Más veces he empleado esta terminología,
conocida de sobra por cualquiera que ame el campo, especialmente el bravo e
incluso se digne de pecar gravemente contra la Madre Tierra yendo al obispado,
perdón a la carnicería.
El toro, visto en la plaza, parece haber
salido de una factoría de videojuegos, pero sí, espóiler: el toro tiene su vida
desde que nace hasta que la consuma metafísicamente con su muerte (digna donde
las haya) en el albero de un coso taurino.
El toro nace becerro; y el becerro
bravo, el becerrito que suele filmar Enrique Romero, el de Toros para todos, embiste porque lo lleva en la sangre. El becerro
sufre el destete (primera puya de la vida junto con el herradero) y al año se
hace añojo. Tras dos años, eral (una vaquilla, vamos) y a los tres años utrero
(vaquilla que acojona), antes de llegar a ser novillo, cuatreño o cinqueño,
edad apta para la perfecta lidia.
Debido a que el toro embiste desde la
pronta nacencia, son muchos los que suelen correr los toros y darles pases
desde pequeños. Una cosa es dar pases y otra una becerrada popular con muerte
del animal, cosa a la que siempre me he opuesto, pues supone aprovecharse de
una embestida loca sin defensa por falta de defensas. Me parece muy acertada la
decisión de suprimir las becerradas, ya que la mayoría formaban parte de una
cultura taurina de posguerra donde el hambre saciaba con las mismas el hambre
de toros. Otra cosa es el correr unas vaquillas o hacer un buen tentadero de
confraternidad.
En la mayor parte de localidades se han
suprimido las becerradas, a las que se podría equiparar de abuso de menores. Si
quieres enfrentarte a un morlaco, hazlo con todas las de la ley, parando,
templando y mandando. Eso no quita, que ¡bendito espectáculo infantil del
Bombero Torero!, hogaño prohibido e incluido en el Índice de Libros Prohibidos
de (H)Urtasun, sujeto que presume de ir al circo con su familia como ministro
(su compañera ministerial dice que es médica y madre) y que le cuesta ir a
París como padre. ¡París bien vale una Misa!, señor ministro coagulado. Pagar
por ir al circo siendo de Sumar es hacer
un Carrefour, dos por uno.
De un tiempo a esta parte, parece que
están cobrando interés inusitado en hermandades, cofradías, parroquias,
obispados… los jóvenes. Así, los que ya no lo somos tanto hemos sido
desplazados en interés por aquellos infantes que, día sí día también, viven por
y para su cofradía o hermandad.
Curioso es que, ahora, multitud de los
esfuerzos y actividades de las cofradías vayan dirigidas a jóvenes y jóvenas de edades tan dispares como los
miembros de la tuna que pululan las terrazas de la Plaza Mayor en las noches de
verano. Hay veces que hay más jóvenes bailando charradas que viejos entonando,
voz cazallera mediante, el Clavelitos o
Fonseca.
Más aún, los jóvenes actuales en las
cofradías son el Cofrade Fentanilo: «Dícese
de aquel cofrade que vive por y para su cofradía y, sobre todo, su junta de
gobierno. No hace nunca crítica ni mucho menos autocrítica. Pero todo lo
relacionado con la Semana Santa que no organice su cofradía es totalmente
prescindible e innecesario». Es decir, orgiásticamente es el cofrade ideal de
las juntas de gobierno: sumiso, dócil, arrodillado, talibán, orillado al
costal, agresivo, impetuoso, faltoso… porque de lo primero abundará puertas
adentro. De lo segundo, hacia fuera, como la famosa canción de Fermín Balentzia
(DEP) alusiva a las cadenas del escudo de Navarra.
Todos fuimos jóvenes, aunque alguno, no
un servidor, siga apuntado a la tuna para evitar las arrugas existenciales del paso
del tiempo. Éramos jóvenes inconformistas. Tocábamos las pelotas con la
democracia en las cofradías, con cargar contra los que presidían las juntas de
gobierno, contra capellanes y consiliarios, alguno nos la jugamos con la
petición de solicitud de igualdad en derechos y deberes de la mujer en las
cofradías (eran otros tiempos, donde había exclusión pero bastante más
libertad). Nos señalaban día sí día también. Hasta nos pedían consejos sobre
cómo mejorar la Semana Santa, dándonos la razón en encuentros que rememoraban a
Jesús y Nicodemo. Pero luego, en las cuaresmas del alma, si te he visto no me
acuerdo, como san Pedro en el patio del Templo de Jerusalén.
