miércoles, 1 de enero de 2025

De añojos, erales, utreros…

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Álex J. García Montero

Salida de la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños | Fotografía: Pablo de la Peña

 01-01-2025

Más veces he empleado esta terminología, conocida de sobra por cualquiera que ame el campo, especialmente el bravo e incluso se digne de pecar gravemente contra la Madre Tierra yendo al obispado, perdón a la carnicería.

El toro, visto en la plaza, parece haber salido de una factoría de videojuegos, pero sí, espóiler: el toro tiene su vida desde que nace hasta que la consuma metafísicamente con su muerte (digna donde las haya) en el albero de un coso taurino.

El toro nace becerro; y el becerro bravo, el becerrito que suele filmar Enrique Romero, el de Toros para todos, embiste porque lo lleva en la sangre. El becerro sufre el destete (primera puya de la vida junto con el herradero) y al año se hace añojo. Tras dos años, eral (una vaquilla, vamos) y a los tres años utrero (vaquilla que acojona), antes de llegar a ser novillo, cuatreño o cinqueño, edad apta para la perfecta lidia.

Debido a que el toro embiste desde la pronta nacencia, son muchos los que suelen correr los toros y darles pases desde pequeños. Una cosa es dar pases y otra una becerrada popular con muerte del animal, cosa a la que siempre me he opuesto, pues supone aprovecharse de una embestida loca sin defensa por falta de defensas. Me parece muy acertada la decisión de suprimir las becerradas, ya que la mayoría formaban parte de una cultura taurina de posguerra donde el hambre saciaba con las mismas el hambre de toros. Otra cosa es el correr unas vaquillas o hacer un buen tentadero de confraternidad.

En la mayor parte de localidades se han suprimido las becerradas, a las que se podría equiparar de abuso de menores. Si quieres enfrentarte a un morlaco, hazlo con todas las de la ley, parando, templando y mandando. Eso no quita, que ¡bendito espectáculo infantil del Bombero Torero!, hogaño prohibido e incluido en el Índice de Libros Prohibidos de (H)Urtasun, sujeto que presume de ir al circo con su familia como ministro (su compañera ministerial dice que es médica y madre) y que le cuesta ir a París como padre. ¡París bien vale una Misa!, señor ministro coagulado. Pagar por ir al circo siendo de Sumar es hacer un Carrefour, dos por uno.

De un tiempo a esta parte, parece que están cobrando interés inusitado en hermandades, cofradías, parroquias, obispados… los jóvenes. Así, los que ya no lo somos tanto hemos sido desplazados en interés por aquellos infantes que, día sí día también, viven por y para su cofradía o hermandad.

Curioso es que, ahora, multitud de los esfuerzos y actividades de las cofradías vayan dirigidas a jóvenes y jóvenas de edades tan dispares como los miembros de la tuna que pululan las terrazas de la Plaza Mayor en las noches de verano. Hay veces que hay más jóvenes bailando charradas que viejos entonando, voz cazallera mediante, el Clavelitos o Fonseca.

Más aún, los jóvenes actuales en las cofradías son el Cofrade Fentanilo: «Dícese de aquel cofrade que vive por y para su cofradía y, sobre todo, su junta de gobierno. No hace nunca crítica ni mucho menos autocrítica. Pero todo lo relacionado con la Semana Santa que no organice su cofradía es totalmente prescindible e innecesario». Es decir, orgiásticamente es el cofrade ideal de las juntas de gobierno: sumiso, dócil, arrodillado, talibán, orillado al costal, agresivo, impetuoso, faltoso… porque de lo primero abundará puertas adentro. De lo segundo, hacia fuera, como la famosa canción de Fermín Balentzia (DEP) alusiva a las cadenas del escudo de Navarra.

Todos fuimos jóvenes, aunque alguno, no un servidor, siga apuntado a la tuna para evitar las arrugas existenciales del paso del tiempo. Éramos jóvenes inconformistas. Tocábamos las pelotas con la democracia en las cofradías, con cargar contra los que presidían las juntas de gobierno, contra capellanes y consiliarios, alguno nos la jugamos con la petición de solicitud de igualdad en derechos y deberes de la mujer en las cofradías (eran otros tiempos, donde había exclusión pero bastante más libertad). Nos señalaban día sí día también. Hasta nos pedían consejos sobre cómo mejorar la Semana Santa, dándonos la razón en encuentros que rememoraban a Jesús y Nicodemo. Pero luego, en las cuaresmas del alma, si te he visto no me acuerdo, como san Pedro en el patio del Templo de Jerusalén.

