martes, 26 de noviembre de 2024

Vanitas kofrade: como me ves te verás…

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Rubén Sánchez Domínguez

Yacente de Paiporta (Arzobispado de Valencia) y relieve del Patio de San Isidro, Sacramental de San Isidro, Madrid | Fotografías: R.S.D.

26-11-2024


Como te ves, yo me vi.
Como me ves, te verás.


Las circunstancias mandan, y si ya es casi inevitable ‒siendo noviembre‒, no tener «cuerpo de Góngora» (como el viejo Garcinuño de Amanece, que no es poco ‒José Luis Cuerda, 1988‒), los últimos sucesos de Valencia nos han encogido un alma arbitraria, que se estremece más cuando las tragedias le pillan cerca de casa: «Como te ves, yo me vi, como me ves, te verás», nunca este lema, tan barroco, que reflexiona sobre la fugacidad y fragilidad de la vida terrena, fue tan oportuno como ahora, también, para nuestra Semana Santa.

El curso pasado, me despedía de esta tribuna reflexionando sobre la necesidad de que los kofrades encontraran una salida de emergencia para vivir la Pascua con o sin procesiones en la calle, también para que la Junta Pro Semana Santa de Salamora Norte fuera capaz de escapar de su letargo de crispación. «Salida de emergencia»…, un título que, a poco menos de un mes de la riada que dejó atrapadas a tantas personas en casas, garajes y coches, parece una broma pesada del destino.

El pasado 3 de julio dimitía en bloque la Junta Pro Semana Santa de Salamora Norte. El ambiente de crispación general por el retraso en las obras del derribado Museo (convertido en mártir destinatario de todos los rezos), avivado por la frustración que habían dejado las lluvias primaverales fue la gota de cera –líquida no por favor‒, que colmó la tulipa. Dos semanas después, el obispado movió ficha, pero no para sacar los botes salvavidas sino para fletar un barco nuevo en forma de una gestora, totalmente ajena a la junta directiva y el consejo rector anteriores. Todo un golpe de efecto. No esperaban los kofrades salamoranos del Norte que la orquesta del Titanic dejara de tocar marchas en pleno hundimiento.

El órdago baculatorio, siendo efectivo, ha sido un tanto errático. Tres meses después del nombramiento del nuevo órgano, y con los dirigentes de las cofradías al borde de un ataque de nervios, los nuevos dirigentes se han reunido con ellas. Al parecer, y según testimonio de los asistentes, revolotearon en el aire muchas cuestiones importantes como qué legitimidad le ha quedado al antiguo consejo rector o si sigue vigente la asamblea plenaria. Asimismo, y aunque desde un punto de vista institucional tenga una importancia menor, las cofradías clamaban por lo que para el kofrade medio es lo único importante: ¿cómo organizo la procesión? ¿Por dónde (me) meto los pasos? O si la gestora proveerá de las Santas Carpas (pardas o no).

Es obvio que la cada vez más próxima Semana Santa apremia. No seré yo quien niegue que es la temporada alta de unas cofradías, por suerte cada vez más desestacionalizadas (por usar un término que se exponía en esta misma tribuna hace unas semanas). También entiendo que el asunto no es fácil de formalizar desde un punto de vista jurídico. No tengo claro cuál será su efecto y si conseguirá los objetivos planteados en su constitución. Lo que sí es evidente, al menos a juzgar por las declaraciones de algunos de los presidentes que acudieron a la cita (tras la cual no todos quisieron posar en la foto de familia), es que han conseguido dos cosas: unir ‒no pacificar‒, circunstancialmente a las cofradías ante (no quiero decir contra) un ente que les ha quitado de en medio de un plumazo y además y que estas piensen –y esto es muy peligroso-, que tienen razón. Parece que la gestora es el nuevo «contubernio judeo…», y ya saben que nada une más que un enemigo común.

Llegados a este punto solo me queda regresar al inicio. Volvamos los ojos al barroco y miremos a esas «Vanitas» tan ilustradoras y educativas. Ayunemos de orgullo (sé que es difícil y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra). Imaginemos que Valdés Leal pintó, en sus postrimerías, a un presidente/a de una junta de cofradías o de una hermandad cualesquiera. Miremos a los ojos llenos de cieno –y de humildad‒, al Cristo Yacente de Paiporta y recitemos con el ángel que custodia uno de los patios de la madrileña Sacramental de San Isidro: «No os ofusque, oh mortales, brillo fugaz de glorias mundanales, pues solo el bueno, el religioso y el justo, es en la tumba el grande y el augusto».

Sin duda, en el rostro embarrado del Cristo valenciano está, como siempre, esa salida –quizás más bien entrada‒, de emergencia que necesitamos en Salamora Norte (y también en la Sur, al menos por el Campo de San Francisco, donde parece bajan las aguas bastante revueltas…). A punto de entrar en el tiempo de espera ‒y de esperanza‒, por antonomasia del calendario cristiano, y de abrir, precisamente, un nuevo año jubilar cuyo lema transita sobre esta virtud teologal, os deseo un feliz Adviento a todos.


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