Existe en Salamanca un lugar dedicado a la celebración de este día 1 de noviembre, es decir, la celebración de «Todos los Santos». Se encuentra en el interior de la Catedral Nueva de Salamanca, aunque se dedica a Todos los Santos, se la denomina popularmente la «Capilla Dorada». La curiosidad que nos lleva a acercar la cara para mirar entre los barrotes de su preciosa reja, de Esteban de Buenamadre, nos hace comprender a qué se deben las dos denominaciones de esta capilla. Por un lado, nos sorprende la gran cantidad de esculturas de santos, en total ciento diez, sin quedar ningún espacio vacío en sus paredes (horror vacui), y, por otro lado, el oro cubre, sobre un fondo en blanco y azul, no solo las imágenes de los santos, sino los elementos arquitectónicos y decorativos, trasladándonos de inmediato a otra dimensión más allá del espacio y el tiempo, para contemplar el cielo, lugar donde está Dios y moran los santos, gozando junto a él la felicidad eterna y el domingo sin ocaso.
La capilla se sitúa a los pies del templo, ya que es una
de las primeras capillas construidas de la catedral. Siete años después de
haberse puesto la primera piedra de la Catedral Nueva (1513), en 1520, el
cabildo contrata al arquitecto Juan de Álava para levantar las tres capillas
del lado de la epístola, las que se adosan al muro norte de la construcción
románica de la antigua catedral. Entre ellas se encuentra nuestra capilla de
Todos los Santos o Dorada. Una vez concluida la capilla arquitectónicamente, en
1523, tal y como reza la inscripción sobre el dintel de la puerta que daba
acceso a la Catedral Vieja, en 1524 don Francisco Sánchez de Palenzuela,
arcediano de Alba, la compra para su enterramiento. El precio se estable en
200.000 maravedíes, los cuales servirán, según se recoge en el archivo
catedralicio, para «obra y progreso de la catedral nueva» y para «dar ánimo a
otros que, imitando a él, hiziesen lo semejante». Desde agosto de 1524 hasta
diciembre de ese mismo año, fue contratado para su decoración el «maestre Gil»,
procedente de Zamora. Las últimas noticias escritas sobre esta capilla son de
agosto de 1525, cuando el arcediano de Alba encarga piedra de Villamayor,
posiblemente para terminar la ingente obra escultórica de imágenes de santos. Además
hubo que realizar los sepulcros del fundador y sus familiares.
Estamos ante un recinto funerario y religioso. La capilla
de Francisco Sánchez de Palenzuela se distribuye arquitectónicamente como las
del resto de la catedral, sin embargo, es peculiar porque dispone de coro,
sostenido por una cornisa con una bella y profusa decoración gótica de animales
y plantas. Además, se conserva el órgano realejo para el coro de esta capilla,
hoy en día visible en la Catedral Vieja, junto a la cabecera del ábside de la
Epístola o sur. También se añade un púlpito para predicar, con la típica
decoración recargada del último gótico. En una cinta aparece inscrito el Salmo
116: LAUDATE DOMINUM OMNES GENTES. Preside la capilla un conjunto escultórico
sobre el altar, dentro de un gran arco carpanel, flanqueado por pináculos,
posiblemente de Juan de Gante, el mismo artista que esculpió el calvario de la
portada principal. Bajo el crucificado flamenco está la imagen de san Pedro en
Catedra. En la capilla se cubren los muros de ménsulas y doseles, que sirven de
marco para las figuras bíblicas, desde Adán y Eva, hasta los santos de la
Iglesia. Nos llama la atención que el canónigo Sánchez Palenzuela, que había
residido en Roma desde 1504, no mande decorar una capilla al gusto «moderno»
del Renacimiento, lo cual demuestra su preferencia por un estilo más
conservador. Baste, como ejemplo de pervivencia por el gusto medieval, la
expresionista imagen del «Memento mori» (Acuérdate que has de morir), en la que
aparece representado el cuerpo de una mujer en descomposición, que carga con su
ataúd y cuyo sexo está cubierto por un sapo, indicando el pecado de la lujuria.
A pesar de esto, la imagen de la muerte se encuentra enmarcada dentro de una
puerta, pues ella es la que posibilita entrar en este recinto sacro que
contemplamos.
Gracias al testamento del fundador, disponemos del
sentido iconográfico de la capilla:
a Dios todopoderoso,
criador del cielo e de la tierra, que la crió, compró e remedió por su preciosa
sangre, e a su gloriosíssima madre Sancta María siempre Virgen e a Señor Sant
Miguel ángel e a los bienaventurados apóstoles Sant Pedro e Sant Pablo e a
todos los santos e Sanctas de la corte triunfante celestial, e invoco la
misericordia de Dios omnipontente, el cual por su infinita bondad e clemencia
aya misericordia de mi ánima, suplícole que la quiera llevar a la su sancta
gloria con los sus sanctos vienabenturados, e ruego e pideo por merced a la
Virgen Sancta María su madre, a quien siempre tuve e tengo por abogada e
señora, e a a Señor Sant Miguel ángel que me la guíe e lleve a buen lugar e
sean rogadores por ella.
Esta oración nos sorprende, sobre todo cuando es leída
dentro de esta capilla, porque es justamente lo que aquí se quiere representar.
La preciosa sangre, derramada por Cristo en la cruz, se hace presente y se actualiza
en el sacrificio de la eucaristía, sacramento celebrado sobre el altar y bajo
el impresionante calvario. Es la que lava los pecados y nos abre la puerta de
la salvación al Cielo, tal y como escuchamos en la liturgia de la Palabra de la
solemnidad de Todos los Santos: «Han lavado y blanqueado sus vestiduras en la
sangre del Cordero» (Ap 7,14); «tenemos un sumo sacerdote grande que ha
atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios… por eso comparezcamos confiados ante
el trono de la gracia para alcanzar misericordia» (Hb 4,14 ss.).
Al entrar en esta capilla se revela a nuestros ojos en
plenitud la gloria del Cielo, lugar donde la humanidad aspira a llegar, tras
seguir los pasos de Jesús en el valle de las lágrimas y las alegrías de la vida.
Así lo esperaba Francisco Sánchez de Palenzuela y su familia, motivo por el que
levantó esta capilla, y también todos nosotros. Mientras tanto, nos estimulan y
sirven de ejemplo para la Iglesia peregrina aquellos que están tan bellamente
representados en lo alto pero nos rodean. Son los santos de la Iglesia del
Cielo y Jesús los declara bienaventurados o santos, porque han sido pobres y
perseguidos al querer avanzar en su tiempo por la senda de su Evangelio (cf. Mt
5,3-12). Ojalá este día de Todos los Santos nos ayude a entrar en la comunión
con ellos y así nos sintamos ayudados por estos hermanos y hermanas que han
alcanzado la meta de la salvación.
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