03-01-2025
Estaba metido en cuestiones viajeras
cuando me llama el Andreu, ese amiguete catalán que vive en la constante
ebriedad patológica de un ateísmo que le recome hasta los huesos. Me decía que estaba
en Salamanca y que, al no poder vernos, se había metido en apuros dialécticos
con su nietería, por cierto, abundante y parece ser que excesivamente
picarona. Vamos, que había sudado sangre tratando de explicar lo que estaban
viviendo a pie de calle en una fecha navideña.
—Oye tío, que en Salamanca andan con un
crucificado por la calle. ¡Pero recoña! ¿No me decías en esa felicitación carca
y trasnochada que me envías cada año que nacía el tal Cristo en el corazón de
todos los hombres?
—Sí, así es…
—Pues, macho, ya os lo habéis cargado…
leñe, que veníamos de ver un nacimiento de esos, con el que aprovechó la nuera
beata para meterle un rollo al Carles sobre la Navidad y el nacimiento de
vuestro Señor y ahora, de repente, anda desdiciéndose para decirle que el Niño
es ese crucificado y que por ser muy bueno lo mató la gente que le odiaba.
—Sí, la verdad es que hay un punto de
contradicción, pero es algo propio de la diócesis al tener libertad y poder para
interpretar las intenciones del papa.
—No me jorobes, Manel, que ahora el
Carles está con un cuajo del carajo, porque dice que, si se han cargado al
Niño, lo mismo ya no vienen los Reyes Magos al andar metidos en velatorios y
lutos…
—Pero, hombre, dile que la música festiva
que acompaña al cortejo al final de la procesión explica que, realmente, Cristo
no muere y que resucita y que los ciclos litúrgicos…
—Déjate de rollos, que la música es la
misma que escuché cuando me hiciste madrugar en aquella Semana Santa jarreada
de aguaceros y ventarrones. Y además, tío, os lo tenéis que hacer mirar porque
al menos se podían haber quitado los adornos navideños…
—No entiendes el asunto y la verdad es
que se me hace difícil explicarle a un pedazo de ateo, como tú, lo irrelevante
que es la forma frente a los profundos contenidos del Misterio.
—No, si el rollo lo tenéis bien montado
para convenceros a vosotros mismos de estas incongruencias que dan el cante.
—Es que se inaugura el año jubilar…
—Releches, pero no hay niños de esos que
besáis… para evitar una procesión que parece un cortejo funerario.
—Es complicado de entender para un ateo
como tú… como te decía…
—Tío, que esto da yuyu y que tiene rollo
oficial la cosa cuando va presidiendo un obispo… y además…
La fortuna hizo que la llamada se
cortase al entrar en un túnel. Después, el conglomerado montañoso por el que
circulábamos hizo imposible seguir aquel diálogo de besugos.
El caso es que, meditando ya en la
soledad de la noche bajo el silencio profundo que provocan los ecos de las
afonías montañosas, reconocía en lo más profundo de los adentros que el Andreu
no andaba muy desencaminado en sus observaciones. Incluso me preguntaba si el
Año Jubilar no habría merecido una inauguración más seria y acorde con el
acontecimiento, lejos de lo que en el fondo, seguramente, ha sido otra
procesión extraordinaria.
Pocas horas después de este
acontecimiento, me llega la grata noticia de que la Hermandad Franciscana de
Salamanca ha enviado a Tierra Santa más de cinco mil euros como donativo a lo
largo del año 2024. Más que importante, este hecho es esperanzador de cara a
ese compromiso que deben tener y auspiciar las congregaciones, hermandades y
cofradías penitenciales en cuanto a la caridad cristiana, que forma parte de su
idiosincrasia dentro de la Iglesia.
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