Y sí, sabíamos rodearnos de venerables ancianos, como Paco Gazapo, nuestro querido Francisco Rodríguez Pascual, para aprender que hay vida más allá de la Cuaresma, de la Semana Santa, de las bandas (bandoleros que dice mi buen amigo Manuel), de la música cofrade y de Zebiya. Que en cualquier pueblo de Aliste, de Alba, del Campo Charro, de la Ramajería, de Arribes, de El Bierzo… podía haber Semana Santa de verdad y aprender de nuestros mayores. Era la Cátedra del Peto (por aquello de recibir hostias a ciegas) frente al histrionismo del Tormesquivir. Esas cátedras cristalizaron en tertulias o asociaciones como Tertulia Cofrade Pasión, germen de este medio digital, o la cuasi extinta Asociación la Horqueta en León, por poner algunas.

Pero, viendo lo visto, y después de haber asistido como mero espectador al último Encuentro de Jóvenes Cofrades en mi ciudad de moratoria, la imperial y regia León, he podido corroborar cómo los únicos pasos que siguen estos añojos, erales y utreros son los de lograr portar una vara o golpear con fuerza un martillo para hacerse ver entre la multitud como si de nuevas hemorroísas o neozaqueos se trataran.

No veo crítica ninguna, todo son parabienes hacia Juntas que realmente los desprecian. Que se mofan de ellos, pero que los tienen en cuenta para una foto sempiterna de estulticia y vanagloria.

Su Semana Santa es perfecta. Su cofradía es como la mejor de las ideas del Mundo de las Ideas del ilustre filósofo griego Platón. Por su puesto, exhalan un conservadurismo estulto de conformismo inusitado con todo lo que venga o haya de venir. Son los primeros en espetar «esto siempre se ha hecho así» para, por ejemplo, defender el costal en el Delfinado.

No existe la palabra crítica ni autocrítica en su diccionario, pero son lanzados como cancerberos de presa hacia cualquier opinión disidente en el Maoísmo reinante en los cabildos y reuniones. Son debidamente pagados con la creación de multitud de «puestos falla» creados exprofeso en las cofradías, dizque renovadoras. Son «puestos falla», para quemarse e inmolarse en nombre de «su» Cristo, de «su» Virgen, realmente de «su» junta. Hay juntas de cofradía o de hermandad que tienen tantos puestos como el Consejo de Ministros de Sánchez, (H)urtasun y la Tucán. Así es más fácil que siga mandando el de siempre, con las formas y modales de siempre. Visto así, añoro los tiempos de un presidente al que le sonaba el Cara al Sol (me hubiera dado igual El Himno de Riego) en el móvil frente a aquellos que no salen del «¡A esta es!».

Todo ha sido ganado de leche, de carne. No han pasado ninguna tienta, salvo que un ensayo a costal bético se considere bravura. Más bien es testiculina humeante en cerebros limados por el ahogo de las morcillas y los costales en los cuellos y cabezas jibarizadas. Cerebrotomía lo llamaba el bueno del Padre Vicent Faubell (Escolapio y profesor pontificio de Antropología Pedagógica).

Y, sí, sin pasar tienta ni corraleja, pretenden reinar en Las Ventas. Pues sí, reinarán en cualquier matadero de segunda clase. Y sus grasas, a la fábrica Gudino para perfumar todo Salamanca, la que antaño, cuando yo era joven, llamaban desde las altas instancias Culta y Limpia.

La única bravura que se les conoce es la fuerza inusitada a la hora de realizar felaciones a las piedras de sal de los mandatos excretados por hermanos mayores, vicehermanos mayores, priostes, secretarios, vocales, listeros, contraguías, pateros, manigueteros y capataces. Ven vida en el desolladero de la genuflexión continua y sempiterna.

Añojos, erales, utreros… bien apesebrados y apesadumbrados. Tocados de traje añil abrileño, camisa de cuellos cual pitones encorvados, corbata más ancha que el ego del solideo, gemelos con motivos tartesios y gomina cementada para tapar las calvas de la verdad del afeitado prominente de sus pitones, si es que alguna vez los tuvieron. Más bien castrati de Viena, que hace pocos días los hemos rememorado escuchando el Concierto de Año Nuevo.

Feliz Año Nuevo. Feliz 2025.


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