En
estos días del año, cuando el sol se esconde, se encienden las lucecitas de
muchos colores y figuras que crean un mundo tan fantástico que no es, ni mucho
menos, el que nos ha tocado vivir. Sin embargo, la sociedad permanece en él tan
a gusto que en absoluto quiere que pasen estos días de «magia», dicen algunos,
ilusión es para otros y otros desean que, en estos días, cambie la realidad sin
que les cueste nada.
Ahora
bien, ¿Cuánto tiempo resistiríamos este consumo tan desenfrenado, este vivir
fuera de nosotros mismos? ¿Acaso no es más bien una histeria colectiva que un
mundo mágico? Vivir fuera de la realidad, o en una realidad imaginaria que no
existe, es vivir en los mundos de Yupi.
Esto
es lo que me sugiere el ambiente navideño de nuestras ciudades. Como creyente,
respeto que haya quien quiera vivir esto y lo viva así, pero como humano me
llama la atención el exceso de unos y la mucha escasez de otros. No solo en el
punto económico, sino también en cuestiones como la soledad, el saludo, la
reconciliación…
Estamos
pidiendo la paz, que se acaben las guerras, y lo pedimos porque es Navidad. ¡No!
Es Navidad poque ha nacido el Salvador. Y será Navidad completa cuando hayamos
acabado con las guerras. Como dice la canción: «Mientras no haya en el mundo justa paz no
podremos amarnos como hermanos».
En los
mundos de Yupi, que no hay nada de inocente, como mucho algo de ignorante, se
usa una decoración que produzca la enajenación suficiente para vivir un tiempo
de ilusión destinado al consumo y, en una semana, en el tiempo que transcurre
del 25 de diciembre al 1 de enero; dos semanas si contamos hasta el día 6 de
enero, morir de desengaño. Esto es lo que enseña el refranero: quien vive de
ilusiones, muere de desengaños; aunque es verdad que también enseña que de
ilusiones también se vive.
Estas
no cosas de las que hemos hablado en otras ocasiones, estas virtualidades, nada
tienen de real y vacían el bolsillo de la tranquilidad de los hogares para la
cuesta de enero, febrero, marzo… Depende de la inflación.
Estas
virtualidades nada tienen que ver con el acontecimiento que origina la
celebración: el nacimiento del Salvador. Acontece en extrema pobreza y soledad,
en medio de la noche. Es el Señor quien abandona un mundo perfecto: el cielo;
un ser impecable: ser junto al Padre; una riqueza indescriptible… para venir a
vivir nuestra indigencia y miseria. Un darse por entero y por completo que nos
convoca a salir a su encuentro, aunque es de noche.
La
noche son los mundos de Yupi, ya que oscurecen la luz de Belén. Esa luz que
invirtió los valores: el débil es elegido antes que el poderoso, lo que no
cuenta antes que lo que cuenta… Solo si tenemos sed de realidad, podremos
darnos cuenta de que es el Señor, que ha nacido, el que nos hace caer en la
cuenta de que la austeridad libera y el gasto esclaviza, que dice un amigo mío.
Termino felicitando la Pascua de la Navidad con un pequeño fragmento de un
poema de Luis Rosales:
De
noche iremos, de noche,
sin
luna iremos, sin luna,
que,
para encontrar la fuente,
sólo
la sed nos alumbra.
¡Feliz
Pascua de Navidad!
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