16-12-2024
Para
la gente que de una manera u otra se involucra activamente en ella, es
indudable que la Semana Santa quita muchas cosas. Calendarios condicionados,
vacaciones, horas de esfuerzo a menudo invisible y, por encima de todo, una muy
damnificada familia. De vez en cuando, sin embargo, la misma Semana Santa
ejerce una suerte de ley de compensación en la que el tiempo que no se disfrutó
con los allegados se convierte en una familia de grandes dimensiones que,
queremos pensar, acude a la llamada en las grandes ocasiones.
Es
verdad que en este país, por desgracia, se da mejor despedir a los muertos que
agradecer a los vivos, pero imagino que el temor a que un acto de cariño
empiece a sonar a despedida antes de tiempo ha frenado muchas buenas
intenciones. En cualquier caso, viendo cómo esa familia cofrade ha reaccionado
ante dos de los últimos grandes homenajes no puedo por menos que desear que al
menos una parte significativa de ese cariño les fuera manifestado en vida a los
que ahora ya no están.
Lo
pensaba, con un nudo muy grueso en la garganta, la noche en la que el Liceo
puesto en pie recibía el anuncio de que de ahora en adelante el concurso para
el cartel de la Semana Santa pasa a llamarse Memorial Lorenzo Rodríguez Durán
(y que no estaba mal que el calor de esos aplausos emocionados le devolvieran a
Rosa una parte, aunque fuera minúscula, de lo que ha perdido).
Y
de nuevo en el homenaje a Óscar Rodríguez, asombrado del cariño intenso que ha
dejado tras de sí un hombre bueno, soñador e incansable trabajador por la
mejora de la Semana Santa de Salamanca desde planteamientos que un día nos parecieron
absolutamente heterodoxos («¡Ahí va el hombre del saco!», le gritaba
cariñosamente a lo lejos Julián Alcántara por su convencimiento por el costal) y
hoy están plenamente asumidos y normalizados.
La
calle Jesús en la que se encuentra la placa de piedra de Villamayor que lo
recuerda es todo un símbolo de ese esfuerzo. Por haber reintegrado en el
recorrido procesional un entorno ciertamente evocador y por haberle ganado una
calle al mismísimo diablo.
En
esa vieja travesía, antes llamada del Ataúd, sitúo Espronceda el episodio
crucial de su Estudiante de Salamanca, cuando el malhadado Félix de
Montemar se encuentra con su propio entierro («Él mismo, su imagen, su misma
figura /su mismo semblante, que él mismo era en fin») cuando persigue con las
peores intenciones a una misteriosa mujer que no era otra que Satanás («aquella
noche el diablo a Salamanca/ había en fin por Montemar venido!...»).
Pero
ahora esa calle ya no es del diablo, sino de Óscar, que es lo mismo que decir
de toda la Semana Santa. Porque, aunque es posible que le diera un poco de
vergüenza ver su cara serigrafiada en la piedra, no le queda otra que
aguantarse para que la historia termine bien. Porque a veces ganan los buenos y
en este cuento el bueno era el hombre del saco.
Y ahora que se ha abierto la veda, donde se para? Por qué cambiar el nombre del concurso fotográfico con el nombre de Loren y no con el de otros que nos faltan y que han luchado tanto? Que pasará cuando algunos de nuestros youtubers nos falte? (Ojalá que falte mucho para esos días)
ResponderEliminarY los cofrades que están día a día luchando por su hermandad desde el anonimato?
Óscar hizo cosas buenas, pero también cosas no muy buenas... Al igual que todos. Esto se nos va de las manos