Pues
resulta que sí, que estuve en Sevilla. Pero debo andar muy despistado, pues no
oigo más que hablar de «La Magna» a propios y extraños, que incluso en los
telediarios de buena parte de las cadenas se habló de ello.
Reviso
redes sociales y el tema de los «capillitas» es la dichosa magna, los programas
cofrades hacen concienzudos análisis de lo que fue, e incluso de lo que pudo
haber sido y no fue. Algunos abogaban incluso por la presencia de muchas más
imágenes en el evento.
Que
media España cofrade estaba allí, no lo dudo, y la otra media pendiente, para
disfrutar o criticar, para alabar o denostar.
¿Y
Salamanca?, pues como no podía ser de otra manera, allí estaba también presente
en el «evento magno», con representación, seguro, que de todas o casi todas las
cofradías, de su Junta e incluso de su Consiliario. ¿A disfrutar de la mal
llamada magna? Seguro, y espero que así lo hicieran.
Claro
que yo disfruté la procesión, mentiría si dijera que no, claro que me emocioné,
recé, canté con los hermanos loreños (qué autenticidad), crucé miradas con las
imágenes, compartí momentos y confidencias cofrades con los compañeros de
silla, (un cariñoso saludo a Felipe, cofrade guatemalteco)… Era el colofón
perfecto de un congreso, vivido y celebrado, que, tras reflexionar sobre la religiosidad
popular y las cofradías, sacaba estas a la calle, representadas en las mayores
devociones de su ciudad y provincia.
Pero
empezaba el título del artículo aludiendo al «Congreso», este sí con
mayúsculas, y no quiero terminar el mismo sin referirme al grandísimo nivel de
ponentes y ponencias, que no es oportuno desgranar ni siquiera mencionar aquí, invitando
al lector a descubrirlas. Están todas en las redes, merecen la pena, y como
decía monseñor Saiz Meneses en las conclusiones, los trabajos del congreso
deben ser un corpus de estudio y trabajo para las hermandades en los próximos veinte
o veinticinco años.
Es
una verdadera pena que el primer día me preguntaran en una reunión informal (en
la que casualmente coincidí con varios sacerdotes delegados de cofradías de
distintas diócesis, incluido Javier Fresno, coordinador del grupo de los
encuentros nacionales de cofradías, que en no pocas ocasiones ha respondido
solícito a nuestra llamada) por nuestro delegado, o por alguien de la diócesis.
A ello que tuve que contestar que un humilde servidor era el único cofrade
salmantino representante de la misma. Supongo que la mejor Semana Santa del
mundo no necesita más, ni conocer, ni formarse, ni escuchar. O quizá, la causa
sea que en este caso no había políticos para la foto, por lo que el interés era
nulo.
Cada
uno sabrá y tendrá sus motivaciones. Las mías estaban claras, seguir viviendo
mi vocación de cofrade como me enseñaron mis mayores, que de eso también se
habló, y de la vela que pone un devoto, y de las miradas con las imágenes, y de
la pastoral cofrade en las diócesis (que tanto se echa de menos), y de la
liturgia, y de la formación, y también de la historia y el patrimonio, y del
encuentro con el más pobre.
También aplaudí, pero no a la Macarena ni a la Esperanza de Triana, el mayor aplauso de todo el fin de semana, ovación diría yo, se lo llevaron las Hermanas de la Cruz, puro Evangelio. No dejéis de meditar su ponencia, y digo bien, meditar.
Mi querido hermano, amigo y contertulio. Que pena me da tu artículo. Sí, pena y de la profunda. Leerte, como siempre un placer. No se puede escribir ni estructurar mejor un artículo.
ResponderEliminarTus palabras dejan en pelotas la Semana Santa (ojo) la procesional y la procesionera, la de lágrima fácil y murmullo vacío. ¿Formación? ¿Para qué? ¿Formadores? ¿Quiénes?
No te canses de hacer lo que haces y decir lo que dices. El que tengamos escasos voceros de la cosa religiosa, no menguará jamás el discurso de la verdad.
Que pena, sí, mucha pena leer lo que cuentas y lo que tantos y tantos cofrades relatan estos días en las redes ¿sociales?, sobre una procesión, y bien digo, procesión por las calles de Sevilla.
Un abrazo. El de siempre.