Pintura iglesia Campo de los Pastores de Belén. Tierra Santa |
11-10-2024
Pero
celebro que, lo que no pudo ser con la Franciscana, florezca ahora desde el
pequeño atisbo de sensatez que demandamos para nosotros en su día. Lo que se
desconoce es si tal cosa ha sido posible gracias a que las cacatúas iletradas,
que pudieran asesorar entonces, han dejado de creerse que ostentan el poder de
los necios o si tal cosa acaeció por algún tipo de carraspera o crisis gargantológica.
Lo
importante es que me complace que lo que se le pidió al obispo en su día ahora
otra Hermandad hermana lo haya obtenido sin mayor problema. Claro que tendría que
darse alguna explicación que deshaga el maligno pensamiento que da a entender
un afán vengativo en quienes no soportan que la lengua salga a hacer footing a su gusto por los territorios
de la verdad.
Pero,
sobre este entretenido asunto, volveré cuando me plazca, pues las pruebas
escritas acomodarán el interés que demande en cualquier momento retirar el
apósito que sigue cubriendo con suma diligencia la herida. Y es que lo escrito
sigue inalterable como marca testifical o probatoria de lo que sin duda podría
afirmarse ante el mismísimo gallo que desgraciadamente sigue en la madrugada de
los despropósitos cacareando más de dos veces.
El
caso es que prefiero, por ahora, dejar en olvido esta historieta que rescata a
los personajes del TBO, para recordar un atardecer de principios de verano,
cuando un mozalbete desconocido me abordó en la puerta de un templo después de
haber participado en un acontecimiento literario. Me recriminó, algo enfadado, que
en mi pregón de la Semana Santa del año 2015 obviase mencionar la imagen que,
según él, es la más agraciada e importante de cuantas procesionan en los días
santos por nuestra ciudad. Sin dejarme abrir la boca, aludió a mi
desconocimiento y al mal gusto que defiendo a la hora de resaltar la
importancia de otras tallas mucho menos carismáticas que la que a él le tiene
embelesado.
Lo
único que le contesté, como ya he hecho en otras ocasiones, es que en mi pregón
mencioné absolutamente todas y cada una de las imágenes que forman parte de
nuestras procesiones. Al recomendarle que se leyese mi pregón, vino a decirme
que otros pregoneros hicieron lo propio, tiempos atrás, al escamotear palabras
que estaban escritas cuando se vieron delante de la gente.
La
verdad es que el empecinado mozo me hizo sudar, pero dado su empeño en
contrariarme, busqué mi pregón en Internet, encontrando con suma premura esa
parte donde la imagen tan importante para él, era mencionada…
Al
quedarse sin palabras, simplemente le hice saber que mi intervención estaba
colgada en YouTube por dos entidades y que a uno de los pregones grabado en el
Liceo (desconozco la razón) le faltaba una pequeña parte. Muy contrariado se
despidió dándome la mano mientras me aseguraba que le haría llegar lo que acababa
de descubrir a los amigotes que, parece ser, alimentaban como él un gran enfado
contra este pobre escribidor de pequeñas cosas.
Este
hecho vuelve a abrir ese bote de esencias que guarda viejas rencillas, chismes
y bulos que escrituran facturas y malos entendidos. Pero, por otro lado, estas
cuestiones de las pasiones humanas y mundanas viven entre nosotros viajando como
cosa nuestra en las mochilas de los sentimientos.
El
caso es que aquí seguimos iniciando un nuevo curso en este espacio que lleva el
marchamo de la libertad como consigna de su andadura, para que la palabra pese
a quien pese, siga explorando los caminos de la verdad, que más allá de la mía,
es la de quienes, opinando de otra forma, tienen el valor de colaborar en estas
páginas que tratan de exponer una pluralidad de sabores y tonos cofrades por
medio de la opinión…
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