sobre la mesa de juego. Algo con lo que dar sentido a lo que compartimos.

Y hablando de entretenimiento y de formación, quiero contar, ya pasada la última de las sesiones mensuales que dará paso al descanso estival hasta el próximo curso, cómo desde la junta directiva de la Hermandad Franciscana y con el fraile capuchino Domingo Montero como maestro en el más amplio sentido del término, se ha desarrollado durante todo este último curso un ciclo formativo para profundizar en el conocimiento de la Navidad, que nos ha llevado a algunos cofrades a conocer esas fechas centrales del cristianismo desde un punto de vista que jamás, yo al menos, habíamos pensado. Las figuras de nuestro belén casero tomando vida para que las viéramos y, sobre todo, entendiéramos en su tiempo, desde nuestro tiempo y con la Biblia como manual de instrucciones. Los protagonistas de la Natividad, pastores, José, María y, fundamentalmente, Jesús como Dios, niño y hombre, vistos con unos ojos tan sorprendidos que se nos abrían como platos en el alma. Profundidad de contenidos en la entretenida palabra de quien nos condujo jornada tras jornada. Una experiencia formativa de hermandad en toda regla.

Pero no quiero quedarme «solo» en eso, sino en ese otro algo más que acompañaba, a veces implícita y otras explícitamente, a los comentarios y explicaciones del padre Domingo. Porque más allá de los protagonistas, estaban las cosas y las casas. Calles y lugares por los que discurrieron esos acontecimientos germen del cristianismo. Quiero irme a las calles de Nazareth, de Belén, de Jerusalén y recorrerlas hoy, sin saber si algún día podré hacerlo en persona, como si estuviese en aquellos tiempos, quizá no tan lejanos en el espíritu. Recorrerlas mientras veo cómo las tres grandes religiones conviven en armonía, sin los radicalismos excéntricos de los unos o la soberbia sometida de los otros. Quiero sentir cómo los cristianos de Jerusalén no son menos cristianos por ser árabes de origen, o que los judíos «recién llegados» dejan humildemente de arrogarse unos derechos que no les concede ni la Historia Sagrada. Quiero disfrutar de las sensaciones que aquellas tierras santas infunden en cualquier espíritu y meterme en la piel de quienes allí viven, y no sentir el miedo a ser perseguido por cristiano, amenazado por unos u otros según soplen los vientos. Quiero que quienes custodian aquellos Santos Lugares tengan la tranquilidad material suficiente (que la espiritual sé que la tienen afianzada) que les permita seguir con esa labor secular de mantener espacios y acoger peregrinos que solo quieren vivir su fe. Quiero que la normalidad vuelva a aquellas tierras en las que hoy, quien más quien menos, anda en guerra, con la muerte a unos kilómetros. No sé si quiero imposibles, pero confío en aquel Francisco que logró hermanar a las fieras y espero su milagro.

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