«Que
la luz de la esperanza cristiana pueda llegar a todas las personas, como
mensaje del amor de Dios que se dirige a todos».
La verdad es que, de una manera u otra,
todos esperamos. En nuestros corazones siempre se encuentra la esperanza como
deseo y expectativa del bien.
Aunque siempre nos queda la
incertidumbre de qué será lo que nos deparará el mañana. Por eso es
imprescindible que pongamos el foco en todo lo bueno que nos ofrece hoy nuestro
mundo, como puede ser nuestra lucha diaria por conseguir la paz. Cada día nos
levantamos con un nuevo territorio, en alguna parte del Globo, y multitud de
personas, bajo la opresión de la violencia más brutal.
¿Cómo armarnos para esta lucha diaria?
Pues, en mi opinión, solo nos queda
contemplar la vida desde una óptica más alegre, que haga que nuestro entusiasmo
por la misma sea percibido por nuestros semejantes. Tenemos que ser capaces de
ilusionar con un futuro más tolerante donde el respeto sea norma imprescindible
de vida.
Por eso, en este tiempo en que nuestras
cofradías y hermandades ponen en valor especial el ejercicio de la caridad
fraterna, deberíamos aprovechar la ocasión para llenar de esperanza esa caridad.
Evitemos diluirla en opciones fáciles como las manidas «operación Kilo» para acallar
nuestra falta de empatía con los más necesitados, haciéndoles llegar unos
alimentos que, en algunos casos, es lo que menos necesitan. Porque de esas
necesidades ya se ocupan otras entidades, aunque no lleven el sello de «asociaciones
publicas de fieles» y, por tanto, no estén comprometidas con ese proyecto de Dios,
que él mismo ha querido grabar en el corazón de sus discípulos como misión fundamental.
Hay que fajarse y saltar a la arena de
la vida cotidiana de cada uno de nosotros, cofrades, para ofrecer esperanza en
la vida creando nuevas vidas; esperanza en facilitar la libertad a los que
carecen de ella y vocación de servicio para ayudar a los enfermos y a los
mayores, que se sienten especialmente débiles. Esperanza en los jóvenes,
estimulando nuestra confianza en las nuevas generaciones y, sobre todo,
trabajar para que a nadie le falte la esperanza de una vida mejor.
Todo esto y mucho más, con lo que ha
querido orientarnos el papa Francisco en su bula de convocación del jubileo
ordinario de 2025 «Spes non confundit», debería ser un fin primordial en
nuestras hermandades para este nuevo jubileo en el año de la Esperanza. Pero
mucho me temo que los cofrades salmantinos estamos a otras cosas. Salidas
extraordinarias con advocaciones de la Expectación de la Virgen María, llenas
de preparativos de todo tipo ‒como ensayos de paso extemporáneos y fuera de lugar‒,
que desde mi opinión solo sirven para distraernos de lo verdaderamente importante
y centrarnos en lo superfluo. Claro que cualquier excusa es buena para montar
una procesión extraordinaria, lo que me lleva a preguntar si esos hermanos de
paso (que parece van a ser los protagonistas del evento), los que le ponen
tanto ímpetu para un buen andar del paso con toda la parafernalia que eso
conlleva, saben por qué van a llevar a cabo una salida extraordinaria de su
imagen titular y cuál es el motivo o el origen de la misma.
¿Se han preocupado las juntas directivas
de informar y poner en conocimiento de todos sus hermanos la bula pontificia
del Jubileo del año 2025 que, dictada por el papa Francisco, da origen a esa
procesión extraordinaria?
Hagámonos esta pregunta cada uno de
nosotros y seamos honestos en la respuesta, seguramente lleguemos a la
conclusión de que falta información y sobre todo falta formación.
¡¡A esta es valientes!!
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