Y sí, sabíamos rodearnos de venerables
ancianos, como Paco Gazapo, nuestro querido Francisco Rodríguez Pascual, para
aprender que hay vida más allá de la Cuaresma, de la Semana Santa, de las
bandas (bandoleros que dice mi buen amigo Manuel), de la música cofrade y de Zebiya. Que en cualquier pueblo de
Aliste, de Alba, del Campo Charro, de la Ramajería, de Arribes, de El Bierzo…
podía haber Semana Santa de verdad y aprender de nuestros mayores. Era la Cátedra del Peto (por aquello de recibir
hostias a ciegas) frente al histrionismo del Tormesquivir. Esas cátedras cristalizaron en tertulias o
asociaciones como Tertulia Cofrade Pasión,
germen de este medio digital, o la cuasi extinta Asociación la Horqueta en León, por poner algunas.
Pero, viendo lo visto, y después de
haber asistido como mero espectador al último Encuentro de Jóvenes Cofrades en
mi ciudad de moratoria, la imperial y regia León, he podido corroborar cómo los
únicos pasos que siguen estos añojos, erales y utreros son los de lograr portar
una vara o golpear con fuerza un martillo para hacerse ver entre la multitud
como si de nuevas hemorroísas o neozaqueos se trataran.
No veo crítica ninguna, todo son
parabienes hacia Juntas que realmente los desprecian. Que se mofan de ellos,
pero que los tienen en cuenta para una foto sempiterna de estulticia y
vanagloria.
Su Semana Santa es perfecta. Su cofradía
es como la mejor de las ideas del Mundo de las Ideas del ilustre filósofo
griego Platón. Por su puesto, exhalan un conservadurismo estulto de conformismo
inusitado con todo lo que venga o haya de venir. Son los primeros en espetar «esto
siempre se ha hecho así» para, por ejemplo, defender el costal en el Delfinado.
No existe la palabra crítica ni
autocrítica en su diccionario, pero son lanzados como cancerberos de presa
hacia cualquier opinión disidente en el Maoísmo reinante en los cabildos y
reuniones. Son debidamente pagados con la creación de multitud de «puestos
falla» creados exprofeso en las cofradías, dizque renovadoras. Son «puestos
falla», para quemarse e inmolarse en nombre de «su» Cristo, de «su» Virgen,
realmente de «su» junta. Hay juntas de cofradía o de hermandad que tienen
tantos puestos como el Consejo de Ministros de Sánchez, (H)urtasun y la Tucán.
Así es más fácil que siga mandando el de siempre, con las formas y modales de
siempre. Visto así, añoro los tiempos de un presidente al que le sonaba el Cara al Sol (me hubiera dado igual El Himno de Riego) en el móvil frente a
aquellos que no salen del «¡A esta es!».
Todo ha sido ganado de leche, de carne.
No han pasado ninguna tienta, salvo que un ensayo a costal bético se considere
bravura. Más bien es testiculina
humeante en cerebros limados por el ahogo de las morcillas y los costales en los
cuellos y cabezas jibarizadas. Cerebrotomía lo llamaba el bueno del
Padre Vicent Faubell (Escolapio y profesor pontificio de Antropología
Pedagógica).
Y, sí, sin pasar tienta ni corraleja,
pretenden reinar en Las Ventas. Pues sí, reinarán en cualquier matadero de
segunda clase. Y sus grasas, a la fábrica Gudino para perfumar todo Salamanca,
la que antaño, cuando yo era joven, llamaban desde las altas instancias Culta y
Limpia.
La única bravura que se les conoce es la
fuerza inusitada a la hora de realizar felaciones a las piedras de sal de los
mandatos excretados por hermanos mayores, vicehermanos mayores, priostes,
secretarios, vocales, listeros, contraguías, pateros, manigueteros y capataces.
Ven vida en el desolladero de la genuflexión continua y sempiterna.
Añojos, erales, utreros… bien
apesebrados y apesadumbrados. Tocados de traje añil abrileño, camisa de cuellos
cual pitones encorvados, corbata más ancha que el ego del solideo, gemelos con
motivos tartesios y gomina cementada para tapar las calvas de la verdad del
afeitado prominente de sus pitones, si es que alguna vez los tuvieron. Más bien
castrati de Viena, que hace pocos
días los hemos rememorado escuchando el Concierto de Año Nuevo.
Feliz Año Nuevo. Feliz 2025.
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