lunes, 7 de octubre de 2024

Transporte

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Álex J. García Montero

Fotografía: Pablo de la Peña
07-10-2024

 

A Juan Carlos Campo, Jefe del Grupo de Montaje
 de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno de León

 

Recientemente, Europa, una de sus múltiples comisiones, nuestra querida Uropa, ha aprobado una directiva sobre transporte de animales que requiere de unos descansos con esparcimiento físico para todo transporte animal que se precie.

Cualquiera que conozca el mundo taurino sabe de las distancias que recorren los bureles cuando son embarcados en las fincas de las distintas dehesas de nuestra piel de toro. Así tenemos que, salvo en contadas ocasiones, donde ferias como la recién celebrada en la querida Glorieta charra, los toros deben transitar por un sinfín de kilómetros por caminos, carreteras, autovías y autopistas hacia el destino de los corrales y chiqueros repartidos por Portugal, España y la nación gala, cuna de la mejor afición del mundo.

En verano son muchas las localidades francesas que celebran corridas de toros. Básicamente son dos zonas, la zona atlántica (con la euskaldún Iparralde y Landas–Lanes–Landes) y la zona mediterránea con Occitania (Occitanie–Occitània) y el Rosellón (Roselló), esa Catalunya Nord de corte libre, republicana y cívica agraria donde sigue vigente el «prohibido prohibir» de mayo del 68.

Imaginen, al estilo de Lenon, que en el transporte desde las dehesas próximas al Estrecho de Gibraltar (¡español!), los Montes de Toledo, la Salamanca leonesa, Castilla la Vieja, la Frontera andaluza y demás… tenemos que transportar ganado bravo hasta esas zonas de clima suave y gente bravía donde el toro sigue siendo la aldea gala de Astérix y Obélix frente a una ciudadanía pija y urbana parisina, y dizque «insumisa» más pastueña que la vaca de Milka; ¿qué zonas de esparcimiento dejamos al toro bravo? ¿tal vez algún parlamento o alguna sede de los cientos de oenegés verdes y «ecologetas»? Porque sacarlos del camión es muy fácil, pero volverlos a meter…

De la misma manera que en el transporte de toros bravos es inviable esta absurda normativa, en nuestra Semana Santa, muchas veces las juntas de gobierno y sobre todo los priostes y grupos de montaje tienen que bregar, más al engaño que a la verdad, con las absurdas normativas de tráfico que pululan por todas las tierras de la DGT. Así, la mayor parte de las veces, cuesta mucho trasladar tronos, enseres, pasos, imágenes por las calles y carreteras secundarias. Porque hay que pedir una infinitud de permisos. Además, hay vías que son competencia de la Guardia Civil y otras de los distintos cuerpos de la Policía Local y además de enfrentamientos consabidos entre ambos cuerpos a lo Ventura y Pablo Hermoso (que parece que se va retirando igual que Ponce), tenemos la última palabra del alcalde o del delegado de gobierno de turno con su implacable traje y su tiesa corbata en presidencia de lo absurdo.

Todos quieren ser invitados a pregones, fogones, procesiones, actos y cortejos, pero ninguno pone soluciones sobre la mesa para facilitar obrar el milagro cada año. Y este problema, antaño inexistente, se ha convertido hogaño en una contingencia de tamaña magnitud que inunda de ibuprofenos las cabezas y más aún los estómagos de todos los que intentan (intentamos) echar una mano en la preparación de la otra gran fiesta que tiene lugar en la primera luna llena de primavera (con permiso del ebúrneo argentino).

Quizás tengamos que empezar a plantearnos si merece la pena que después de preparar con mimo, como preparan los mayorales y vaqueros los astados que serán lidiados en los alberos de las diversas y variadas geografías, todos los elementos litúrgicos y paralitúrgicos que conllevan una estación de penitencia, nos vengan con normativas absurdas para trasladar unos elementos cuyos orígenes se remontan a muchos siglos antes de que alguien pudiera pensar o imaginar el desarrollo de un vehículo autónomo.

Porque no es de recibo que hermandades y cofradías estemos pagando, además del transporte, seguros, permisos, trámites, contingencias y muchas veces favores (a portes debidos la mayor de las ocasiones), los numerosos costes y costos que supone para las menguadas arcas cofrades la salida a la calle, guste o no guste, el denominado culto público, principal razón de ser, junto con la social y la votiva de recuerdo por los fallecidos, de nuestras penitenciales.

Señores políticos (de todo signo, signe, signa, signu…), pónganse las pilas, mejor dicho, pónganse bajo el banzo, el palo o el templete y empiecen a dar soluciones reales y realistas (no monárquicas) a esta serie de problemas. Sino, quizás, algún año, con un sol espléndido de mañana de Jueves Santo, podrían encontrase con que no haya más salida que un farol para alumbrar sus vergüenzas en la madrugada de la incontinencia verbal y gestual.

Este debe ser un problema que se ha de tratar en todas las mesas sectoriales, puesto que ni el gran transportista Marce podría ir solo a Europa a exponer la problemática del transporte de ganado bravo. Es labor de congresos, mesas redondas, encuentros y desencuentros cofrades y políticos. Es comparación entre tierras meridionales y septentrionales. Porque lo que en Andalucía son todo ventajas, en las tierras de los viejos e históricos reinos de Castilla y de León son inconvenientes y cortapisas.

Y no digamos a la hora de hacer traslados o mudás. Tenemos otro agente de movilidad que muchas veces se dedica a poner vallas, cercas, muros, cepos y clavos en los traslados de la ilusión: la autoridad eclesiástica. Pero de eso hablaremos otro día.

Lo dicho. Transporte. Transporte con gallardía. Con ilusión. Con cabeza y sí, con corazón. Que transportamos en nuestras conciencias siglos de veneración, devoción y vivencias para todos de forma totalmente gratuita, pero no estúpida. Que somos cofrades, no gilipollas.

Que es ahora, en septiembre y en octubre, cuando hay que pensar, preparar y discutir toda la logística previa y posterior a nuestras estaciones de penitencia. Que todos debemos poner de nuestra parte; pero aquí son otros los que deben de hinchar las ruedas de los camiones y coger el volante como los demás cogemos al toro por los cuernos de la sensatez. No siempre lo sensato es cumplir normas hechas para el siglo XXI y no para los siglos XV, XVI, XVII y XVIII donde se gestaron las heroicidades de lo que hoy conocemos como Semana Santa.

A nadie se le ocurriría hacer el arrastre con un camión cabeza tractora por nuevo que este fuera. Las mulillas del común de los alberos o la yunta de bueyes en tierras norteñas, son el complemento perfecto al final de la faena, con o sin trofeos. En sí mismo el arrastre del cornúpeta es todo un espectáculo menor del mayor teatro de la vida hecha muerte y la muerte hecha vida, como lo que celebramos en la Pasión de Cristo. Quedan tiempos, esperas y demoras hasta abril. Pero las lluvias que caen ahora anticipan que la Semana Santa está próxima. Al menos en los que gestionan el milagro para sentir los únicos clavos y espinos que deben atravesar nuestra cristiana existencia, los de Jesús el Nazareno.

Feliz curso cofrade.


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