lunes, 6 de enero de 2025

La Epifanía de la Esperanza

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Tomás Gil Rodrigo

La adoración de los Reyes - Retablo de la Catedral Vieja de Salamanca

06-01-2025


Hoy es la solemnidad de la Epifanía. La luz, que es Jesús, emana desde la honda y oscura cueva de Belén y por medio de los magos procedentes de Oriente llega a toda la humanidad. La primera lectura de la Eucaristía de este día, tomada del libro del profeta Isaías, y el pasaje del Evangelio de san Mateo, ponen en relación y tensión la promesa y su cumplimiento. En comparación con la visión tan magnífica de Isaías, en la que todos los pueblos de la tierra traerán grandes tesoros reconociendo al Mesías, la que nos presenta el evangelista san Mateo es pobre y humilde: nos parece imposible reconocer allí el cumplimiento de las palabras del profeta. En verdad los que llegan a Belén no son los poderosos y los reyes de la tierra, sino unos magos, personajes enigmáticos y desconocidos, tal vez hasta vistos con sospecha. En cualquier caso, no merecieron particular atención por parte de los habitantes de Jerusalén.

Pero conviene prestar atención a lo que las dos lecturas de la Escritura de este día nos quieren decir en el fondo. En realidad, ¿qué vio Isaías con su mirada profética? Es capaz de ver un acontecimiento destinado a marcar toda historia de la humanidad. Y lo mismo le pasa a san Mateo, lo que nos narra no es un cuento que termina con el regreso apresurado de unos magos a sus tierras. Al contrario, son relatos que dejan abierto el final, que están llenos de esperanza, porque se trata de comenzar. Esos personajes se convirtieron en los primeros de una gran procesión de aquellos que, a lo largo de todas las épocas de la historia, saben reconocer en la estrella, junto con la Escritura, que los signos de los tiempos son signos de esperanza, es decir, no se encierran y bloquean ante los problemas, sino que saben salir de sí mismos, avanzar más allá, gracias a aquel que ha nacido débil y frágil, pero en cambio ofrece la luz más grande y más profunda al corazón de la humanidad. En Jesús se manifiesta la realidad maravillosa de que Dios nos conoce y está cerca de nosotros, de que su grandeza y su poder no se manifiestan con la lógica del mundo, sino con la lógica de un niño necesitado, cuya fuerza es solo la del amor que se pone en nuestras manos. Los magos ya no pueden continuar por el camino de antes, ya no pueden volver a Herodes, el soberano rico, poderoso y cruel. Han sido llevados para siempre al nuevo camino del Niño, al camino que les hará abandonar a los ricos, grandes y los poderosos de este mundo y los llevará a aquel que nos espera entre los pobres, al camino luminoso del amor, el único que puede transformar el mundo.

Esta mirada es la que ha llevado al papa Francisco a abrir la Puerta Santa para la humanidad y la Iglesia con motivo de la celebración de los 2025 años del nacimiento de Jesucristo, dedicándolo al don teologal de la esperanza. Según nos propone en su carta-bula del jubileo, los cristianos debemos parecernos a los magos, que buscaron y encontraron la luz en Jesús. Por eso, se convirtieron después en peregrinos de la esperanza, es decir, regresaron a sus casas para llevar a cabo gestos nuevos, concretos y luminosos en medio de la falta de esperanza en el mundo. El papa enumera una serie de signos de esperanza para que no nos quedemos paralizados como siempre, divagando con nuestros sentimientos e ideas, y los pongamos ya en práctica. En total son ocho los signos que debemos vivir como una llamada actual del Señor Jesús a la justicia y la fraternidad en la Iglesia y el mundo: la paz, la vida, los presos, los enfermos, los jóvenes, los migrantes, los ancianos y los pobres. Os invito a interiorizar personalmente, en la oración de cada día, y a profundizar en los encuentros que tenéis de formación en las cofradías de Semana Santa, estos signos de esperanza que nos ofrece el papa Francisco. Mi propuesta sería tomar alguno de ellos, no el que más os guste, sino aquel que más os interpela, dependiendo a lo mejor de las advocaciones de vuestras imágenes o el sentido espiritual y material por el que existís, para convertirlo en gestos de caridad y esperanza que os comprometan con verdad y autenticidad.

Celebrar la solemnidad de la Epifanía en este año jubilar 2025 de la esperanza no es plantear un sueño irrealizable, ni tampoco un juego vano de sensaciones y emociones ayudando a los pobres y necesitados puntualmente, sino que es la Verdad que se irradia en el mundo. Porque solamente desde el Niño se manifiesta la fuerza de Dios, que reúne a la humanidad de todos los siglos, para que bajo su señorío recorramos juntos el camino del servicio y el amor, que transfigura el mundo en paz, vida, libertad, sanación, porvenir, acogida, sabiduría, justicia...

Todavía hoy muchos ven la estrella, pero son pocos los que acaban de entender su mensaje y dar el paso. Es probable que no acabemos de atrevernos, porque lo que nos falta es la humildad que nos lleva a creer en lo que es verdaderamente grande, aunque se manifieste en un niño pequeño e insignificante. Nos falta la capacidad evangélica de ser niños en el corazón, de asombrarnos y de salir de nosotros mismos y nuestras zonas confortables, para avanzar por el camino nuevo que indica la estrella, el camino de Dios. Sin embargo, el Señor tiene el poder de hacernos capaces de ver y de salvarnos. Así pues, pidámosle que nos dé un corazón sabio e inocente, que nos permita ver los signos de su esperanza en medio de nuestro mundo, para seguir su camino, para encontrarlo y ser inundados por la gran luz y por la verdadera alegría que él ha traído a este mundo.

Un abrazo en el Señor que se ha manifestado a toda la humanidad como luz y amor.

 


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