23-10-2024
Reflexión pensada el 6 de octubre
Iba paseando por la calle San Pablo
cuando vi una agente de la Policía Local en el cruce de la calle Jesús con San
Pablo y la plaza de Colón. No me extrañó mucho, porque había visto corredores
esa misma mañana de domingo, por lo que supuse que estaba regulando el tráfico
para los atletas.
Regular sí que regulaba, pero no para
que los deportistas lo tuvieran más seguro. Era para que los gladiadores, digo
costaleros, salmantinos pudieran llevar el paso a costal. Los vi cuando subían
por San Pablo, giraban en la plaza de Trento y los dejé frente a los Dominicos.
¡Eso sí que es fervor! Casi se daban golpes de pecho, se intercambiaban, se
miraban emocionados y admirados unos a otros.
¡Impresionante! Sobre todo teniendo en
cuenta que solo llevaban las andas. No trasladaban la imagen de una Virgen o un
Cristo. Nada, solo las andas. No me quiero ni imaginar cómo será su devoción y
piedad cuando sobre sus hombros carguen dichas tallas.
Un tumulto de personas rodeaba el paso.
Muchos hombres luciendo el costal y la morcilla. Además de unos brazos fuertes.
A su vera, casi en igual número otro grupo de mujeres. Llamaba la atención su
juventud. Bien es cierto que para cargar es mejor ser zagal que anciano.
Precedía la estructura una patrulla de
la Policía Local que iba escoltándolos, repito solo las andas, porque no
llevaban ninguna figura. Junto a mí había un hombre, ya mayor, que al ver el
espectáculo dijo algo así como que tenían más gracia «Las muñecas de Famosa…» ‒con
todo el respeto por los famosos juguetes‒ desfilando que estos costaleros
castellanos.
Quizá este señor tenía razón. Pasa, con
esto de llevar a costal las imágenes, tan propia esta carga de las provincias por
debajo del Parque Natural de Despeñaperros, como con las gambas de Huelva o la
manzanilla de Jerez, que ambos están más jugosos, sabrosos y frescos si los
comes o bebes respirando ese aire... Porque, como dicen en mi pueblo, arte, lo
que se dice arte, estos costaleros charros, le daban poco a llevar el paso.
De la otra, de la de cortar el tráfico,
la de hacer cuadrilla, para dejarse ver y que los vieran, de esa tienen arte
para rato.
Las cofradías suelen transportar las
andas de un local o iglesia a otro templo alquilando una grúa. La montan y se
la traslada. No importunan al resto de la ciudadanía. Nadie se entera de que
han realizado esa acción. Todo está en orden.
En más de una ocasión he asegurado que,
para mí, las creencias son sagradas, pero la exhibición y la vanidad son
pecados casi casi capitales.
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