lunes, 2 de diciembre de 2024

Más letras que voluntad

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Tomás González Blázquez

Cristo del castillo de Javier (Navarra)

02-12-2024


Quien se asome mañana al oficio de lectura, en la Liturgia de las Horas, se topará con una carta de santo a santo. O de español a español, como bromearían en Roma el día de la canonización. En la correspondencia entre dos gigantes de la Historia, que se nos permite leer, hay hechos y anhelos, crónicas y desahogos, testimonio y celo apostólico. Le dice Javier a Ignacio que «muchos cristianos se dejan de hacer, en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen», y le confiesa que el cuerpo le pide «ir a los estudios de esas partes» para exhortar «a los que tienen más letras que voluntad» y ponerles en frente la cuestión de la salvación de los que no conocen a Cristo porque nadie ha ido a anunciárselo.

La memoria litúrgica de san Francisco Javier en este 3 de diciembre, recién iniciado el camino del adviento, nos invita a pedir la intercesión del que es patrono de las misiones para la nuestra, para nuestra particular misión de bautizados que, a lo mejor, tenemos más letras, o más orgullo, o más pereza, o más pequeñeces humanas, que voluntad.

De un reciente tiempo a esta parte es frecuente leer o escuchar noticias acerca de hermandades que se plantean «hacer una misión». Los esquemas pueden admitir variaciones, pero suelen incluir el desplazamiento temporal de imágenes de devoción a templos distintos a los habituales, por ejemplo a parroquias de zonas más periféricas o deprimidas, y contemplan la salida extraordinaria en procesión de las mismas. Responden a la idea de que durante la misión se sale, a lo largo de un período de tiempo, para anunciar el Evangelio fuera de nuestros territorios cotidianos. Estoy seguro de que a muchos miembros de estas cofradías la experiencia misionera comunitaria, acotada en lo temporal, les habrá servido para esa otra misión que es anterior a la emprendida por la hermandad, porque va de suyo desde que fueron bautizados, y porque les compromete individualmente.

No es casualidad que en el corazón del documento programático del papa Francisco, Evangelii gaudium, tras referirse a la fuerza evangelizadora de la piedad popular, que las cofradías canalizan como asociaciones eclesiales sin restarle nada de su esencia sino enriqueciéndola, se desarrolle la evangelización persona a persona, la tarea misionera diaria que incumbe a cada cristiano, aunque tengamos a menudo más excusas, más acomodamientos, más pecados que voluntad. Concreta Francisco que consiste en «llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino».

¿No sucede esto con frecuencia entre los propios miembros de una cofradía? Pueden ser cercanos o desconocidos, porque de todo hay. Pueden ser los que siempre están o los que casi nunca vienen, porque todos necesitamos volver a recibir ese rico tesoro que se nos ha entregado en pobres vasijas a los que somos barro. Precisa el papa que «es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender, con la conciencia de que ese mensaje es tan rico y tan profundo que siempre nos supera».

Es posible que tengamos más miedo, más dudas, más límites que voluntad, para ser explícitos en el anuncio misionero dentro de la cofradía, mientras hacia fuera, a nuestro estilo, nos cuesta menos. Quizá no somos conscientes de que la procesión es también una misión, de unas pocas horas por unos pocos sitios, en la que también ayudamos a hacer cristianos «en esas partes», las aceras. Quizá no terminamos de creernos que la misión persona a persona, cofrade a cofrade, es «en estas partes», nuestras cofradías, lo que mejor responde a su finalidad, la salvación de las almas.

 

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