27-11-2024
«Cantos de vida y esperanza» es un poema
que Rubén Darío compuso en 1905, de donde nace la conocida frase «juventud,
divino tesoro». Este poema habla sobre la añoranza del pasado y pérdida de la juventud,
de la germinación y lozanía en esta etapa de la vida.
Al igual que la juventud, y de manera
muy similar a ese germinar, se podría comparar el papel que nuestros jóvenes
tienen hoy en día dentro de nuestras cofradías, hermandades y congregaciones.
En una sociedad cada vez más
secularizada y globalizada, es común pensar que el binomio tradición y juventud
esté en peligro. También es común escuchar preocupaciones sobre el alejamiento
de los jóvenes de las prácticas religiosas.
Es un error pensar que los jóvenes no
aportan, que no tienen interés y que tienen una actitud pasota ante
determinados asuntos y ante la vida en general. El último informe de Juventud
en España establece que el perfil de los jóvenes es de solidarios, inconformistas,
abiertos, integradores, participativos, conscientes de las desigualdades y
discriminaciones, preparados para asumir los retos y los cambios.
Si miramos atrás, la juventud, en
décadas anteriores, se limitaba a esperar la llegada de la Semana Santa para participar
de las actividades religiosas, compartir las tradiciones con la familia y
procesionar dentro de los desfiles que se organizaban en las hermandades.
Siempre en segunda fila y con poca o nula participación de las decisiones
dentro de la hermandad. Nunca se le dio voz ni importancia a lo que tuvieran
que decir o aportar.
Esto ahora ha cambiado a mejor. Nuestras
cofradías comienzan a escuchar a los jóvenes y comienzan a darse cuenta del
tirón, fuerza y entusiasmo que tienen en todo lo que hacen. Resulta necesario
que, dentro de la comunidad cofrade y en cada cofradía, se establezca una buena
y constante comunicación con los jóvenes. De esta manera, se garantiza que todo
aquello que les preocupa y les mueve se traslade a sus juntas de gobierno.
Los grupos jóvenes reclaman a las
hermandades una mayor implicación, pues estos grupos no solo son mano de obra
en el duro trabajo necesario para mantener una hermandad, sino que pueden
llegar a desempeñar otras actividades, aportando ideas frescas y adaptadas a la
actual sociedad. Ellos son, en última instancia, quienes heredarán el legado de
la tradición y quienes, con su visión del mundo, decidirán cómo mantener viva
su esencia.
Nuestras cofradías ofrecen también a los
jóvenes la oportunidad de acercarse a la Iglesia, muchas veces en segundas o
terceras oportunidades, y brindan, casi sin darse cuenta, la ocasión de volver
a formar parte de esa gran comunidad cristiana. De ahí la gran importancia que
tienen nuestras cofradías dentro del seno de la Iglesia para con nuestros
jóvenes.
Por todo ello, me llama poderosamente la
atención que, a fecha de hoy, no se haya explorado de manera más decidida cómo
lograr que los jóvenes de nuestra Semana Santa se unan en un grupo común con mayor
cohesión y capacidad para impulsar y desarrollar nuevas iniciativas. Sé que ha habido
intentos en ese sentido, pero quizá esto sea solo un bonito punto más que
adjuntar a una lista de intenciones que nunca se materializan. La triste
realidad es que, aunque se ha avanzado, sigue siendo una tarea pendiente para
muchas cofradías, juntas y coordinadoras. Un asunto de urgente prioridad que ha
quedado en el olvido.
Estamos comenzando curso, como quien
dice, y con ello se abren nuevas oportunidades y nuevos proyectos. Espero que,
a quién corresponda, se aplique en la tarea de atender a nuestros jóvenes,
guiarles y motivarles en el camino pastoral, cuidarles y asesorarles
espiritualmente como se merecen y necesitan, porque es más que evidente que los
grupos jóvenes de las hermandades son una pieza clave en el día a día de las cofradías.
Los jóvenes no son solo el futuro, son el presente de nuestras cofradías, son
nuestro divino tesoro.
👏🏼👏🏼
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