04-10-2024
Hoy es san Francisco, la fiesta
mayor de la Hermandad Franciscana pero también una celebración de referencia
para todas las cofradías seráficas, que son muchas. En Salamanca, con mayor o
menor intensidad, el vínculo lo tienen Vera Cruz, Agonía, Perdón, Nazareno y
hasta Yacente. Incluso, podríamos añadir que, en origen, las cofradías
penitenciales deben su existencia a los franciscanos. Ellos difundieron las
celebraciones populares vinculadas a la Pasión de Cristo, centradas
fundamentalmente en la devoción de la Santa Cruz, que luego llevaron al rezo
del Santo Viacrucis. Es un día grande.
Para los franciscanos, además,
las conmemoraciones van cayendo en cascada, una tras otra. Los ochocientos años
de la primera representación de la Navidad, con los belenes que surgieron a
partir de Greccio en 1223; los estigmas de san Francisco que recordamos en el
año presente y sirven para avalar que nadie se asemejó tanto como él a Jesús el
Nazareno, el Cántico de las criaturas, compuesto
en 1225 y, por último, el tránsito del santo de Asís, cuyo aniversario será en
2026, coincidiendo además con el décimo aniversario fundacional de la Hermandad
Franciscana de Salamanca.
El pasado domingo, en uno de los
conventos franciscanos de Salamanca, el dedicado a la Madre de Dios, de las
franciscanas TOR, se anticipó el año del Cántico
con una representación, recitada, cantada y con lenguajes inclusivos para sordomudos, a cargo
de la artista granadina Rakel Rodríguez Ruiz, terciaria seglar. Fue un momento
para la reflexión en torno a la riqueza que encierra esta alabanza al Creador y
su obra.
Vivimos ahora tiempos en los que
se manosea y manipula hasta el hastío la causa ecologista, loable en principio,
pero instrumentalizada y pervertida por demasiados grupos políticos e
ideológicos con la nunca noble finalidad de utilizarla como ariete contra
quienes difieren en su forma de entender el mundo. La pieza de san Francisco,
en la inmediatez de los ocho siglos, no puede por ende gozar de más actualidad.
Transparente en su sencillez, humana a más no poder, el Poverello alaba a Dios por el regalo de su creación: el sol, la
luna, las estrellas, el viento, el aire, las nubes, el agua, el fuego, la
Tierra, los hombres que sufren y enferman y perdonan… y la muerte, la hermana
muerte que nos lleva al encuentro definitivo con el Padre.
La hondura de este texto tan
aparentemente sencillo nos conduce sin remedio al amor a la naturaleza, como
obra del Creador, y a la obligación de respetarla y protegerla, porque no es
nuestra, aunque legítimamente podamos servirnos de ella para nuestro bienestar.
Este pensamiento estará muy presente el 27 de octubre, el día del Espíritu de Asís, un acto ecuménico para
rezar por la paz que, desde 2017, en Salamanca lo organiza, en el convento
capuchino de San Francisco, la Hermandad del Cristo de la Humildad.
Estamos de celebración. La obra
del asisiense, con los hermanos menores y las hermanas pobres, los terciarios y
las cofradías seráficas y aquellas otras que siguieron su estela, continúa
haciendo presente el mensaje de quien tanto se asemejó a Cristo. La
espiritualidad de dimensión tan profundamente humana que difundió,
revolucionaria e incomprendida en su momento, valorada e imprescindible
después, nos interpela con toda la fuerza que solo lo sencillo es capaz de
transmitir. Paz y bien y muy feliz día de san Francisco.
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